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Historia

A 24 años: la dictadura y la guerra de Malvinas

6 de abril 2006

Como desarrollamos en artículos anteriores, el golpe del ’76 fue la represión generalizada del Estado contra la clase obrera y la vanguardia revolucionaria, con el objetivo de derrotar el ascenso obrero y popular. La clase obrera fue el principal blanco de las fuerzas represivas. El plan económico implementado abrió los mercados a los capitales extranjeros y permitió a los principales grupos económicos aumentar sus ganancias de manera espectacular. Dos años después del 24 de marzo ya habían sido secuestrados, torturados y asesinados varios miles de trabajadores y militantes políticos y sociales.
¿Qué llevó a las cúpulas de las fuerzas armadas, constituídas por estos asesinos y torturadores, a realizar acciones que llevaran a la guerra contra una potencia imperialista como Inglaterra?
Desde mediados de 1980 comenzaba a erosionarse el régimen militar. Se abrió una crisis económica importante (con inflación y aumento de la desocupación) que restaba el apoyo de sectores de las clases medias a la dictadura. Por otro lado desde inicios de 1981 comenzaron a desarrollarse movilizaciones en las calles reclamando por la libertad de todos los detenidos, y por los desaparecidos.1 El 30 de abril de 1981 más de 2.000 personas acompañan a las Madres de Plaza de Mayo en su ronda de los jueves. Esto se repite en mayo, octubre y diciembre de ese año. Horacio Verbitsky en su libro sobre Malvinas2 destaca que a comienzos de marzo de 1982: “La plaza de mayo volvió a colmarse con miles de personas, una vez en procura de noticias sobre 121 uruguayos secuestrados en la Argentina, y otra demandando el esclarecimiento del asesinato de Ana María Martínez, una obrera textil militante del Partido Socialista de los Trabajadores, embarazada de cuatro meses, cuyo cadáver apareció en el Tigre. Los años de impunidad habían terminado”.
Es el comienzo del fin de la dictadura militar.
Y no porque no hubiera existido previamente algún tipo de resistencia, fundamentalmente de parte de la clase trabajadora, sino porque por primera vez estas movilizaciones pasaban de luchas sordas en los lugares de trabajo o luchas sectoriales, a un enfrentamiento político más directo con el régimen, confluyendo con el descontento de las clases medias.3

La batalla del 30 de marzo y el intento de fuga hacia adelante

La CGT convocó a una nueva jornada de protesta4 el 22 de julio de 1981, que se notó centralmente en Gran Buenos Aires y las concentraciones fabriles de Córdoba y Santa Fe. Y notoria fue pocos días después la marcha por la paz, el pan y el trabajo convocada por la CGT frente a la iglesia de San Cayetano, donde concurrieron varios miles de personas.
En marzo de 1982, finalmente, la CGT convoca a la realización de un acto masivo contra la dictadura. Previsto inicialmente para el 24 de marzo, los dirigentes sindicales no quisieron “provocar” a los militares, y la postergan por unos días, hasta el 30.
Ese día, alrededor de 20.000 personas batallaron con las fuerzas represivas durante toda la jornada, luchando por llegar a la Plaza de Mayo, resistiendo los gases, las embestidas con autos y caballos, y las cientos de detenciones a cualquiera que transitara por la calle en pleno centro en horario pico de salida de los trabajos. La movilización fue nacional, y en otras ciudades hubo importantes enfrentamientos.
El régimen militar se hallaba entonces contra las cuerdas, y sacó de la galera una jugada para procurar una fuga hacia delante, intentando salvar su prestigio y su poder.
Tres días después de la movilización nacional del 30 de marzo, Galtieri anunciaba el desembarco argentino en las islas.

Un error de cálculo elemental

Cuando Galtieri anunciaba públicamente la “recuperación” de las islas Malvinas, había enviado a las aguas del sur un contingente integrado por no más de 800 soldados. El plan de los militares era forzar una negociación del Reino Unido, y apostar a la mediación de EE.UU. para lograr una solución favorable. Según testigos directos, Galtieri aseguró esos días que “Los ingleses no están tan locos como para enfrentarse a nosotros en Malvinas.” 5
Los militares confiaban en que tantos años de subordinación y apoyo a las políticas del imperialismo más poderoso de la tierra, EE.UU., se verían retribuidas con sus favores mediando con Inglaterra en el caso de Malvinas.
Y es un hecho que las “demostraciones a su majestad” no habían faltado en esos años. Los militares argentinos no sólo enviaron a un centenar de altos oficiales a Centroamérica para entrenar en el “arte de la tortura” y la “lucha antisubversiva” a los militares de esa zona, sino que habían creado en el batallón 501 una escuela especial en lucha antisubversiva dirigida a los militares centroamericanos.
Pero el “error de cálculo” criminal de los militares, fue no prever que ni Inglaterra ni EE.UU. estaban dispuestos a aceptar el más mínimo desafío de parte de Argentina.
En 1975 los yanquis huían derrotados de Vietnam, en la primera y más profunda derrota de su historia. A principios de los años ’80, derrotado y desviado el proceso revolucionario de los ’70 en la mayor parte del mundo, los imperialistas Thatcher y Reagan6, querían demostrar su poder imperial al conjunto del planeta. El “caso Malvinas” y las torpezas de los militares argentinos les dieron la oportunidad de asentar la ofensiva neoliberal y recuperar parte del poder imperialista que en su conjunto había sido erosionado después de Vietnam, tratando disciplinar a los países de la periferia cuando empezaba la crisis de la deuda.
EE.UU. apoyó a Inglaterra directamente, así como también lo hizo el genocida Pinochet. El apoyo de Chile fue reconocido aún 17 años después, en 1999, cuando Pinochet fue detenido en Londres, y la ex ministro Margaret Thatcher dió un encendido discurso público en su defensa. La colaboración de la inteligencia de EE.UU. y Chile fue clave, por ejemplo, para permitir a los ingleses el hundimiento del crucero General Belgrano donde murieron 323 de los tripulantes argentinos.
Galtieri y la junta militar se encontraron de este modo en una situación impensada. Sólo cuando vieron que la Task Force zarpaba hacia las islas comenzaron a mandar más y más hombres a reforzar el contingente de soldados argentinos. Así, sin ningún tipo de planificación previa, llegaron a enviar un número cercano a los 10.000 soldados.

Los jefes militares argentinos garantizaron la derrota

Tal fue la falta de planificación y visión política de los militares argentinos, que aún cuando el 25 de abril los británicos desalojaron sin problemas a la guarnición argentina apostada en las Georgias, siguieron pensando que no habría guerra, y no dieron la orden de atacar. Así fue como el Coronel Astiz, el mismo que tanto empeño había puesto en infiltrarse en organismos de derechos humanos y en secuestrar y torturar, entregó las Georgias cobardemente, sin disparar un solo tiro.
Pero las imprecisiones militares marcaron desde el inicio el destino de la guerra, boicoteando toda posibilidad de una lucha militar seria contra los británicos, aún pese al heroísmo de los soldados y varios pilotos argentinos.
Muchos de los submarinos argentinos tuvieron problemas mecánicos, siendo que algunos no pudieron llegar a las Malvinas. Faltaba la comida necesaria para alimentar a los soldados y también escaseaban las municiones. No hubo ninguna planificación. Muchas de las bombas lanzadas desde los aviones argentinos no estallaban aún después de perforan los barcos enemigos. Una vez desembarcados los primeros argentinos en las islas, no se desplegaron radares que permitieran detectar a los ingleses que pronto llegarían. Ni siquiera se realizaron las tareas necesarias para alargar una pista de aterrizaje para los aviones de combate argentinos, lo que significó un debilitamiento militar enorme, dado que los aviones que partían del continente no podían estar sobrevolando sus objetivos más de 2 o 3 minutos antes de peligrar el abastecimiento de combustible.
Cuando los ingleses desembarcaron en las islas esperaron durante un día en la playa de San Carlos el contrataque argentino. Pero esperaron en vano, porque el “plan” de los milicos fue dejar a los pibes de Malvinas aguardando en las trincheras a que avanzaran los ingleses.
Y mientras tanto los soldados argentinos (de una tropa total de 10.000 el 75% eran conscriptos de entre 18 y 20 años con menos de un año de “entrenamiento” en los cuarteles), padecían el hambre y el frío atroz. Cuando soldados intentaban acallar el hambre matando una oveja del campo, eran castigados brutalmente, con los terribles estaqueos, por sus propios jefes que habían prohibido matar ovejas para no “enemistar” a los pobladores locales. Cabe mencionar que los kelpers no tenían ninguna contemplación cuando utilizaban sus radios para avisar a los ingleses de las posiciones argentinas y precisar los bombardeos.
Ese ejército formado para torturar y liquidar a los trabajadores y el pueblo argentinos, era incapaz de llevar adelante la mínima defensa contra el imperialismo, mucho menos de garantizar una lucha hasta el final contra este.

Levadura, levadura... queremos las Malvinas pero no la dictadura

Los militares quisieron usar al movimiento de masas en su favor y lograron generar un sentimiento de unidad nacional en ciertos sectores de la población, apoyados por un gran despliegue propagandístico. Pero lo cierto es también que otros sectores importantes cantaban en las calles: “Queremos los soldados pero los milicos no.” El otro escenario que no esperaban los militares era que la guerra de Malvinas generara una extendida solidaridad en los pueblos hermanos de América Latina, destacándose Perú. Incluso en Inglaterra hubo movilizaciones contra la guerra.
El 14 de junio de 1982 es la capitulación. Los primeros días después de la derrota abrieron un vacío de poder. Pero los partidos como el PJ y la UCR (apoyados por el PC) le dieron todo su sustento al régimen desde la multipartidaria, logrando así ordenar en parte la transición que culminaría con el triunfo de Alfonsín en 1983.
La política de los principales partidos era evitar a toda costa una movilización independiente de los trabajadores y el pueblo contra la dictadura. Evitar a toda costa que el derrumbe del régimen militar fuera tomado de forma directa por las masas, como empezaba a anunciarse con la movilización del 30 de marzo.

1 Ya en septiembre del año 1979 el diario La Prensa había publicado por primera vez la denuncia sobre la existencia de 2.500 desaparecidos. La dictadura respondió imprimiendo miles de calcomanías con la leyenda “somos derechos y humanos”.
2 Malvinas, la última batalla de la tercera guerra mundial. Ed. Sudamericana, 2002.
3 La resistencia de los trabajadores se había mostrado en la protesta de trabajadores del sindicato mecánico en Buenos Aires paralizando las fabricas General Motors, Chrysler, Ford y Fiat en 1976, acciones de sabotajes y el llamado “trabajo con tristeza” y huelgas en Luz y Fuerza desde octubre del mismo año, paro de los estibadores de Buenos Aires y Rosario en 1977, nuevos paros y sabotajes de Luz y Fuerza en ese año, paros de las empresas Good Year, Yacimientos Petrolíferos fiscales en la destilería de La Plata, protestas de obreros y empleados telefónicos, movilización de ferroviarios contra despidos.
4 Ya habían convocado a una en fecha 1979, pero sin garantizar su efectividad.
5 Citado por el periodista Ignacio Montes de Oca en su libro Los mitos sobre Malvinas. Tierra de Nadie. Ed. Sudamericana, marzo 2006.
6 Primera ministro de Inglaterra y presidente de EE.UU., respectivamente.

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