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A 90 años de la Revolución Rusa

“Arte y revolución rusa”

El jueves 25/10 en el IPS, como parte de las actividades que venimos realizando en el 90° aniversario de la revolución rusa, la charla sobre “Literatura y revolución rusa”, a cargo de Miguel Vedda, docente de Letras de la UBA, y Ariane Díaz, del Consejo Editorial de Lucha de Clases. Ariane Díaz empezó la charla analizando la explosión en la producción artística dada al calor de la revolución, no sólo expresada en las distintas disciplinas sino también en una gran cantidad de estilos, y que marcaron con fuertes discusiones entre sí los primeros años de la revolución, pero que apuntaban todas a acercar el arte a las masas.

Comisión del IPS

1ro de noviembre 2007

El jueves 25/10 en el IPS, como parte de las actividades que venimos realizando en el 90° aniversario de la revolución rusa, la charla sobre “Literatura y revolución rusa”, a cargo de Miguel Vedda, docente de Letras de la UBA, y Ariane Díaz, del Consejo Editorial de Lucha de Clases. Ariane Díaz empezó la charla analizando la explosión en la producción artística dada al calor de la revolución, no sólo expresada en las distintas disciplinas sino también en una gran cantidad de estilos, y que marcaron con fuertes discusiones entre sí los primeros años de la revolución, pero que apuntaban todas a acercar el arte a las masas. Por otro lado hizo un breve repaso de las políticas que en su momento fomentó el Estado obrero, las cuales explícitamente daban impulso a todos las corrientes y planteaban que ninguna iba a ser decretada como “la” corriente oficial, señalando así el contraste de las políticas stalinistas con las iniciales políticas del joven gobierno de los soviets hacia el arte y la cultura para que las masas accedieran y disfrutaran de la cultura que hasta ese momento les había sido vedada. En este sentido, destacó, estas experiencias no sólo influyeron en el conjunto del arte hasta hoy, sino que muestran que la revolución desplegó iniciativas mucho más democráticas que las de cualquier Estado capitalista hasta hoy.
Por su parte, Miguel Vedda recorrió, por un lado, las distintas codificaciones que hizo el stalinismo de las posiciones del marxismo sobre el arte, y que fueran difundidas a todos los PC del mundo, codificaciones en abierta contradicción a los planteos de Marx y Engels, entre quienes el arte de ninguna manera podía ser considerado una mera “ilustración” de ideas preconcebidas, ni ser dirigidas por una determinada tendencia política, y mucho menos por una “estética estatal”, como pretendió el stalinismo. Desde esta perspectiva señaló también varias de las ricas discusiones que distinguieron los primeros años de la revolución, de las cambiantes lecturas que posteriormente se hicieron sobre reconocidas figuras como la del poeta ruso Maiakovsky, que fueron cambiando de severas acusaciones a efusivos elogios según los vaivenes políticos y las conveniencias para la propaganda del propio régimen stalinista, y no por el valor que se diera a su obra. De conjunto, en contra de aquellas lecturas que aun hoy identifican a la política del Estado obrero con los dictados del llamado “realismo socialista” con que se ahogó ya por los años ‘30 esa enorme riqueza desplegada, la charla trató de mostrar el amplio terreno que para el arte y la literatura en particular abrió la revolución.

A continuación en una entrevista Ariane Díaz desarrolla algunos de los temas centrales tratados en la charla.

Decías en la charla que el significado de la revolución en el arte fue lo contrario al realismo socialista. ¿Cómo fueron esos primeros años?

En general se identifica la política del Estado obrero hacia el arte como la imposición de reflejar una determinada posición política. Es cierto que así fue para el realismo socialista: estéticamente no pasaba de un naturalismo que atrasaba 200 años y la mayoría de las veces era el enaltecimiento del mito de Stalin. Pero esto contrasta con lo que fue la experiencia en el terreno del arte de la revolución hasta que a mediados del ’30 se instauró esta doctrina.
Una primera cosa a tener en cuenta es el contraste que había entre la situación social y política en lo que va a ser la URSS y el desarrollo explosivo del arte en los primeros años de la revolución. Porque Rusia era muy atrasada no sólo políticamente sino también social y culturalmente. Grandes masas urbanas y campesinas eran analfabetas. Agotada además por la guerra, si a esto le sumamos el ataque imperialista y la guerra civil que siguieron a la revolución, las condiciones no parecían ser las mejores para la producción artística. Sin embargo, en poco tiempo, surgieron todo tipo de estilos en todos los géneros artísticos, que influenciaron todo el arte del siglo XX. ¿Qué fue lo que pasó en el medio? La revolución, que despertó como nunca la creatividad artística y que abrió todo un terreno de experimentación por delante, en todas las tendencias, desde las más vanguardistas hasta las más “folklóricas”, y dio originales combinaciones entre ellas, como los versos futuristas de un Maiakovsky que combinaban la innovación métrica y en el vocabulario con tonadas populares.

¿Qué tendencias había?

Por un lado, las corrientes que de conjunto llamamos hoy “vanguardias rusas”, buscaban empalmar con los cambios sociales y políticos que vivían y revolucionar también el arte, decían, innovando en las formas. Veían en la creatividad e iniciativa de las masas que hacían la revolución la misma que ellos necesitaban en el arte para sacarse de encima las viejas escuelas, las viejas figuras. Llamaban a unir arte y vida, a sacar el arte de los museos y llevarlo a las calles. Por otro lado, también sectores sociales como las nacionalidades oprimidas por el imperio ruso hasta el momento, cuando se sacaron de encima esa opresión quisieron mostrar su cultura, sus tradiciones, su lengua. En todas las tendencias lo que hay, digamos, es un voluntad explícita de acercamiento del arte a las masas, y de que ellas sean su protagonista ya que eran las protagonistas de la revolución.

Con esta misma voluntad de acercar el arte a las masas, la revolución va a tener todo tipo de políticas para que las masas pudieran acceder a la cultura. Se van a fundar escuelas de las distintas artes, fomentar la organización de gremios de artistas por rama, y sobre todo van a hacerse enormes espectáculos públicos. En 1920, por ejemplo, se reproduce el ataque al palacio de Invierno con 8000 personas y 500 músicos, y sobre todo, el mismo buque Aurora tirando salvas como en 1917. Isadora Duncan bailó también al aire libre con cinco grados bajo cero, y hacía tanto frío que se escarchaban los instrumentos de la orquesta que la acompañaba. Cada soviet intentaba organizar su propia sección teatral y hasta pueblos de 4000 habitantes tuvieron su teatro. Por cada función que hacían en los teatros de la ciudad hacían otra en alguna sede sindical o aldea de los alrededores.

Claro que ninguna de estas políticas fue fácil de realizar. Para 1919 Lunacharsky, Comisario para la Educación, llama a una primera reunión dedicada al teatro cuando se estaban por nacionalizar las salas. Y asisten ¡5 personas! Muchos artistas se habían exiliado, o se mantenían distantes a la revolución esperando a ver qué sucedía. Por otro lado, entre los que defendían la revolución estaba el problema de que cada grupo decía hablar en nombre del pueblo y ser vocero de la revolución, y todos de alguna manera demandaban al gobierno soviético que los reconozca como “la” escuela de la revolución. Pero en general, la política de los soviets era que todas las tendencias puedan expresarse. En las resoluciones de la reunión de Lunacharsky con dirigentes de la Federación nacional de artistas, en 1921, por ejemplo, dice explícitamente que ninguna orientación será oficial y que el Estado apoyará a todas las tendencias artísticas. Claro que entre los grupos no dejaban de existir estas discusiones: si uno mira los manifiestos y artículos de los distintos grupos, se enfrentan permanentemente de revista a revista, de volante a volante.

Trotsky tiene un libro dedicado al tema, ¿qué opinaba de estas discusiones?

Trotsky en Literatura y Revolución, que en realidad fueron artículos para el Pravda, les reivindica la idea de querer unir arte y vida. Pero sostiene que justamente que ese objetivo no se logra de un día para el otro. Que todas esas innovaciones seguramente aporten al futuro arte socialista, por eso no se puede imponer una sobre otra, y mucho menos puede eso decretarlo el Estado o el partido. El arte, dice, tiene sus propias reglas y no puede trazársele los surcos sin arruinarlo. Stalin parece haber leído este libro para hacer todo lo contrario: impuso una línea y estilo oficial, impuso el dirigismo en al arte por parte del partido, y reprimió a quienes no lo aceptaron. Por esos años muchos artistas conocidos tuvieron problemas.

Eisenstein tuvo que cortar sus películas, otros directamente fusilados por sus posiciones políticas. Las obras se perdieron, y por ejemplo en ‘57 en el Museo de Moscú se encontraron bajo telones o sótanos muchas obras vanguardistas.

Pero si la política stalinista fue brutal, lo es mucho más contrastado con lo que había sido la política de la revolución. Visto desde hoy, aun dentro de las miserias que les tocó pasar, las políticas que el estado de los soviets tuvo hacia el arte fue mucho más amplia y democrática que la de muchos estados burgueses en condiciones estables. Pero además, lo que conocemos en terreno artístico y en su teoría y crítica, también, no sería lo que es sin este breve pero explosivo período.

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