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Bajo las banderas de Chevron

Cuando el gobierno expropió el 51% de las acciones de Repsol en 2012 anunció que el petróleo volvía a ser del Estado, y que se trataba del puntapié para recuperar el autoabastecimiento y la “soberanía energética”. Sin embargo, se expropió la mitad de una empresa que produce un tercio del petróleo, es decir, el 17% del negocio es estatal y el 83% sigue siendo privado.

Miguel Fernandez

29 de agosto 2013

Bajo las banderas de Chevron

Cuando el gobierno expropió el 51% de las acciones de Repsol en 2012 anunció que el petróleo volvía a ser del Estado, y que se trataba del puntapié para recuperar el autoabastecimiento y la “soberanía energética”. Sin embargo, se expropió la mitad de una empresa que produce un tercio del petróleo, es decir, el 17% del negocio es estatal y el 83% sigue siendo privado.

La expropiación se justificó por la disminución de la producción y la falta de inversión en nuevos pozos. Ocho años tardó el Kirchnerismo en notarlo. La caída de exportación de energía y el aumento de la importación de una energía cada vez más cara representaba una enorme salida de dólares. Pero además, subsidiar esa energía más costosa representa un agujero fiscal en las cuentas del presupuesto.
Un año después no se revirtió la tendencia declinante de la producción de gas y petróleo (90% de la energía que se consume en el país) en vista que los yacimientos en explotación están muy maduros y cada vez producen menos. Debido a que los yacimientos no convencionales, aquellos donde los hidrocarburos están alojados dentro de rocas muy duras y de baja permeabilidad y cuya única forma de extraerlos es mediante la hidrofractura o Fracking, se empieza a propagandizar este método como única salida para lograr el autoabastecimiento.

El Fracking es perforación de un pozo vertical hasta unos 3.000 a 5.000 metros de profundidad y luego uno horizontal de unos 1.000 metros a través del cual se inyectan enormes cantidades de agua y arena a alta presión, además de explosivos para romper la roca y liberar el petróleo y gas en un espesor de unos 100 metros de altura. Como la roca tiende a cerrar rápidamente las fisuras se inyectan también unos 300.000 litros de químicos por pozo, la mayoría altamente cancerígenos. La contaminación de agua subterránea y superficial es común donde esto se hace en forma masiva.

El acuerdo con Chevron, la heredera de la Standard Oil, que motivó guerras entre países latinoamericanos, dejó un desastre ambiental en la selva ecuatoriana y en EE.UU., es secreto. Lo que sí se conoce es el decreto 929/13 publicado un día antes de la firma del acuerdo, que garantiza grandes ventajas a las empresas: podrán exportar, libre de retención, el 20% de lo extraído y tienen libre disponibilidad del 100% de las divisas para enviar a la casa matriz. Además se les pagará tres veces más por el gas. Encima el gobierno de Sapag promete que no le cobrará más impuestos ni canon extraordinario. Chevron se llevará ganancias tres veces mayores que lo que pagará en concepto de regalías.
Es posible que se logre el autoabastecimiento pero como dijo el diputado del PTS en el FIT Raúl Godoy: “Hablar de soberanía bajo las banderas de Chevron es como citar a Rafael Videla para hablar de derechos humanos”.

Expropiación bajo control obrero

Cabe preguntar si es cierto que no había otra posibilidad que someternos a los intereses de la Chevron y utilizar un método tan destructivo como el Fracking.
Las ganancias declaradas por las petroleras que operan en el país son de $15.000 millones, unos 2.600 millones de dólares. La razón esgrimida para expropiar Repsol fue que no invertía y disminuía su producción. Si el argumento se hubiera usado para todas las empresas, éstas deberían haber sido expropiadas, especialmente Chevron que fue la que más declinaba. La expropiación íntegra de las empresas y de la renta podría haberse usado para resolver el problema energético. Por ejemplo, en el acuerdo por los yacimientos de Vaca Muerta, Chevron se compromete a invertir U$$ 1.200 millones, pero las ganancias que se podría disponer con la expropiación (U$$ 2.600 millones al año) serían más del doble. Es mentira que no hay recursos; los proveería la expropiación íntegra de la ganancia petrolera. Para que no esté al servicio de los negociados privados como sucedía con la vieja YPF, debería estar bajo control de los trabajadores quienes podrían planificar el aumento de la producción así como destinar la mitad de esos recursos a solucionar problemas acuciantes del pueblo pobre, como construir unas 100.000 viviendas anuales.

Como los trabajadores no tienen los bastardos intereses de ganancias esos recursos podrían utilizarse para generar energía más limpia que los hidrocarburos, como eólica, la solar térmica, la mareomotriz, o la geotérmica.

Es paradójico que se hurgue 3.000 metros bajo nuestros pies en busca de energía cuyas reservas aun son inciertas cuando la energía potencial que año a año vuela sobre la superficie (eólica) es equivalente al doble de la producción de energía de Arabia Saudita. Si se invirtiera durante dos años las ganancias petroleras en energía eólica, se generaría la misma energía que se importa a través de buques metaneros y quedarían 18 años de energía casi gratis. Mientras, a Chevron le pagaremos durante 35 años a precios más altos de los actuales la energía que saque.

La expropiación bajo control obrero de las empresas petroleras en acuerdo con los pueblos originarios y respetando sus derechos territoriales y de identidad para ponerlas al servicio de revertir la producción hacia energías mas limpias y resolver una parte de las necesidades populares es la única salida a la expoliación imperialista de nuestros recursos y del medio ambiente.

Nota: más información sobre el tema en la revista Ideas de Izquierda N°2 y en el blog punto de desequilibrio.

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