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Breves

Mundo Feliz

Broumana

17 de agosto 2006

“En la espectacular pileta de natación del hotel Grand Hills de Broumana, Patricia Hacj tomaba sol en su biquini mínima, sobre una toalla de Louis Vuitton y en medio de tropicales palmeras”.1
La imagen no pertenece a una novela policial, ni Broumana es una isla del Caribe. Pero “isla” al fin, sus “costas” no están bañadas por ningún mar de agua cálida, sino por la devastación y el horror.
Reducto vip ubicado a sólo una hora de Beirut, allí se alberga la burguesía libanesa. Allí Patricia Hacj, como otros de su clase, “viven” la guerra desparramando aceite bronceador por sus cuerpos o comprando en tiendas exclusivas. 
Los más jóvenes bailan y ríen mientras desde sus boliches pueden observarse los fuegos de edificios derrumbados o escucharse el silbido de los proyectiles cayendo.
Los personajes de Broumana podrían pertenecer a un film futurista de hombres robotizados e insensibles al mundo exterior. Sin embargo son bien reales, porque afuera está Caná y el grito de los mutilados. Porque afuera está la guerra, pero una guerra irreal para quien puede pagar un alquiler de un departamento por día en 30.000 dólares o cruzar en taxi a Damasco por la módica suma de 5.000. 
“Trato de hacer una vida normal, tomar sol, pensar en otra cosa para que esta guerra de locos no me rompa la moral”, declara Patricia.
Su moral, es la moral de una clase que ha convertido al mundo en una prisión pestilente denigrando la vida humana a un extremo impensado. Es la moral de la mercancía, donde los muertos del pueblo libanés sólo cuentan como mano de obra perdida, ya inservible para seguir construyendo sus palacios o arreglar sus jardines.
Los generales israelíes en 30 años de guerra terrorista y de ocupación nunca bombardearon Broumana, dejando a las claras que el blanco central son los niños, los ancianos y todos aquellos que como en Caná conforman la población civil. 
La guerra muestra a una burguesía libanesa incapaz de defender su propio país. También derrite la ilusoria visión de que todos sufren por igual, y lo hace con la misma intensidad con que el sol del Líbano derrite el bronceador en la piel de Patricia Hacj, que envuelta en su toalla Louis Vuitton y en medio de tropicales palmeras le rinde culto a este mundo feliz.
 
1 Clarín, domingo 6 de Agosto. “Broumana, el sofisticado refugio entre las montañas de los libaneses ricos”.

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