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Comunicados de prensa

MUESTRA HASTA EL 23 DE AGOSTO EN EL CENTRO CULTURAL RECOLETA

Carlos Gorriarena, pintor de un mundo desordenado

Quienes recuerden las pinturas que ilustran las tapas de los últimos libros de Andrés Rivera -por ejemplo, la de Estaqueados[1]- habrán notado la colorida fuerza que hay allí: esa fuerza expresiva es la del pintor Carlos Gorriarena, un artista de larga trayectoria.

Demian Paredes

16 de agosto 2009

Quienes recuerden las pinturas que ilustran las tapas de los últimos libros de Andrés Rivera -por ejemplo, la de Estaqueados[1]- habrán notado la colorida fuerza que hay allí: esa fuerza expresiva es la del pintor Carlos Gorriarena, un artista de larga trayectoria.

Fallecido hace poco más de dos años, se exhibe hasta el próximo domingo, en el Centro Cultural Recoleta -y con entrada libre y gratuita-, una muestra con sus últimas obras. Titulada “Gorriarena siglo XXI”, y curada por Raul Santana, se ven aquí los cuadros donde “Gorri” -como lo llamaban sus amigos- retrató la sociedad que vio con el advenimiento de la democracia en 1983.

Hombres, mujeres, parejas, centros comerciales, la calle, paisajes diversos: todo esto realizado (realzado) mediante colores intensos, puros; y también, con sutiles mezclas. La explosión de color que significa un cuadro de Gorriarena para la retina, se magnifica aún más cuando se aprecia la alusión directa al mundo contemporáneo que hizo. Como dijo claramente, “pienso que el arte sirve, más que para conocerse a sí mismo, para conocer el mundo”[2].

Sin embargo, siendo esto lo más evidente (como también se ve en sus claras denuncias a la represión genocida de Videla y Cía., como la que hay en sus cuadros -que no integran la actual muestra- El regreso de los dinosaurios o Sobre una blanca pared), la alusión directa a la sociedad y sus actores (de los sectores políticos, económicos y financieros, militares, religiosos y populares) incluye además una dimensión más “abstracta” o simbólica. Al decir de Santana:

“… desde la autenticidad de la contingencia de su propia vida, desde el lado consciente de su toma de posición, Gorri señaló sus obsesiones, algunas de las grandes encrucijadas del tiempo que nos tocó vivir. Reclamos de justicia, burlas del hedonismo consumista, señalamientos de la miseria, estigmatizaciones del poder, que como dije alguna vez en otro texto, traza el mapa del dolor o la alegría. Pero esto serían las caras más visibles de su arte; para decirlo de algún modo, lo más periodístico, y Gorriarena amaba las actualizaciones que le proporcionaba el periodismo. Pero, ¿qué hacemos con la vitalidad, el goce, y la alegría que cada una de sus telas, aun hablando de lo más tenebroso, manifestaban? ¿Qué hacemos con la multitud de detalles que cubren sus obras como un canto secreto? Entramos y salimos en la demencia de un sentimiento que también significa una explicación”[3].

Hace unos años, ante la pregunta “¿La pintura sirve para algo?”, Gorriarena contestó: “Si hablamos de ‘servir’ en el sentido de ‘solucionar’, no sirve. (…) Creo, sí, en la fuerza expresiva de la pintura. En ese punto no hay con qué darle”[4]. Gorriarena es entonces un cronista; un “periodista” de nuestra sociedad. Y también un profundo artista que percibió la vida (el paso del tiempo) a través de los colores -o más precisamente: con ellos mismos-, mostrando la vida y sus situaciones.

La muestra del Centro Cultural Recoleta puede ser un buen primer acercamiento a la obra de Gorriarena.

* Las fotos, pertenecientes a la muestra en el Centro Cultural Recoleta, fueron tomadas por Demian Paredes.


A continuación expondremos brevemente algunas notas (recuperando declaraciones y artículos) sobre su vida y trayectoria.

Los inicios

Gorriarena nació en 1925, el 20 de diciembre, en un hogar humilde. En un reportaje comentó así sus inicios en los estudios y la actividad artística:

“A los 18 años fui a la Escuela de Bellas Artes en Buenos Aires. Ahí me hice de buenos amigos y tuve profesores extraordinarios, como Antonio Berni y Lino Enea Spilimbergo. Cuando ellos se fueron de la escuela, yo también me fui. Había mucha mediocridad, y yo me aburría. Así que empecé a buscar mi propio camino, mi estilo, mi forma particular de hacer arte. Tenía una buena base como para empezar”[5]. Otro importante maestro que tuvo fue Lucio Fontana.

Cuenta Gorriarena en un texto: “A los pocos años abandoné la escuela y proseguí mis estudios con el pintor Demetrio Urruchúa -un ejemplo de vida-, el ‘anarquista’ enrolado en un importante grupo de pintores sociales.

Muy joven recuerdo a algunos de los más importantes pintores argentinos con sus obras colgadas en los pasillos más oscuros del Salón Nacional y a la mediocridad resplandeciendo de mediocridad bajo las luces. Por aquella experiencia de los mejores supe que había que trabajar largos años (…).

De ese modo presentí que una cosa es el mundillo cultural (en el que por supuesto yo también estoy inscripto) y muy otra el real campo de la cultura”[6].

Gorriarena comenzará a exponer desde 1949, y en su obra expresará, las décadas siguientes, su compromiso de artista -con su obra- y de hombre íntegro -con la sociedad- ante los bruscos cambios que se avecinarían.


Las décadas de 1960 y ‘70

Entre 1960 y 1964 participará de las exposiciones colectivas del Grupo del Plata en la Galería Peuser y la Galería Velásquez; en el Museo Provincial de Bellas Artes (de Tucumán) y en Los Independientes, entre otros.

Luego se integrará al equipo del mítico proyecto La Rosa Blindada, que estaba dirigido por José Luis Mangieri y Carlos Alberto Brocato.

Mangieri, en 2007, al momento de la muerte de Gorriarena, recordó aquella experiencia:

“Participó en aquella mágica aventura que fue la editorial, revista y discográfica La Rosa Blindada que, como era de esperar, (la) clausuró un general: esta vez Onganía. Pero aquella generación sesentista tenía un lema: ‘Jamás podrán con nosotros’. Y sí, en estos últimos años volvimos a sacar La Rosa con un poemario de Tuñón –Demanda contra el olvido–, cuya tapa le pertenece. Otra vez”. Para Mangieri, Gorriarena “Fue un excelente caricaturista político en el diario La Hora del Partido Comunista, al que en aquellos tiempos pertenecía como todos; firmaba como ‘Riago’. Después nos echaron, como correspondía (…)[7].

A tono con la radicalización política y social, será parte del Salón Homenaje al “Che” Guevara realizado en la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos (SAAP). Ya un año antes había participado de obras de carácter eminentemente político. León Ferrari así lo recordó:

“Lo conocí a Gorri en el año ‘66, cuando se estaba organizando una muestra de homenaje a Vietnam en la galería Van Riel, que fue una de las primeras colectivas de apoyo a Vietnam, y ahí nos hicimos amigos.

Después nos encontramos en otras colectivas como el Homenaje al Che en el ‘67 en la SAAP. Eran todos cuadros iguales con la silueta del Che y cada uno tenía que pintarla como se le ocurriera. Pero a la policía no le gustó y estuvimos más de dos horas encerrados junto a los cuadros. En el ‘69 volvimos a encontrarnos en Malvenido Rockefeller, también en la SAAP”.

Ferrari destaca “la coherencia y la continuidad que siempre tuvo en sus ideas y el coraje. No sólo pintaba fuerte y nuevo sino que lo hacía con los militares encima. Fue uno de los que se quedaron cuando Videla en la Rosada, como Diana Dowek y Norberto Gómez, que seguían pintando sin temerles a los chupaderos”[8].

En los años 1971 y 1972 residirá en Madrid, volviendo a la Argentina para la inminente apertura democrática (la “primavera camporista”).

Con el golpe militar de 1976 Gorriarena no abandonará el país, ya que se había impuesto como deber, seguir pintando y exponiendo, más allá de los riesgos. Explicaba:

“… tenía familiares cercanos muertos, amigos muertos. Tenía un problema moral, mi hija había tenido que irse del país, mi hijo se fue después. Yo quería dormir tranquilo. Tenía tanto miedo como los demás pero me impuse como un deber exponer todos los años”[9].


Posdictadura

Gorriarena entonces expuso, una vez al año, durante los años de la dictadura. Esta instancia se convirtió en una reunión muy esperada por quienes seguían en la Argentina y no se habían autoexiliado, como una suerte de “encuentro necesario”. Luego, Gorriarena sería uno de los artistas más activos en la lucha en pos del regreso del régimen democrático.

Pese a haberse hecho peronista, tras su paso por el burocrático y autoritario PC, no dudó en referir en muchos cuadros la frivolidad, el consumismo y la “farandulización” de la política (burguesa) en los ’90: la “pizza con champán” de la “fiesta” menemista (o en otras palabras, la venta de nuestro patrimonio nacional a los capitales imperialistas). En una entrevista ya citada decía:

“... el show lo tiñe todo. Este vómito agridulce nos salpica. Todo el mundo representa o cree representar... Ud. quiere cosa más gris que un pintor... Uno de estos días solo faltara televisar el coito de una pareja de recién casados famosos...”[10]. En la crítica incluía a los artistas:

“Esto (el show) se ha agigantado en los últimos años... Extrañamente o no el crac del mundo socialista que decapitó lo poco que aun restaba de la épica de más de un siglo, es parejo al desmedido avance de los mundillos culturales... Algunos artistas parecen modistos de una corte inexistente. ¿Cuántas veces se parte de antiguos aportes de las vanguardias para acoplarnos a una desvitalizada visión del mundo? Es como si el contexto...

(revista) SIC- ¿A que denomina Ud. contexto...?

G: - A todo lo que rodea al artista... Paso a paso nos estamos convirtiendo en los principales enemigos de nosotros mismos. Obras de aparente complejidad no tienen de parte de sus realizadores argumentos sólidos. En un mundo prácticamente sin filósofos nosotros vamos descartando el sentimiento, la vitalidad... Es como si una fuerza irresistible nos empujara cada vez mas fuera de lo que ha sido realmente lo nuestro y nos compulsara a llenar aquel espantoso vacío...

SIC- ¿A que vacío se refiere...?

G: - AI que dejaron aquellos que tendrán que explicar, conceptualizar y, de algún modo, ‘ordenar’ el mundo”[11].


Podríamos estar varias páginas mencionando la cantidad de muestras que realizó Gorriarena en Argentina y en el exterior. Alcanzará con decir, a modo de resumen, que su vasta carrera incluyó más de una treintena de exposiciones individuales y más de doscientas colectivas. Mencionemos sólo algunas del último período:

En 1985 se montó “Carlos Gorriarena 64/85”: una exposición retrospectiva en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori de Buenos Aires. Participó el mismo año de la exposición itinerante “Realismos, tres vertientes”; la “Semana Cultural Argentina en la URSS” y la “Exposición itinerante de Pintura Argentina, México y Venezuela”. Obtuvo el segundo premio de pintura del Salón Nacional de ese año y el primer premio de Pintura Unión Carbide (Argentina).

En 1986 obtuvo el “Gran Premio de Honor” con Pin-pank-punk en el Salón Nacional.

En 1990 recibió el “Premio al Mejor Artista ‘89” otorgado por la Asociación Internacional de Críticos de Arte (sección Argentina).

En 2000 participó del “Arte BA”, como Artista homenajeado, y de la Primera Bienal Internacional de Arte en el Museo Nacional de Bellas Artes.

En 2001 llegará “Cuarenta años de pintura”: una muestra antológica en Museo Nacional de Bellas Artes.

En 2006, “Gorriarena. 80 años”, en la Galería Thomas Cohn, de San Pablo (Brasil). Ese mismo año: “Romper la pared. 30 años, con memoria”, en el Museo de Arte y Memoria, de la ciudad de La Plata. También, “Pinturas”, en la AMIA.

El Museo de Arte Contemporáneo de la provincia de Santa Fe exhibió, ese mismo año, “Carlos Gorriarena. Una mirada contemporánea. Pinturas y dibujos”.


Como dijimos, Gorriarena luchó por la apertura de la democracia y, con el advenimiento de ésta, reabrió su taller, donde (re)comenzó a dar clases hasta el año 2007, hasta el momento de su muerte -que ocurrió en La Paloma, Uruguay-.

Su obra, colorida y descarnada a la vez retrata la ilusión (¿y la decepción?) de un país que recorre, con sus altibajos políticos y sociales, la segunda mitad del siglo XX. Un siglo que ya se fue, a diferencia de la obra del “Gorri” que queda como un valioso patrimonio artístico, junto a nuevas obras[12], que surgirán de muchos de sus amigos y discípulos.


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