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Cultura

SOBRE LA OBRA HIJA DE LA DICTADURA ARGENTINA

Con una valija llena de recuerdos (dolorosos)

Estrenada recientemente, Hija de la dictadura argentina es un unipersonal, una obra donde se revisita el Buenos Aires previo y pos golpe del ’76. Allí, en medio de paseos por heladerías Freddo, calles y colectivos funcionando “en orden”, Lucila Teste cuenta acerca de sus padres, detenidos-desaparecidos.

Demian Paredes

19 de febrero 2009

Estrenada recientemente, Hija de la dictadura argentina es un unipersonal, una obra donde se revisita el Buenos Aires previo y pos golpe del ’76. Allí, en medio de paseos por heladerías Freddo, calles y colectivos funcionando “en orden”, Lucila Teste cuenta acerca de sus padres, detenidos-desaparecidos.

Con una puesta en escena acorde a un monólogo autobiográfico, utiliza algunos recursos (una pantalla de video -que nos muestra al inicio los programas infantiles de los ’70-, algunos juegos de luces y sombras, una valija con recuerdos-símbolos: una bandera argentina, un gorro militar, un hábeas corpus presentado por su abuela en la dictadura) para trazar en paralelo su experiencia personal, con la política del país.

En el programa, la misma actriz explica que quiere “contar su historia. Nada más”. Y realmente es eso: porque mucho público que quiera saber “qué pasó”, no encontrará en esta obra más que lo que superficialmente se sabe desde hace años: que los militares asesinaron a 30.000 compañeros y compañeras; que hubo miles de detenidos y torturados; que hubo miles de exiliados y el robo a mansalva de los bebés de los detenidos –aunque en algunos casos quedaban abandonados en la misma casa violentada-. La protagonista es una víctima más… y se pregunta “¿por qué?”. Sabiendo que sus padres fueron militantes (estudiantes universitarios de derecho, solidarios con las luchas de entonces), sin embargo se pregunta “¿por qué?”. Y es en este punto, donde se une la tragedia personal y la tragedia política (social), donde la obra hace agua: porque no se entiende a qué viene la repetición del poema de Juan Gelman “Confianzas” –recitado por la voz en off de la actriz Cecilia Roth– acerca de que ni un poema ni mil harán la revolución ni se tomará el poder –en una suerte de reafirmación de la labor de un poeta–. ¿Pero si en la obra misma Lucila cuenta que además de ser un hombre como cualquier otro, su padre “leía a Lenin”? Es decir que su padre y madre, como miles de luchadores de la época, sí querían tomar el poder. El objetivo del golpe contrarrevolucionario fue destruir a quienes querían tomar el poder –respuesta que lamentablemente no se da en esta “experiencia compartida” entre la actriz y el público1.

En síntesis, se trata de una obra que, desde la dura experiencia personal “hace catarsis” –como pretende la actriz– pero de manera hermética: porque el espectador queda sin respuestas al “por qué”: al porqué la generación del ’70 sí querían tomar el poder (y con mucho más que poesía).

Hija… está a tono con los “derechos humanos light” de los últimos años.
En este caso, el arte quedó por detrás de la “simbólica” y “reparadora” política Estatal. Quien vaya a presenciar la obra para saber cuáles son los resultados de la dictadura, saldrá con muy pocas respuestas.
La obra –ya estrenada hace cuatro años en España, donde reside la actriz– continúa, dos viernes más, en el Centro Cultural de la Cooperación.

Prensa

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