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HISTORIA

A 33 años de Malvinas, continúa el debate

Gabriela Liszt

9 de abril 2015

A 33 años de Malvinas, continúa el debate

Este aniversario estuvo cruzado por las provocaciones de la BBC de Londres, el anuncio del envío de mayor armamento, de las petroleras inglesas del encuentro de reservas de petróleo y gas en las islas y las revelaciones de espionaje realizadas por Snowden. Esto reavivó el debate sobre la guerra.
No hay dudas que las islas forman parte del territorio argentino y que la reivindicación de su devolución es totalmente legítima y con otras medidas antiimperialistas, forma parte de nuestra verdadera liberación de las grandes potencias. Sólo proimperialistas como Macri pueden decir que recuperar las islas “sólo agregaría un gasto más”. Para la mayoría de la población es un reclamo legítimo.
No fue el antiimperialismo lo que impulsó a los militares a ocupar las islas sino una aventura para desviar el creciente cuestionamiento a la dictadura del conjunto de la población. Los militares demostraron para siempre su incapacidad para vencer a los ingleses porque siempre su enemigo principal es “el enemigo interno”. El “enemigo externo” sólo existió para combatir junto a los yanquis en Centroamérica o para participar de la invasión a Irak secundando a la flota británica.

¿Quiénes fueron los “héroes de Malvinas”?

 Cuando hablan de “los héroes de Malvinas”, los defensores de las FF AA y la “patria” igualan a los militares de carrera con los conscriptos y no reconocen que los más altos mandos, que incluían a genocidas cono Menéndez y Astiz, daban por derrotada la guerra antes de que empezara y su actuación fue totalmente cobarde.
Gran parte de la población se solidarizó con los soldados, pero luego se supo que la mayoría de las donaciones no llegaron a destino. También que a los soldados (sin ningún entrenamiento) le daban el peor armamento. Menos conocido es el silencio que les impusieron a su regreso, encerrándolos por más de un mes, aislándolos de la población, impidiendo que fueran homenajeados por ésta a su regreso y que contaran su verdadera experiencia. Ésta incluyó “Torturas, estacamientos, violaciones y otros tratos inhumanos. (…) En el año 2007 iniciaron 120 denuncias…”. Según el informe Rattenbach1 fueron 80 militares los que ejercieron estas crueldades.
Los genocidas Rico y Seineldín (los supuestos “nacionalistas”) sólo se levantaron años después para reclamar su impunidad, consiguiendo la Obediencia Debida y el Punto Final con Alfonsín y los indultos de Menem. La impotencia y el silencio impuesto a los soldados generaron más suicidios que los muertos en la guerra. Durante años no contaron con ayuda del Estado ni para sus secuelas ni para tener un trabajo digno.

¿Cuáles fueron las lecciones de la guerra?

La discusión se genera sobre todo cuando hay que definir una posición ante la guerra como hecho consumado y cómo serán recuperadas. Había sólo dos trincheras: o se estaba con el imperialismo inglés, gobernado por una supuesta democracia tutelada por una monarquía. O se estaba por el triunfo de Argentina, echando a los imperialistas ingleses que seguían obteniendo ganancias a través de sus bancos y monopolios. Con un ejemplo similar Trotsky decía: “En Brasil reina ahora un régimen semifascista al que todo revolucionario no puede ver más que con odio. Supongamos, sin embargo, que el día de mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. ¿De qué lado se ubicará la clase obrera en este conflicto? En este caso, yo personalmente estaría junto al Brasil ‘fascista’ contra la ‘democrática’ Gran Bretaña. ¿Por qué? Porque no se trataría de un conflicto entre la democracia y el fascismo. Si Inglaterra ganara, pondría a otro fascista en Río de Janeiro y ataría al Brasil con dobles cadenas. Si por el contrario saliera triunfante Brasil, la conciencia nacional y democrática de este país cobraría un poderoso impulso que llevaría al derrocamiento de la dictadura de Vargas. Al mismo tiempo, la derrota de Inglaterra asestaría un buen golpe al imperialismo británico y daría un impulso al movimiento revolucionario del proletariado inglés. Realmente, hay que ser muy cabeza hueca para reducir los antagonismos y conflictos militares mundiales a la lucha entre fascismo y democracia. ¡Hay que saber descubrir a todos los explotadores, esclavistas y ladrones bajo la máscara con que se ocultan!”. (León Trotsky, “La Lucha antiimperialista es la clave de la liberación, Escritos Latinoamericanos, Ediciones CEIP).
Una vez desatada la guerra no había lugar para “terceras posiciones”. Si se estaba por la “paz” (como vino a pregonarnos Juan Pablo II) o la derrota de Argentina, como finalmente pasó, se fortalecía la “dama de Hierro” Thatcher (que luego derrotó a la gran huelga minera de 1984) y se fortalecía el imperialismo de conjunto (lo que dio pie al neoliberalismo).
Los mismos altos mandos ingleses años después aceptaron que la gran distancia de su base territorial, la falta de abastecimiento y la resistencia inesperada de los soldados argentinos hacía muy probable que perdieran la guerra. La misma Thatcher lo reconoce en sus memorias.
Las FFAA sólo fueron útiles para los golpes militares. De ninguna manera para rechazar la agresión pirata y ni hablar de liberar al país de la ingerencia imperialista. No querían enfrentarse realmente al imperialismo ni convertirse en los adalides de la liberación latinoamericana. No querían tocar a los “inversores ingleses” en nuestro territorio que seguían mandado capitales a la metrópoli para que siguiera comprando armamento para los militares ingleses. Por eso, la única forma de dar una verdadera batalla para ganar la guerra era que su dirección pasase a manos de la clase trabajadora que no estaba atado con ningún interés imperialista. La derrota agudizó la crisis y caída de la Junta Militar. Sin embargo, con la ayuda de los partidos patronales como el PJ, la UCR e incluso “izquierdistas” como el PC, lograron que los militares siguieran gobernando un año más con genocidas como Reynaldo Bignone.

Las consecuencias de la derrota

La derrota, la llamada “desmalvinización” de los argentinos (creer que era imposible enfrentar al imperialismo y mejor olvidarse del tema), permitió a los gobiernos burgueses alimentar la posición de que estar a favor del triunfo militar argentino era apoyar a las FF AA genocidas. La única política luego de la derrota fue acudir a los organismos internacionales (donde siempre tienen el poder de decisión las grandes potencias). Mientras seguían los discursos, durante estos 33 años, Inglaterra armó a la isla como nunca antes y los monopolios ingleses aumentaron su expoliación tanto en Malvinas como en el conjunto del país. Los K mantuvieron los acuerdos de explotación pesquera que favorecía a los ingleses que incurrieron incluso por fuera de los límites fijados.
El kirchnerismo continuó esta política pero haciendo duros discursos con cierto tinte antiimperialista, pero como afirmó Cristina en su discurso del 2A frente al espionaje inglés, éste no tenía razón de ser ya “que los argentinos no somos un peligro para nadie”. Por primera vez el Centro de Veteranos y excombatientes no asistió al acto oficial. Mientras el HSBC, Nobleza Piccardo, Unilever, Shell, la minera La Alumbrera, British Petroleum y tantas otras multinacionales inglesas siguen haciendo millonarios negocios en territorio argentino.

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