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Debates

Debate con el MIJD y el movimiento piquetero combativo

29 de diciembre 2003


Raúl Castells es el máximo dirigente del MIJD y el principal referente público de los llamados –por la prensa burguesa– piqueteros "duros". Con centro en la zona sur del Gran Buenos Aires, su movimiento creció a partir del reclamo de ayuda social y alimentos a los supermercados. Castells pagó con su prisión –bajo Menem, De la Rúa y Duhalde– la osadía de encabezar muchas de estas movilizaciones. Por esta causa lo defendimos realizando una gran campaña por su libertad. Primero fue parte de la CCC y luego, a la cabeza de su propio movimiento constituyó una alianza, la ANT, con el Polo Obrero y el MTL –alineado con el PC– en la que predomina su orientación política.
Trabajadores y pobres
En su discurso público, Castells señala cómo las clases dominantes le tienen miedo a los pobres y que la campaña antipiquetera está motorizada por este temor. Según Castells, los "empobrecidos" son el "otro poder" del país y los piqueteros su representación política.
Pobreza generalizada y desempleo masivo son los nuevos problemas estructurales de la Argentina capitalista, al calor de cuyo desarrollo fue creciendo el movimiento piquetero. Asumiendo la existencia de dos Argentinas bien diferentes en sus realidades y necesidades, Castells intenta ubicarse como expresión política de los pobres, figura que opone a la de "clases dominantes". Este sería el nuevo eje del conflicto social y político. La clase obrera como sujeto de la lucha de clases quedaría borrada del horizonte. Esto no es una discusión menor para quienes nos reivindicamos socialistas, si se tiene en cuenta que la fuerza de los asalariados, unida a la de sus hermanos de clase los desocupados concentra –por su papel fundamental en la sociedad– el poder social decisivo, la capacidad de paralizar la producción y la circulación del capital, de derrotar al sistema.
Para el MIJD ellos son el "movimiento de las clases pobres de este país".1 Las "clases pobres" son una vaga definición, que le hacen perder a los movimientos de trabajadores desocupados su identificación con la clase obrera y su lucha. Los piqueteros surgieron en el país como expresión de la lucha por el trabajo –como en Mosconi o Cutral Có de las entrañas de los ex obreros de las petroleras– constituyendo un paso adelante en el camino de la reconstitución de la clase obrera argentina.
Expulsados de la fuerza de trabajo por la crisis y las necesidades de ganancia del capital, proscriptos de las organizaciones sindicales por la burocracia, los desocupados que en los orígenes crearon el movimiento piquetero exigiendo trabajo genuino, hoy no deben ser separados ideológicamente de su clase, por una concepción que los exalta como pobres, presentándolos como un sujeto distinto al de sus hermanos de clase con empleo, que sufren la caída de su salario, el empeoramiento de las condiciones de trabajo, el látigo del patrón en la espalda bajo los ritmos de la superexplotación.
Planes y trabajo
Si como piensa el MIJD los piqueteros son el "movimiento de los pobres" cuya necesidad más urgente es la subsistencia frente a la pobreza, la política piquetera consecuentemente es guiada a la exigencia de planes Jefas y Jefes y de la ayuda social. Así la difusión de un programa que plantee el gobierno de los trabajadores y el trabajo genuino –como el que levantamos los concurrentes al acto del 20 en la Plaza–, no actúa como una guía para la acción de los movimientos de lucha sino como un aditamento político que complementa una práctica de presión sobre el Estado. Esta es la orientación casi exclusiva que los movimientos aliados del MIJD han copiado como propia. Esta relación establecida con el poder político limita al movimiento piquetero combativo, atravesados por la contradicción de que son rehenes de la trampa clientelar del poder estatal.
El reemplazo de la lucha por trabajo genuino, por la sola demanda de los planes de empleo, dificulta la tarea de superar la brecha entre ocupados y desocupados. Entre el temor a la crisis y el desempleo, la acción de la burocracia y la campaña mediática y del gobierno, los trabajadores ocupados se encuentran pasivos y hasta en algunos casos hostiles con los piqueteros. La orientación pregonada por Castells abandona la lucha por ganar influencia en la decisiva clase obrera dejando el dominio político e ideológico sobre la misma a la exclusividad de la burguesía y la burocracia sindical. Con esta última recordemos que tuvo una relación fluida con el moyanismo incluso cuando éste estaba muy cuestionado en el fragor del que se vayan todos, llegando a romper un acto en común de piqueteros y la izquierda (el 17/03/02) por defender que Piumato hiciera uso de la palabra –contra la voluntad de todos los organizadores– y acompañando al camionero en el acto (del 22/05/02) que fuera la culminación de un semiparo que una semana antes se había suspendido (caso único en el mundo) por lluvia.
¿Que Argentinazo?
El MIJD habla del Argentinazo y dice que el gobierno de los trabajadores es su objetivo. Castells presentó en varias ocasiones frente a los medios su idea de levantamiento graficado en un movimiento como el 17 de octubre de 1945. Esta fecha es el emblema histórico de la constitución del "pueblo peronista": de huelga general obrera a movimiento de apoyo a un líder burgués nacionalista. Imposibilitados de encontrar una figura local semejante con quien repetir esta gesta, el ejemplo al que aspira el MIJD se corporiza en el "nacionalismo" burgués de Hugo Chávez. En la prensa del MIJD,2 la dirigente Nina Pelozo da cuenta de su viaje al Congreso Bolivariano y presenta al gobierno de Chávez en Venezuela como cabeza de "un proceso realmente revolucionario" opuesto a "los ricos y el imperialismo".
Otro ejemplo de esta estrategia se refleja en Bolivia donde Ovidio Pepe, otro de los referentes del MIJD, ofreció al MIP de Felipe Quispe fuerzas militantes para trabajar en común en un futuro levantamiento.3 ¡Qué paradoja!, Castells, que fue muy criticado por señalar en su discurso del 4 de noviembre que "no alcanza" con tirar un presidente como en Bolivia y Argentina sino que hay que "tomar la casa de gobierno", busca la alianza con Quispe, uno de los responsables de que el movimiento obrero, campesino e indígena no terminara de derrotar a la burguesía y hacerse del poder. Estos liderazgos burgueses y populistas son un escollo para la victoria de la clase obrera y el pueblo pobre, un obstáculo a enfrentar para luchar por el gobierno de los trabajadores.
Politica clasista o populista
Al asumir la idea de un movimiento de "las clases pobres", donde conviven distintas capas y sectores sociales junto a sectores bajos de los trabajadores, se borran las fronteras que una concepción y política clasista le impone a la burguesía dentro de una alianza de clases explotadas. A su vez en su apelación al "pueblo" pobre como savia de la Nación, Castells se acerca mucho a resaltar los llamados típicos de los liderazgos burgueses de tipo populista y bonapartista, quienes buscan constituir una alianza entre el capital y el trabajo.
Hay que asumir que si para Castells el sujeto revolucionario es el pueblo empobrecido, su prédica es a favor de un Argentinazo de matriz plebeya. A lo largo de la historia, el pueblo pobre fue base combatiente de las revoluciones modernas pero no logró nunca establecer su propia salida. Siempre careció de independencia con respecto a las clases fundamentales de la sociedad capitalista, la burguesía y el proletariado.
Las condiciones de existencia generadas por la pobreza extrema en Argentina abren posibilidades para la lucha de los más pobres y con ella para la alianza con la clase obrera. Si esta última no da una respuesta contra la pobreza que padecen sus hermanos de clase, empuja a que los pobres busquen la protección del Estado. Siguiendo este camino se fortalecen las tendencias a la convivencia junto al Estado capitalista. Esta es la apuesta política que con el aparato clientelar por un lado y el cerrojo de la burocracia en la clase obrera por el otro, sostiene el peronismo contra los movimientos piqueteros.
La lucha por el gobierno de los trabajadores –que Castells asume como fin propio– no puede estar desligada de la oposición al Estado burgués, del enfrentamiento político e ideológico con el mismo. La constitución de una alternativa política –que muchos oradores en la Plaza del 20 señalaron como necesaria– no debe ser puesta en función de ocupar el "espacio" de la "oposición política" al gobierno de Kirchner, sino como un intento de avanzar en la independencia política de la clase y en luchar por conformar una fuerza social unificada de la clase trabajadora, antagónica al capital, que teja alrededor suyo una alianza de clases explotadas, capaz de –mediante una revolución– derrotar a la burguesía y su Estado y reorganizar alrededor de sus propios organismos de democracia directa, un nuevo Estado de los trabajadores.
Con esta perspectiva es que, desde el PTS, venimos insistiendo en la necesidad de poner en pie un movimiento político de trabajadores, que construya una fuerza política superior a las existentes de las organizaciones obreras combativas, los movimientos piqueteros y de lucha y de la izquierda obrera, para pelearle la base de los trabajadores ocupados y de la gran mayoría de los desocupados al peronismo y la burocracia sindical. Junto a ello sostenemos la necesidad luchar por coordinadoras de ocupados y desocupados, para desarrollar el frente único obrero y la lucha por un programa de clase como desarrollamos en otras páginas de este mismo número.
El PO habla en su última prensa de"homogeneizar"4 políticamente su alianza con el MIJD y el PC, llamándolos a constituir –en su discurso de la Plaza– una "alternativa política" (¿de qué tipo y de qué clase?). En dos años de relación con Castells en la ANT jamás llevó adelante ningún debate serio sobre las orientaciones y políticas de su aliado. Esta ausencia de delimitación, y el llamado actual, nos habla del grado de subordinación política a una estrategia hostil hacia la independencia de clase.
Reiteramos nuestro llamado inicial a desarrollar el debate mientras impulsamos el frente único y la acción común en la lucha.
1 Dignidad N° 95. Diciembre 2003.
2 Idem.
3 Idem.
4 Prensa Obrera 831. 24/12.

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