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Según Marx...

Democracia burguesa y Democracia obrera

17 de agosto 2006

En los artículos anteriores vimos con Marx, cómo mediante el Estado, la burguesía presenta sus propios intereses particulares (defensa de la propiedad privada de los medios de producción) como intereses de todos, por “encima” de la lucha de clases, pero que cuando ésta surge se vale de destacamentos especiales armados como la policía, la gendarmería, el ejército, etc. para defender sus intereses frente a los trabajadores y el pueblo. 
También vimos como, coherentemente con esto, la burguesía concibe la democracia como un régimen en el cual los trabajadores “no deliberan ni gobiernan sino a través de sus representantes”. Elegidos cada cuatro o seis años, estos supuestos “representantes” se “independizan” por encima de sus “representados” para garantizar los negocios de los capitalistas.
Todas estas características que hacen que el Estado se sitúe “por encima de la sociedad” están de acuerdo con la dominación sobre las grandes mayorías obreras y populares de una clase minoritaria que tiene el poder económico (propiedad de los medios de producción) como es la burguesía.
A diferencia de ésta, la clase obrera necesita que la sociedad se alce por encima del Estado, y no a la inversa, para garantizar el dominio de la gran mayoría sobre la minoría de explotadores. Por lo sustancial de esta diferencia, Marx decía que “la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines” (La Guerra Civil en Francia).
 Esto significaba para Marx: por un lado que los trabajadores tenían necesariamente que quebrar el poder del Estado mediante una revolución violenta y destruir las instituciones ideadas para la dominación de clase de la burguesía; y por otro lado que la clase obrera para alzarse como clase dominante debía poner en pie instituciones propias, acordes a sus propios intereses si aspiraba a terminar con la explotación capitalista.
  Marx encontró en la experiencia de los obreros insurrectos de la Comuna de París de 1871, que se proponían expropiar a los expropiadores, la formulación concreta de estas tareas: “la Comuna –decía- era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de ella la emancipación económica del trabajo” (La Guerra Civil en Francia).
 Ahora bien, ¿Qué aspectos resaltaba Marx de la Comuna de París?
 En primer lugar, el hecho de que en su lucha los comuneros deshicieron el ejército permanente y lo reemplazaron por el pueblo en armas formando la Guardia Nacional que estaba compuesta principalmente por obreros. Esta característica mostraba de por sí el carácter democrático del nuevo gobierno obrero. La clase obrera no necesitaba un destacamento armado especial diferente de los trabajadores mismos, no había necesidad de proteger ni la propiedad privada, ni nada de las grandes mayorías. Al contrario, eran éstas las que debían protegerse de los intentos de la minoría burguesa de volverlos a sumir en la explotación. Por eso el primer decreto de la Comuna fue transformar esta situación que había surgido de las necesidades de la lucha misma en una situación permanente.
 En segundo lugar, la Comuna terminó con la máxima de la democracia burguesa de que los trabajadores no deliberan ni gobiernan sino a través de sus representantes. Todos “los representantes”, que se reunían en consejos municipales según los distritos de París, tenían mandato imperativo de sus “representados” y eran revocables en todo momento por éstos. Es decir, si en la democracia burguesa el trabajador luego de votar tiene que “cruzar los dedos” durante varios años para que el “representante” cumpla con sus “promesas”, que dicho sea de paso nunca se cumplen, en la Comuna tenía la posibilidad de destituirlo en el mismo momento en que considerase que el “representante” no se atenía a lo que se le había mandatado.
 El avance de los comuneros en instaurar una democracia de los trabajadores no se detuvo en estas dos medidas fundamentales. En los próximos artículos seguiremos desarrollando junto a Marx las características principales de esta experiencia y terminaremos esbozando algunos elementos de los posteriores desarrollos de la democracia obrera en el siglo XX.

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