En medio de una carrera electoral dominada por la candidata oficial que es una verdadera abanderada de los empresarios y una derecha dividida que, sin embargo, no difiere en lo sustancial con el actual modelo de dólar alto y salarios bajos, hemos dado un primer paso en unir fuerzas en la izquierda para estas elecciones con el frente entre el PTS, el MAS e Izquierda Socialista.

Este paso tiene importancia en función de poder dirigirnos a millones que aún confían en el gobierno de Kirchner y en las variantes patronales. Aun siendo numéricamente minoritaria en la clase trabajadora y los sectores populares, la izquierda es una realidad en las luchas cotidianas como la de los docentes que se movilizan en la Santa Cruz de los Kirchner, de los activistas o delegados de base del subterráneo, telefónicos, ferroviarios, de los hospitales; y hasta en la industria, militantes obreros de la izquierda intentan organizar los lugares de trabajo en la alimentación o metalúrgicos, contra la dictadura patronal y enfrentan a los burócratas sindicales. En las universidades y colegios, una amplia franja de estudiantes de izquierda participa activamente en la lucha contra el caduco régimen universitario y el autoritarismo en los colegios. Miles de militantes de la izquierda mantienen viva la lucha contra la impunidad, luchando por la aparición con vida de Julio López, hace un año desaparecido.

Si estas fuerzas no se dirigen unificadamente para influir a millones que aún confían en el gobierno y las variantes patronales, se debe a que hay dos proyectos en la izquierda.

De un lado los que, como el MST de Vilma Ripoll, buscaron hasta último momento un frente con el cineasta Pino Solanas, co-fundador junto a Chacho ˜álvarez del Frente Grande, componente del Frepaso que se unió a la UCR en uno de los gobiernos más antipopulares que vivió el país con la Alianza de De la Rúa.
De otro lado, el frente de izquierda que hemos constituido entre el PTS, el MAS e Izquierda Socialista, tiene el gran mérito de presentar una idea clara: la necesidad de la independencia política de la clase trabajadora, y postular a la cabeza de las listas de candidatos a luchadores obreros, estudiantiles y de la izquierda, que son parte de los nuevos procesos que se vienen dando en el país.
No queremos que bajo el rótulo de una “nueva izquierda” se intenten reeditar nuevas centroizquierdas, es decir una coalición de conciliación de clases para poner a la cabeza a figuras que no responden a los intereses de la clase trabajadora, que no participan de sus luchas. No confundimos nuestras banderas con los que intentan repetir desastrosas experiencias del pasado.
Lamentablemente el Partido Obrero oscila sin rumbo entre estos dos proyectos. Mientras se autoproclama como la “alternativa obrera y socialista” y se niega a unir todas las fuerzas posibles para dar pasos hacia la independencia política de los trabajadores, muestra vacilaciones en la lucha de clases como acaba de demostrar en Santa Cruz.

Para el PTS, el paso adelante dado en la definición política de un frente por la independencia política de los trabajadores significa, en consecuencia, pelear para que la clase obrera organice su propio partido, sabiendo que éste no será el resultado de la simple sumatoria de las actuales fuerzas de la izquierda. La tarea planteada es enraizar fuertes agrupaciones en los lugares de trabajo que propongan difundir ampliamente esta idea de un gran partido de la clase trabajadora, una herramienta que se prepare para desarrollar la lucha de clases hasta terminar con la explotación capitalista.