logo PTS

Cultura

El Caballero de la Noche: una de Batman estilo Barack Obama

El Caballero de la Noche, última entrega de Batman dirigida por Christopher Nolan, es una de las más entretenidas de la zaga, desde la comandada por Tim Burton. Si en la Ciudad Gótica de Burton impactaba la estética gótica (valga la redundancia) y apocalíptica, en ésta, la ciudad-ambiente se asemeja, y no por casualidad, a una más “normal” Nueva York, hermosa, menos sombría y, sí, acosada por el terrorismo.

14 de agosto 2008

El Caballero de la Noche, última entrega de Batman dirigida por Christopher Nolan, es una de las más entretenidas de la zaga, desde la comandada por Tim Burton. Si en la Ciudad Gótica de Burton impactaba la estética gótica (valga la redundancia) y apocalíptica, en ésta, la ciudad-ambiente se asemeja, y no por casualidad, a una más “normal” Nueva York, hermosa, menos sombría y, sí, acosada por el terrorismo.

Democracia y bonapartismo en Ciudad Gótica

Batman reconoce la tendencia intrínseca de la democracia capitalista (sobre todo su fase decadente) al surgimiento de tendencias bonapartistas, es decir, a que figuras o instituciones se eleven por sobre las normas democráticas, para impartir orden vía el uso de coerción. Todo régimen constitucional conlleva, pues, figuras y normas de excepción, que permite a la clase dominante apelar a ellas cuando el “statu quo” se encuentra cuestionado, por ejemplo, por movilizaciones revolucionarias. En determinados momentos los sectores dominantes (y de las clases medias), reclaman tales salidas de fuerza.

De allí la apología del “héroe”, que emerge cuando fracasan las instituciones de la democracia burguesa (el sufragio, las fuerzas represivas) para garantizar el desempeño de la vida social y política. La Batman de Nolan acepta, pues, las tendencias bonapartistas. Batman es una figura cesarista. Un ejemplo: al correr la película, aparecen decenas de falsos bátmanes que procuran colaborar, pero Batman los desautoriza diciendo que “la diferencia entre ustedes y yo, es que no uso hombreras”. Batman no usa hombreras, sino tanques, armamento pesado, y una vestimenta resistente y ultraliviana, creaciones de una moderna empresa de tecnología militar tercerizada por la CIA , propiedad de su alter ego, el empresario filántropo Bruno Díaz. Entre otras proezas Batman se ve obligado, “excepcionalmente” a utilizar un sistema de intervención de la telefonía que permite localizar a todas las personas.

Al-Guasón

En efecto, cuando la degradada democracia “gótica” muestra su corrupción, Batman irrumpe con fuerza. Literalmente, cuando avanzan los postulados ácratas del Guasón, el murciélago apela a métodos más efectivos: lo muele a golpes en una enclaustrada estación de policía, con un aroma fétido a cárcel de Guantánamo.

El Guasón de esta Batman, bien interpretado por Heath Ledger, escapa del clásico villano materialista que asola exigiendo “X millones de dólares”, y se asemeja más a un militante movido por una crítica nihilista y destructiva de la sociedad. De allí que su labor amoral deba ser cortada de cuajo. No parece casual esta apelación, mientras aún repica sobre la elite dirigente norteamericana el ronco sonido de la caída e las torres gemelas, y los cañonazos del pantano iraquí. Esta vez el Guasón parece venir con turbante.

La esperanza humanista en un régimen inhumano

No obstante, nos parecen superficiales las críticas al film que sugieren que Batman es, llanamente, un apologista del fascismo. Nolan deposita expectativa en la labor idealista y tenaz de un nuevo fiscal general, que cree fervientemente que no puede triunfar “el mal” sobre los valores que él cree imprescriptibles. Es, digamos, un progresista. El propio Batman ve en él la esperanza de crear una situación en la que “la sociedad” no necesite más del héroe y pueda volverse previsible, llegando él a ser alguien normal.

Si la película plantea un reconocimiento vergonzante de la necesidad de apelar a figuras heroicas y decididas, y en este sentido podría ser un tributo a George Bush, los guionistas buscan, sin embargo, barnizar esto con un melancólico y tenue humanismo, que condensa el mencionado fiscal. Es lícito sospechar que la nostalgia “democrática” de Nolan, está emparentada con la esperanza efímera de transformación que trae Barack Obama, que ha impactado a Hollywood. El propio Obama, que hizo campaña con el slogan “El cambio”, sin embargo se encarga de desmentir que detrás del notable cambio cultual que significa la eventual asunción de un negro a la presidencia de EE.UU., haya un cambio de matriz de la agenda bushista. Obama, incluso, ha derechizado tanto su retórica, que a veces parece un candidato bicéfalo con el halcón Mc Cain. ¿Cómo pueden humanizarse las instituciones que consagran masacres bélicas, inéditas desigualdades sociales, explotaciones y barbaries diversas?

Dejemos a cada uno deleitarse o no con el film que aquí reseñamos. Sin embargo no nos privamos de llamar la atención que los trabajadores socialistas debemos difundir con mecanismos tan diversos como sea posible (entre ellos, claro, el cine se destaca), la necesidad histórica de conquistar un nuevo tipo de sociedad sin explotación ni opresiones, que consagre la elaboración comunista del destino de la humanidad. Lejos de la miseria capitalista, algo por lo que realmente valga la pena vivir.

Octavio

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados: