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Según Marx...

El Estado, el mito del "interés general" y la dictadura del capital

20 de julio 2006

Junto con las operaciones de suma, resta, división y multiplicación, en la escuela de cualquier país del mundo se enseña que el Estado está para defender el “interés general” o los “intereses comunes” de población. También se dice que el Estado está para “igualar las diferencias” lo mismo que el guardapolvo en la escuela pública. Aquí se nos presenta el primer problema a debatir. Justamente, porque la población no es un todo homogéneo. Efectivamente, está dividida en clases sociales. Veamos brevemente cuáles son las características y las relaciones de dichas clases sociales y qué tiene que ver esto con la existencia del Estado.
En la sociedad capitalista, la propiedad privada es un principio inviolable, además de una situación dada. Según muchos periodistas y todos los políticos patronales, la propiedad privada vendría a ser un derecho democrático esencial: así como usted puede acceder a un Renault 12, otros pueden acceder a la propiedad... de las fábricas, las tierras y los recursos naturales. Y si usted se esfuerza, estimado/a lector/a, quizás logre estar entre estos últimos, si no malgasta su salario en lujos innecesarios. No hace falta aclarar a quiénes responden los que propagan esas ideas…
 Justamente la propiedad privada es la que traza las fronteras de las diferencias de clase. Y no se trata de que algunos sean propietarios de más cosas que otros (aunque eso sea un hecho); no reside aquí la diferencia fundamental. La diferencia fundamental consiste en que mientras algunos son propietarios de los principales medios de producción (fábricas, empresas, tierras) y por tanto no están obligados a trabajar para mantenerse, otros están privados de esos medios y tienen que trabajar por un salario para garantizar el sustento propio y de sus familias. La burguesía es la clase social que agrupa a los primeros y a la clase obrera pertenecen todos los que están sometidos al trabajo asalariado (incluidos los trabajadores desocupados, privados hasta de la posibilidad de ser explotados directamente por un capitalista).
Para que un sector privilegiado pueda vivir sin trabajar, es necesaria una gran mayoría de seres humanos que no tenga más alternativa para sobrevivir, que trabajar para los primeros.
Esa contraposición de intereses es la que justifica la existencia del Estado, no como órgano de “nivelación” de las diferencias sociales, sino como órgano de dominación de una clase sobre otra, para garantizar la explotación de los trabajadores a manos de la burguesía. La prueba de esto es que todas las constituciones de los Estados modernos garantizan como un principio fundamental la propiedad privada. Y cuando hablan de propiedad privada usted puede estar seguro/a de que los que redactaron esas constituciones no estaban pensando en darle la posibilidad de comprarse un viejo Renault 12, sino en garantizar la “seguridad jurídica” tan apreciada por las empresas capitalistas.
De este modo, la idea de que el Estado debe garantizar el interés general contra los intereses particulares, esconde una realidad opuesta por el vértice: el Estado (burgués) garantiza los intereses particulares de la clase capitalista contra los intereses de los trabajadores y el pueblo, que son la mayoría aplastante de la población.
Por eso Marx sostenía en el Manifiesto Comunista que el Estado moderno es una “junta que administra los negocios comunes de la clase burguesa” y Lenin explicaba en El Estado y la Revolución que el Estado era “un órgano de dominación de clase(…) de opresión de una clase por otra” y que el Estado burgués tenía por función sostener la “dictadura del capital”. Para esto, más allá de los mecanismos de consenso y legitimación (como puede ser el sufragio, la salud y educación públicas y otros) necesita especialmente un aparato de coerción (Fuerzas Armadas y de Seguridad, cárceles) que garantice el orden para la reproducción de las relaciones sociales capitalistas. A ese tema nos referiremos en el próximo artículo de esta columna.


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