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Según Marx...

El Estado: máquina del despotismo de clase

27 de julio 2006

Como señalábamos en el artículo de la semana pasada, el Estado, lejos de ser el representante del interés general, es el que administra los negocios de la burguesía. Las relaciones de explotación no pueden sostenerse sólo presentando al Estado como representante del interés general, por eso para cuando estos tipos de mecanismos fallan, la burguesía cuenta con cuerpos armados permanentes dedicados a imponer por la fuerza sus intereses.
En este sentido, Marx decía: “El poder estatal centralizado, con sus órganos omnipresentes: el ejército permanente, la policía, la burocracia, el clero y la magistratura –órganos creados con arreglo a un plan de división sistemática y jerárquica del trabajo– procede de los tiempos de la monarquía […] Al paso que los progresos de la moderna industria desarrollan, ensanchan y profundizan el antagonismo de clase entre el capital y el trabajo, el poder del Estado fue adquiriendo cada vez más el carácter de poder nacional del capital sobre el trabajo, de fuerza pública organizada para la esclavización social, máquina del despotismo de clase.” (La Guerra Civil en Francia, Carlos Marx.)
Esta cita fue escrita luego de la primera experiencia de gobierno obrero de la historia, la Comuna de Paris de 1871. En aquel entonces la burguesía, a través de su Estado, respondió masacrando a más de 20.000 obreros. De esta manera, la burguesía, mostró que la fuerza es el fundamento básico de su dominación como lo hizo con el golpe militar de 1976 en la argentina.
Ahora bien, esta afirmación de los marxistas parecería chocar con la idea de que la represión es un hecho característico de las “dictaduras” y no de las “democracias” Pero ¿qué sucede cuando los gobiernos “democráticos” tienen que lidiar con los conflictos de clase? Veamos algunos ejemplos del gobierno de Kirchner:
Cuando los trabajadores tercerizados de Metrovías cortaron las vías del subte, fueron brutalmente reprimidos por la policía ¿por qué? Porque el corte de vías afectaba las ganancias de la empresa concesionaria del subte y porque a su vez era un desafío a la política gubernamental de pactar con la burocracia sindical magros aumentos del 19%, manteniendo un amplio sector de precarizados y en negro, no encuadrados en los convenios que corresponden.
La represión a los trabajadores de Las Heras, con torturas, allanamientos ilegales y persecuciones es otro ejemplo: la Gendarmería estaba presente en las plantas de las empresas petroleras para garantizar que los trabajadores no afectaran las ganancias de esas empresas, parando la producción.
Éstos no son hechos aislados. Hacen a la función específica del Estado. Porque sin ese aparato de coerción que obliga a los trabajadores a seguir siendo explotados, esa explotación no podría sostenerse. Vemos entonces que no sólo las dictaduras recurren a la represión directa cuando está en cuestión la propiedad privada capitalista, sino que también lo hacen los gobiernos “democráticos”. En situaciones de este tipo, el Estado, asume sin tapujos el rostro de una banda de hombres armados al servicio de la “dictadura del capital”, es decir del mantenimiento de la explotación en beneficio de los capitalistas contra los trabajadores. La diferencia es que en los gobiernos “democráticos” el recurso a la represión frente a hechos puntuales se combina con el mantenimiento de las “reglas de juego democráticas” a nivel general de la sociedad. O sea que los trabajadores tienen derecho de votar, pero no de afectar las ganancias de los capitalistas. A este tema nos referiremos en el próximo artículo.

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