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CULTURA

El fin de las migajas

PTS Neuquén

13 de marzo 2009

Transcurrido el 2008, año en que muchos renovaron sus expectativas en los remozados elencos gubernamentales, cabe preguntarse acerca de la perspectiva que adoptará la lucha de los artistas y trabajadores de la cultura ante la evidencia de estar frente a más de lo mismo, con el agravante de que la farsa muestra ya sus garras de tragedia.

Dejando de lado a los venales, canonizados directamente a dedo por funcionarios y empresarios -a falta de instituciones ‘legitimadas’ para tales fines- mediante publicaciones, contratos, sponsoreos y otras hierbas, reviste importancia el asunto entre quienes desarrollan su actividad sin el ‘amparo’ del dinero estatal o privado.
Por supuesto que el hecho de depositar ilusiones en el personal político no deriva de una vocación de ser periódicamente burlados, sino que tiene su explicación en la adaptación al escenario resultante del enfrentamiento que las clases sociales fundamentales sostuvieron durante los ’70 y a la melaza esparcida por el triunfalismo neoliberal en los ‘90: la inconmovilidad del capitalismo, de la democracia burguesa y de sus instituciones. En consecuencia, tanto los que dan fe de progresía, como los que incluso se reclaman de izquierda, sólo conciben su práctica en los marcos del régimen vigente, sin atreverse a desplegar una estrategia y un programa que lo trasciendan. Más aún, casi todos, acaso todos, tienen su foto con algún funcionario municipal, provincial o nacional.

En todo caso, el trajinar por los despachos gubernamentales y legislativos con la ilusión de ampliar así las bases para el desarrollo cultural y artístico, aún para quien no quisiera o pudiera verlo, ayer podía signifi car ‘pan para hoy y hambre para mañana’. Conseguidas algunas migajas, hoy, crisis mundial mediante, el hambre ya llegó.

Desde estas páginas nos hemos pronunciado insistentemente por la necesidad de la independencia política de los artistas, los trabajadores de la cultura y sus asociaciones. Las implicancias de este asunto constituyen un debate abierto que incluso pone en cuestión esta pretensión. Así, sobran quienes pretenden fundar esta pelea en la letra sacrosanta de la mismísima constitución provincial reformada por los partidos burgueses en el 2006, que en su artículo 107 enumera toda una serie de mentiras; a saber: a. Reconoce la interculturalidad. b. Fomenta el desarrollo de las actividades culturales. c. Crea y preserva espacios culturales. d. Impulsa la formación artística y artesanal. e. Incentiva la actividad de los artistas regionales. f. Protege y difunde las manifestaciones de la cultura popular. g. Contempla la participación de los creadores y trabajadores de la cultura junto a sus entidades en el diseño y evaluación de las políticas públicas. Si bien cabe (y constituye parte de la disputa) exigir al Estado que garantice estos derechos falsamente proclamados, reducir la lucha a este aspecto es una vulgar manera de conducirla a un callejón sin salida. A esto también contribuyen quienes solicitan un mayor compromiso del ‘capital privado’, esperando un gesto filantrópico que ya no tiene posibilidades materiales de ser.

En un escenario que agudizará sus contradicciones conforme se vayan acumulando los efectos de la crisis, se plantea como una necesidad para los artistas y trabajadores de la cultura afi lar sus organizaciones y los objetivos por éstas perseguidos. El carácter restringido de la pelea por obtener mejoras para el desarrollo profesional de su actividad específica, resultará insuficiente para afrontar las nuevas condiciones. Cada vez se hará más patente que la independencia del arte y el acceso generalizado a la cultura no vendrán de las dádivas de los capitalistas y su Estado.
Al contrario, sólo aspirando a la mayor unidad con el resto de los sectores sociales que ya ensayan las primeras respuestas a la debacle capitalista, librando una lucha sin cuartel contra el sistema imperante que posibilite las condiciones para sentar las bases de un arte y una cultura verdaderamente nuevas.

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