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Ese diablo llamado Trotsky, a 75 años de su asesinato

Guillermo Iturbide

13 de agosto 2015

Ese diablo llamado Trotsky, a 75 años de su asesinato

En 1973, el cineasta militante Raymundo Gleyzer estrenaba una gran película, llamada “Los traidores”. Se trataba de un retrato de la burocracia sindical aliada a la derecha peronista, que perseguía y entregaba a la patronal y a las fuerzas represivas a los activistas obreros de izquierda. Al comienzo del film, un burócrata enfurecido se refiere a los activistas de la lista antiburocrática de una fábrica y dice “¡esos son troskos disfrazados de peronistas!” y más adelante jurará también que los va a combatir y que no va a permitir que ondee “el sucio trapo rojo”.

El escritor Rodolfo Walsh también caracterizaba el macartismo de los sindicalistas mafiosos a partir de su odio a “los troskos”. Seguramente usted, lector de este periódico, que tal vez trabaja en una fábrica o empresa o se solidarizó en estos últimos años con los conflictos obreros, todo esto le puede sonar familiar. Tal vez se acercó y milita junto al PTS y el Frente de Izquierda y tiene una experiencia con “los troskos” pero no termina de conocer más a fondo sus ideas. Trotsky es el nombre que la burguesía le da hoy al “fantasma” de la revolución obrera, que empieza a ver cuando los trabajadores toman los destinos en sus propias manos. León Trotsky nació en Ucrania en 1879 y desde los 18 años se sumó a la militancia revolucionaria bajo las banderas del marxismo. Fue uno de los principales dirigentes, primero de la Revolución Rusa de 1905 y luego de la de Octubre de 1917.

Esta última llevó al poder a los trabajadores. Se basaba en un sistema de verdaderos parlamentos de obreros y campesinos, llamados en ruso soviets (consejos), para los cuales los trabajadores elegían a sus mejores representantes en forma directa. Así demostraban que quienes hacen funcionar toda la economía de un país también pueden gobernarlo, gestionando y planificando los recursos sin necesidad de los empresarios, para desde allí impulsar la revolución internacional en los principales países capitalistas y avanzar hacia el socialismo. Para llegar al poder, la clase obrera, dirigida por el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky, tuvo que enfrentarse no solo a los patrones sino también a su Estado e imponerse mediante una insurrección.

Para Trotsky, la lucha de la clase obrera es una “escuela de guerra” para esto, por eso decía que en cada huelga seria y combativa la burguesía ve “la hidra de la revolución”, ese monstruo de mil cabezas que renace una y otra vez a pesar de las derrotas. El aislamiento de la Revolución Rusa llevó a que en el Estado de los trabajadores en la Unión Soviética, tomara la iniciativa la burocracia conservadora de Stalin, desplazando a la clase obrera del ejercicio directo del poder. Por eso en Argentina siempre los trotskistas han sido particularmente odiados por los burócratas sindicales, porque ante ellos también representan el espectro tan temido de la democracia de los trabajadores.

Esa verdadera policía de los empresarios que son los dirigentes corruptos de los sindicatos que hace décadas que están atornillados a sus sillones. A fines de la década de 1930, el mundo se encaminaba a una carnicería brutal, la Segunda Guerra Mundial, que costó 70 millones de muertos. En la URSS dominaba la dictadura estalinista, por Europa avanzaba el fascismo. En medio de un panorama tan desolador Trotsky funda la Cuarta Internacional, un partido internacional de la revolución social, porque creía que la revolución era la forma más económica de ahorrarle a la humanidad la caída en la barbarie de los genocidios, los campos de concentración y los bombardeos que caracterizaron a la hora más oscura del siglo XX. Trotsky y sus partidarios fueron perseguidos, calumniados y asesinados por todo tipo de gobiernos, tanto por la burocracia estalinista de la URSS, como por el fascismo, como así también por las potencias imperialistas que se llamaban a sí mismas “democrá- ticas”, como EE.UU. Pocos meses después de comenzada la guerra, un agente estalinista asesinaba a Trotsky en su exilio mexicano. Los trotskistas del PTS nos consideramos orgullosos continuadores de esta tradición.

Constantemente vemos hoy cómo nuestros enemigos, a saber, los patrones, los partidos de la burguesía, el gobierno, la burocracia sindical, las fuerzas represivas, nos persiguen y nos calumnian porque saben que contamos con la única bandera de lucha de la izquierda que está limpia y no manchada por traiciones. Porque el trotskismo representa a los trabajadores, los jóvenes y a las mujeres que se ponen de pie y que consideran que tienen el derecho y el deber de reclamar para sí el mundo que les pertenece, el que construyen día a día con su esfuerzo, pero sin explotadores ni opresores.

Antes de morir León Trotsky dejó el siguiente testamento: “Fui revolucionario durante mis cuarenta y tres años de vida consciente y durante cuarenta y dos luche bajos las banderas del marxismo. Si tuviera que comenzar todo de nuevo trataría, por supuesto de evitar tal o cual error, pero en lo fundamental mi vida sería la misma. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y, en consecuencia, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos ardiente, aunque sí más firme, que en mi juventud (…) La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente.” El PTS tiene emprendimientos editoriales para hacer conocidas sus ideas, como Ediciones IPS, el Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones “León Trotsky” y la revista mensual Ideas de Izquierda.

Ya está disponible en internet un nuevo número online de esta última, con un dossier especial que busca profundizar diversos aspectos de las ideas de Trotsky, para tratar de disminuir la brecha que existe entre lo mucho que se habla de “los troskos” en la opinión pública y lo poco que se conoce de sus ideas más allá de las tergiversaciones y prejuicios que se difunden. También estamos por publicar dos libros, “La Segunda Guerra Mundial y la revolución” de Trotsky otros dirigentes trotskistas, y “El significado de la Segunda Guerra Mundial” escrito por Ernest Mandel, dirigente trotskista que participó de la guerra, con motivo de cumplirse también el 70 aniversario de su finalización.

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