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Guerra de Israel contra Libano y Palestina: Kirchner vuelve a la "teoría de los dos demonios"

3 de agosto 2006

El 20 de julio, un primer comunicado emitido por la Cancillería llamando al “cese del fuego”, muestra a las claras esta lógica. En él se señala que “El Gobierno argentino condena la intensificación del lanzamiento de misiles por parte de las fuerzas irregulares de Hezbollah contra territorio israelí, que está causando la muerte de civiles inocentes. Expresa también su más enérgica condena por el uso desproporcionado de la fuerza por parte de Israel que ha ocasionado la muerte de centenares de vidas inocentes, la destrucción de infraestructura básica y el aislamiento terrestre, marítimo y aéreo del Líbano y ha sumido al país en una grave crisis humanitaria que resulta altamente preocupante” (negritas nuestras). Mientras se acepta el argumento israelí de que sus acciones son en respuesta a los misiles lanzados por Hezbollah, sólo se cuestiona al estado sionista por realizar un “uso desproporcionado de la fuerza”, un argumento que recuerda a quienes sólo cuestionaban a los asesinos de la dictadura por haber cometido “errores y excesos” en la represión.
Tampoco hay ninguna condena expresa a Israel en la declaración común que sacaron los presidentes reunidos en la XXX Reunión del Consejo del Mercosur, sino sólo la “extrema preocupación por la dramática situación imperante en Medio Oriente y por la gravísima crisis humanitaria de la cual es victima la población civil de la región”, y hace un llamado “al inmediato cese del fuego e instan a las partes involucradas a retomar en forma urgente las vías del diálogo y la negociación con vistas a una solución justa y definitiva del conflicto”.
Finalmente, en forma escandalosa, el gobierno argentino, no condenó a Israel por la brutal masacre de Qana, un verdadero “crimen de guerra”, sino que se limitó a expresar “su profunda consternación” por lo acontecido, como consta en el comunicado oficial de la Cancillería fechado el 30 de julio.

Romper relaciones diplomáticas con Israel: una medida elemental de autonomía política respecto del imperialismo yanqui y el Estado sionista.
Israel ha podido actuar hasta ahora gracias a la complicidad no sólo de Estados Unidos sino de la gran mayoría de la autodenominada “comunidad internacional”. Como señalamos, mientras las encuestas muestran que una gran mayoría de la población de nuestro país rechaza las acciones israelíes, la posición que sostuvo el gobierno argentino ha sido vergonzosa. Hay que exigir la medida mínima elemental de inmediata ruptura de relaciones con el terrorista y genocida estado israelí.
La condena a “toda forma de violencia” que sostienen algunos sectores es una posición hipócrita, que se niega a señalar con claridad donde está el opresor y donde el oprimido en el actual conflicto, poniendo un signo de igualdad entre las acciones de un estado terrorista y las organizaciones como Hamas y Hezbollah que son parte de la resistencia nacional de sus pueblos. Más allá de nuestras diferencias políticas y estratégicas con ellas (ver artículo), decimos con toda claridad que estamos en el actual conflicto en su misma trinchera, junto a los pueblos palestino y libanés por la derrota de Israel y Bush.
El Estado de Israel fue fundado sobre la base de la limpieza étnica de la población palestina, cuestión que llevó a una diáspora de más de 4 millones de personas de esta nacionalidad. Israel es un estado confesional, donde la población de origen árabe es tratada como ciudadanos de segunda y los palestinos condenados a vivir en la miseria. Es un verdadero enclave al servicio del imperialismo yanky, que lo sostiene económica y militarmente.
Aunque hoy las acciones están centradas en el Líbano, la cuestión palestina está en el centro de los enfrentamientos entre Israel y los pueblos de la región. Como mostró el fracaso de los “acuerdos de Oslo”, la salida de “dos estados” es una utopía reaccionaria, no sólo porque Israel no está dispuesto a dar menos que migajas de soberanía (lejos de esto, ha construido el “muro del apartheid”) sino porque legitima la expulsión de los palestinos de sus tierras negando el derecho a la vuelta de los refugiados. Lo que impide la paz en la región no son las diferentes creencias religiosas de árabes y judíos, como pretenden algunos, sino la dominación imperialista y la opresión política y social que implica el estado sionista. Por ello, es preciso luchar por la expulsión del imperialismo en la región y por terminar con el opresor y racista Estado de Israel. En su lugar, la única forma de construir un estado palestino laico y no racista, donde tengan plenos derechos y vivan en paz árabes y judíos, es con una Palestina obrera y socialista, en su territorio histórico (que incluye Gaza, Cisjordania y el que ocupa actualmente el estado israelí), en la perspectiva de una Federación de Repúblicas Socialistas de Medio Oriente.
Llamamos a los partidos de izquierda con los que nos hemos movilizado en estos días, a las organizaciones de la comunidad árabe y musulmana, a las organizaciones obreras combativas y organismos de derechos humanos consecuentes, a los centros de estudiantes dirigidos por la izquierda, a organizar una gran campaña nacional por la derrota de Israel y Bush y por el triunfo de los pueblos palestino y libanés que enfrentan la opresión sionista-imperialista.


Prensa

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