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Historia

Marx y las revoluciones del siglo XIX

La Comuna de París - Cuarta Conferencia (Parte I)

23 de noviembre 2006

Esta última conferencia estará dedicada al análisis de la Comuna de París, la mayor gesta obrera del siglo XIX, finalmente ahogada en sangre por la burguesía francesa. Desde los días de 1848, hubo que esperar más de 20 años para que el proletariado volviese a insurreccionarse contra la burguesía. 

Un ciclo de crecimiento capitalista
Como señalábamos en la conferencia anterior, la hipótesis inicial de Marx y Engels luego de la derrota de la revolución alemana era que comenzaría una nueva oleada revolucionaria, más profunda aún que la del ’48, donde el proletariado se enfrentaría directamente a la burguesía en Francia, y esto llevaría a la guerra revolucionaria con Rusia, que como bastión de la reacción europea intentaría frenar la expansión de la revolución otra vez a Alemania.
Sin embargo, durante el verano de 1850, después de investigar más a fondo la coyuntura de la economía internacional y ver las tendencias a la recuperación del ciclo económico, Marx y Engels llegan a la conclusión de que en lo inmediato no era posible esperar un nuevo ascenso revolucionario. Este planteo provoca una importante crisis en el seno de la Liga de los Comunistas, ya que había entre sus miembros quienes sostenían la necesidad de organizar una nueva insurrección. Estas divergencias llevaron en los hechos a la disolución de la Liga. El pronóstico de Marx sobre la estabilización del capitalismo europeo se demuestra cierto, pero en medida mayor de lo esperado por él. Apoyándose en la derrota de la etapa revolucionaria abierta a comienzos de 1848, se desarrollará un nuevo ciclo de crecimiento capitalista que durará -aún con momentos de crisis en 1857-58, 1862-64 y 1866-67- más de 20 años, hasta 1873. En estos años, a la vera del desarrollo de la industria y los ferrocarriles, el proletariado europeo aumentará significativamente su peso social.

Las transformaciones en Francia durante el Segundo Imperio
Con Napoleón III al mando del Segundo Imperio, más allá de los discursos oficiales, la gran burguesía industrial y financiera retomó las riendas del Estado. A ellos favoreció una política que decía apoyarse en una interpretación del pensamiento de Saint Simon, no obviamente en aquellos elementos que sirvieron de inspiración a Marx y Engels, que lo ubicaron como uno de los principales socialistas utópicos. Para el emperador la dirección del Estado debía estar en manos de los grandes industriales y banqueros, quienes planificarían la economía, estimularían la producción industrial y proporcionarían el crédito necesario para el crecimiento económico. Bajo Napoleón III el Estado intervino para favorecer los negocios capitalistas: dirigió la construcción de los ferrocarriles, subvencionó a las compañías transatlánticas, organizó el crédito y apoyó la expansión industrial mediante una política proteccionista que se extendió hasta 1860, cuando firmó un acuerdo de libre comercio con Inglaterra. Impulsó la creación de nuevas instituciones que favorecieron el crédito para los industriales y puso en marcha importantes obras públicas que proporcionaron nuevos negocios a los empresarios. En todo el período, los beneficios capitalistas se vieron incrementados al quedar los salarios muy por debajo del crecimiento de los precios agrícolas e industriales. Si hasta 1850 la industria líder había sido la textil, a partir de entonces el crecimiento estará encabezado por la metalurgia y los ferrocarriles. En Francia la red ferroviaria pasó de 3.600 kilómetros en 1851 a 18.000 en 1870. Asimismo, el número de máquinas de vapor aumenta en un 400%, la producción de carbón se multiplica por cuatro y la de hierro pasa de 780.000 a 1.140.000 toneladas anuales. La población urbana también se incrementa: mientras en 1846 era un 25% del total, para 1880 va a representar el 35% de la población. Sin embargo, pese a la aparición de grandes empresas, el proceso de concentración industrial aún era limitado, predominando, incluso en París, los establecimientos pequeños y medianos.

El surgimiento de un nuevo movimiento obrero
La primer crisis dentro de este ciclo de crecimiento capitalista tuvo lugar en 1857, repercutiendo sobre industrias muy importantes de Francia como la textil y la de objetos de lujo. También fue afectada la industria de la construcción. Recordemos que esta industria había tenido un gran auge en Francia a partir de 1850, motorizada por la reconstrucción de París comandada por el barón Haussman a pedido de Napoleón III para impedir el levantamiento de barricadas y permitir el desplazamiento de las tropas y los cañones para la represión. Paradójicamente, sería de la construcción de donde surgirían los principales cuadros del nuevo movimiento.
A su vez, Napoleón III, amenazado por la creciente oposición de la burguesía a su régimen a partir del acuerdo de libre comercio con Inglaterra y por su oposición al Papado a partir de 1860, se ve obligado a otorgar ciertas concesiones en relación a las libertades sindicales y de asociación para no quedar aislado.
Fue a partir de estos años que junto con el resurgimiento de este nuevo movimiento obrero volvieron a ganar peso los viejos grupos socialistas en Francia. Entre estos grupos se destacaban en primer lugar los seguidores de Proudhon, que para ese entonces había inmunizado sus viejas tesis de cualquier atisbo de revolución, adaptándose al coqueteo, que obligado por las circunstancias, Napoleón III hacía con sectores del movimiento obrero. 
Por otro lado, estaban los sectores influenciados por Blanqui, que para aquel entonces, y como gran parte de su vida, se encontraba encarcelado por el régimen. Estos sectores eran enemigos encarnizados del imperio napoleónico y desarrollaban su trabajo en la clandestinidad. Dos de los futuros yernos de Marx (Lafargue y Longuet) pertenecían a este grupo.
Este resurgimiento del movimiento obrero no sólo tendrá lugar en Francia, sino que se extenderá a los principales países capitalistas. Producto del mismo tendrá lugar en 1864 la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores (ver recuadro). Ese mismo año se publicará en Francia el Manifiesto de los Sesenta, que sostendrá: “El sufragio universal nos hizo mayores de edad políticamente, pero nos hace falta todavía emanciparnos socialmente. La libertad que el Tercer Estado supo conquistar con tanto vigor y perseverancia debe extenderse a Francia, país democrático, a todos los ciudadanos. Derecho político igual supone necesariamente un derecho social igual”.

La guerra franco-prusiana y la revolución del 4 de septiembre
Pese a distintas concesiones que marcaron el paso del “imperio autoritario” al “imperio liberal”, el emperador no logró contener el crecimiento de la oposición, tanto burguesa, que desde 1863 se agrupaba en la Unión Liberal encabezada por Thiers, como obrera. Mientras crecía la adhesión obrera a las asociaciones obreras y a la sección francesa de la Internacional, el gobierno va a perseguir a sus dirigentes: sus tres Consejos fueron sucesivamente encarcelados.
Napoleón III busca ganar prestigio internacional (perdido, entre otras causas, por el apoyo dado a la derrotada aventura militar de Maximiliano de Austria en México, fusilado por Benito Juárez en 1867) y fortalecer su autoridad interna lanzando la guerra contra Prusia, que venía fortaleciéndose bajo el liderazgo de Bismarck. El 15 de julio de 1870, Francia declara la guerra y sus tropas cruzan el Rin buscando anexar Renania. Pero, al contrario de lo esperado por el emperador, Francia va a sufrir una derrota fulminante. Prusia opone 450.000 soldados a 240.000 franceses mal armados y mal organizados. La guerra defensiva inicial se transforma en una invasión de Francia por parte de los prusianos. Las tropas francesas dirigidas por el general Bazaine se refugian en Metz, donde a mediados de agosto son bloqueadas por los prusianos. Otro cuerpo de ejército, al mando de Mac Mahon, es derrotado en Sedan, donde se produce el 2 de septiembre la rendición del emperador, que entrega su espada al rey de Prusia.
Ante la derrota, la indignación popular no se hizo esperar. El 4 de septiembre, una multitud con varios reconocidos blanquistas a la cabeza ocupó la Cámara de Diputados obligando a la proclamación de la República. Inmediatamente se formó un Gobierno de Defensa Nacional, que encomendó la defensa de París al general Trochu. Pero, mientras republicanos como León Gambetta, así como Blanqui y sus seguidores, pretendían realmente hacer frente a los prusianos, la mayoría del nuevo gobierno preparaba la capitulación que se concretaría pocos meses después, como veremos en el próximo punto.
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El Segundo Imperio según Marx


“El Imperio, con el coup d’état (golpe de estado, NdeR) por fe de bautismo, el sufragio universal por sanción y la espada por cetro, declaraba apoyarse en los campesinos, amplia masa de productores no envuelta directamente en la lucha entre el capital y el trabajo. Decía que salvaba a la clase obrera destruyendo el parlamentarismo y, con él, la descarada sumisión del Gobierno a las clases poseedoras. Decía que salvaba a las clases poseedoras manteniendo en pie su supremacía económica sobre la clase obrera; y finalmente, pretendía unir a todas las clases, al resucitar para todos la quimera de la gloria nacional. En realidad, era la única forma de gobierno posible, en un momento en que la burguesía había perdido ya la facultad de gobernar la nación y la clase obrera no la había adquirido aún. El Imperio fue aclamado de un extremo a otro del mundo como el salvador de la sociedad. Bajo su égida, la sociedad burguesa, libre de todas preocupaciones políticas, alcanzó un desarrollo que ni ella misma esperaba. Su industria y su comercio cobraron proporciones gigantescas; la especulación financiera celebró orgías cosmopolitas; la miseria de las masas se destacaba sobre la ostentación desvergonzada de un lujo suntuoso, falso y envilecido. El poder del Estado, que aparentemente flotaba por encima de la sociedad, era, en realidad, el mayor escándalo de ella y el auténtico vivero de todas sus corrupciones” (Karl Marx, La guerra civil en Francia)
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La Asociación Internacional de Trabajadores

El nuevo movimiento obrero que sale a la luz en los años ’60 va a surgir marcado por una profunda tendencia internacionalista. Hechos como la crisis de 1857, la guerra civil en EE.UU. y la insurrección polaca de 1863, van a fortalecer esta solidaridad internacional y la necesidad de unir a la clase obrera de los diferentes países para enfrentar a la burguesía.
La fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores en 1864 será producto de estos fenómenos. Motorizada por obreros franceses e ingleses, a los que luego se sumarían trabajadores italianos, alemanes, polacos y suizos. El 28 de septiembre estos últimos organizarán un mitin para recibir a la delegación francesa que había concurrido a Londres con la excusa de la exposición industrial en esa ciudad. Marx será invitado a participar de esta reunión y pasará a formar parte del Consejo General Provisorio que resulta electo. Marx va a redactar tanto el Manifiesto Inaugural como sus estatutos provisionales, donde se plasmará el programa de la asociación.
A continuación reproducimos el preámbulo de los estatutos:
“Considerando:
“que la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos; que la lucha por la emancipación de la clase obrera no es una lucha por privilegios y monopolios de clase, sino por el establecimiento de derechos y deberes iguales y por la abolición de todo privilegio de clase;
“que el sometimiento económico del trabajador a los monopolizadores de los medios de trabajo, es decir de las fuentes de vida, es la base de la servidumbre en todas sus formas, de toda miseria social, degradación intelectual y dependencia política;
“que la emancipación económica de la clase obrera es, por lo tanto, el gran fin al que todo movimiento político debe ser subordinado como medio;
“que todos los esfuerzos dirigidos a este gran fin han fracasado hasta ahora por falta de solidaridad entre los obreros de las diferentes ramas del trabajo en cada país y de una unión fraternal entre las clases obreras de los diversos países; 
“que la emancipación del trabajo no es un problema nacional o local, sino un problema social que comprende a todos los países en los que existe la sociedad moderna y necesita para su solución el concurso teórico y práctico de los países más avanzados;
“que el movimiento que acaba de renacer entre los obreros de los países más industriales de Europa, a la vez que despierta nuevas esperanzas, da una solemne advertencia para no recaer en los viejos errores y combinar inmediatamente los movimientos todavía aislados:
“Por todas estas razones ha sido fundada la Asociación Internacional de los Trabajadores.
“Y declara:
“que todas las sociedades y todos los individuos que se adhieran a ella reconocerán la verdad, la justicia y la moral como base de sus relaciones recíprocas y de su conducta hacia los hombres, sin distinción de color, de creencias o de nacionalidad.”
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GLOSARIO

Blanqui, Louis-Auguste (1805-1881) Ver La Verdad Obrera N° 205.

Gambetta, León (1838-1882) Abogado y político republicano francés, opositor a Napoleón III bajo el Segundo Imperio; a la caída de este régimen, luego de la derrota francesa en la guerra contra Prusia, es nombrado ministro del Interior del Gobierno de Defensa Nacional. Luego ocupará otros cargos políticos. Ya bajo la Tercera República ocupará la presidencia de la Cámara de los Diputados en 1881.

Napoleón III (1808-1873) Presidente de la República y emperador de Francia. Era sobrino del primer Napoleón. Se convirtió en presidente de la Segunda República en 1848. En 1851 protagonizó un golpe de Estado destinado a perpetuarse en la presidencia en contra de las prescripciones constitucionales. En 1852 completó la configuración de su dictadura, proclamándose emperador. El Segundo Imperio cayó luego de la derrota sufrida en la Guerra Franco-Prusiana, donde fue hecho prisionero el 2 de septiembre de 1870.

Proudhon, Pierre Joseph (1809-1865) Publicista y economista francés, ideólogo de la pequeño burguesía, uno de los iniciadores del anarquismo; en 1840 publica su primer ensayo, titulado ¿Qué es la propiedad? y, luego, en 1846, Filosofía de la miseria contra el que Marx escribirá Miseria de la Filosofía. En 1848 fue diputado a la Asamblea Constituyente. Luego va a sufrir tres años de prisión por una serie de artículos contra Luis Napoleón Bonaparte; posteriormente debió refugiarse en Bruselas, luego de ser procesado y acusado de ultraje a la moral y la religión. Otras de sus obras fueron La guerra y la paz y Memorias de la propiedad. Su filosofía abogaba por la existencia de un orden natural, basado en la armonía, y la fundación de un banco para el pueblo que eliminase los intereses por el préstamo de dinero.

Thiers, Louis Adolphe (1797-1877). Entró en la política activa participando en los preparativos de la Revolución de 1830, que derrocó al último Borbón y puso en el Trono de Francia a Luis Felipe de Orléans. Fue uno de los inspiradores del régimen liberal moderado que entonces se implantó, contrariando las aspiraciones democráticas de los partidos republicanos. Sucesivamente diputado, consejero de Estado, ministro de Interior, ministro de Asuntos Exteriores y primer ministro. Como ministro de Interior, hizo una importante contribución al mantenimiento de la monarquía reprimiendo las insurrecciones populares de París y Lyon en 1834. Fue un dirigente destacado del “partido del orden” y colaboró con Luis Napoleón Bonaparte para hacer aprobar medidas conservadoras.
Durante los últimos años del Imperio de Napoleón III fue diputado de la oposición orleanista (monárquico-liberal). Y cuando la derrota en la Guerra Franco-Prusiana provocó el hundimiento del régimen imperial, pasó de nuevo al primer plano de la política francesa como líder del régimen provisional republicano.
En 1871 Thiers fue elegido diputado para la Asamblea Nacional que había de constituir el nuevo Estado: una Asamblea de mayoría conservadora, que le designó jefe del poder ejecutivo. Como presidente negoció la paz con Alemania, desató la represión del movimiento insurreccional de la Comuna de París, aplastándolo en un baño de sangre y estableció un consenso entre monárquicos y republicanos para diferir la decisión sobre la forma definitiva que tomaría el Estado.

Von Bismarck, Otto (1815-1898). Político prusiano. Como diputado desde 1847, se destacó como adversario de las ideas liberales que por entonces avanzaban en toda Europa; la experiencia revolucionaria de 1848-51 le radicalizó en sus posturas reaccionarias, convirtiéndole para siempre en paradigma del autoritarismo y del militarismo prusiano. En los años siguientes ocupó puestos diplomáticos. Desde que el rey Guillermo I le nombró canciller en 1862, puso en marcha su plan para imponer la hegemonía de Prusia. Empezó por reorganizar y reforzar el ejército prusiano, al que lanzaría a continuación a tres enfrentamientos bélicos en los cuales resultó vencedor: la Guerra de los Ducados (1864); la Guerra Austro-Prusiana (1866) y la Guerra Franco-Prusiana (1870).
La política interior de Bismarck se apoyó en un régimen de poder autoritario, a pesar de la apariencia constitucional y del sufragio universal. Inicialmente gobernó en coalición con los liberales, centrándose en contrarrestar la influencia de la Iglesia católica y en favorecer los intereses de los grandes terratenientes mediante una política económica librecambista; en 1879 rompió con los liberales y se alió al partido católico, adoptando posturas proteccionistas que favorecieran el crecimiento industrial. En esa segunda época centró sus esfuerzos en frenar el movimiento obrero alemán, al que ilegalizó aprobando las Leyes Antisocialistas.



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