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HISTORIA

La Cuarta Internacional: Su fundación y el Programa de Transición

El 3 de septiembre de 1938 se realizará la Conferencia-Congreso de fundación de la IV Internacional. En condiciones de ilegalidad se reunirán en las afueras de París, durante un día, 26 delegados, representando a 11 países.

Matías Maiello

5 de diciembre 2013

La Cuarta Internacional: Su fundación y el Programa de Transición

El 3 de septiembre de 1938 se realizará la Conferencia-Congreso de fundación de la IV Internacional. En condiciones de ilegalidad se reunirán en las afueras de París, durante un día, 26 delegados, representando a 11 países. Hubo delegaciones que no pudieron asistir por las condiciones de persecución que enfrentaban. Trotsky, exiliado en México, tampoco pudo hacerlo. Rudolf Klement, a cargo de la organización de la Conferencia, fue asesinado pocos días antes de su realización. Como así también León Sedov (hijo de Trotsky), unos meses antes por la policía secreta stalinista.

Esta persecución no era casual, como señala Trotsky “no somos un partido igual a los demás. No ambicionamos solamente tener más afiliados, más periódicos, más dinero, más diputados. Todo eso hace falta, pero no es más que un medio. Nuestro objetivo es la total liberación, material y espiritual, de los trabajadores y de los explotados por medio de la revolución socialista”.

El imperialismo conduce a la humanidad hacia la barbarie

En su “Carta abierta por la Cuarta Internacional” de 1935, Trotsky describe la terrible situación a la que el capitalismo estaba conduciendo a la humanidad y en el marco de la cual la nueva Internacional debía abrirse paso: “La desintegración de la economía mundial, las decenas de millones de desocupados, la ruina del campesinado, colocan imperiosamente a la revolución socialista en el orden del día. Los trabajadores, amargados y soliviantados, buscan una salida. La postración, derrumbe y putrefacción de las Internacionales Segunda y Tercera dejan al proletariado carente de dirección revolucionaria y conducen a las masas pequeñoburguesas hacia la desesperación. […] Debatiéndose en la garra de contradicciones insalvables, el capitalismo prepara una nueva masacre de los pueblos”.

Para 1938 está situación no había hecho más que profundizarse. Los tambores de guerra sonaban cada vez con mayor intensidad. La única perspectiva que el capitalismo tenía para ofrecer, era la de una masacre en gran escala, la misma que poco después se concretó con un saldo de destrucción masiva y más de 60 millones de muertos.

La crisis de dirección revolucionaria

La enorme contradicción que se planteaba era que, mientras las condiciones de profunda crisis y los preparativos para la guerra planteaban la perspectiva certera de agudos enfrentamientos de la lucha de clases, combates de vida o muerte, la clase trabajadora se encontraba encolumnada detrás de las direcciones de la socialdemocracia y el stalinismo, ambas colaboracionistas con el imperialismo. La dirección socialdemócrata había dado sobradas muestras durante las dos décadas previas de su subordinación al imperialismo desde aquel 4 de agosto de 1914 cuando votó a favor de los créditos de guerra que permitirían a la burguesía alemana lanzarse a la primera guerra mundial. Por su parte el stalinismo, surgido de la burocratización de la URSS y de los Partidos Comunistas estaba pronto a aliarse con el nazismo para luego dar su apoyo a las potencias imperialistas “democráticas” contra las fascistas, poniéndose en uno u otro bando de una supuesta “guerra de regímenes” que era el camuflaje de una verdadera guerra de rapiña capitalista por la dominación del mundo. Las organizaciones que oscilaban entre la reforma y la revolución, no podían ser alternativa, serían devoradas por los propios acontecimientos como había pasado con el POUM en la revolución española (Ver LVO N° 548).

La revolución era la única alternativa realista frente a la barbarie capitalista, la clase obrera debía plantearse como tarea la toma del poder. Pero faltaba una organización revolucionaria internacional que se planteara esta perspectiva, que levantase las banderas del internacionalismo proletario y que luchase por la revolución mundial. La vanguardia de la clase obrera aún no contaba con un partido de este tipo para disputarles la dirección al stalinismo y la socialdemocracia, para impedir la guerra o en el caso que se declarase derrotar a ambos imperialistas, para luchar por la liberación nacional a las colonias y semicolonias y por la revolución política en los Estados obreros burocratizados, en definitiva, por la revolución mundial.
Esta era la enorme responsabilidad de la que hablaba Trotsky que la Cuarta Internacional se proponía asumir.

Las grandes batallas planteadas y la falta de preparación del proletariado

Pero esta contradicción no se podía resolver en los papeles, era necesario que las masas hagan una experiencia con sus direcciones actuales para poder sacar conclusiones que las llevaran hacía la revolución. Para esto los revolucionarios tenían que proponerse, como decía Trotsky, “establecer un puente” entre las reivindicaciones actuales de las masas, que salían a luchar contra las consecuencias de la crisis mundial (desocupación, hambre, cierre de fábricas, inflación, etc.) y el programa de la revolución socialista. Esa era la única solución de fondo a la que podían aspirar los trabajadores y los oprimidos frente a la barbarie capitalista.

Esto significaba romper con la división establecida por la socialdemocracia antes de la primera guerra mundial entre un “programa mínimo” de reformas parciales en el marco de la sociedad burguesa, como la conquista de las 8 horas de trabajo, del derecho a formar sindicatos y partidos, etc.; y un “programa máximo” de la revolución socialista, que sólo se planteaba en actos como el del 1° de Mayo pero que estaba totalmente alejado de la práctica cotidiana.

Sin embargo, en la nueva época del capitalismo, que tuvo su bautismo de fuego con la primera guerra mundial, las crisis periódicas son muchísimo más profundas y prolongadas, el mundo está repartido entre potencias imperialistas que oprimen a otros pueblos y tarde o temprano buscan una salida enfrentándose económica y militarmente entre ellas llevando a la muerte a millones de personas. En esta época que Lenin llamó de “crisis, guerras y revoluciones”, cualquier conquista parcial que obtiene la clase trabajadora no puede ser más que provisoria mientras detenten el poder los capitalistas, y sólo puede durar el tiempo que la situación y la relación de fuerzas impidan a la burguesía volver a quitársela.

Para esta época, que con sus diferentes momentos, más o menos agudos llega hasta la actualidad es que está pensado el programa que adopta en su Conferencia de fundación la Cuarta Internacional.

El método del Programa de Transición

Este programa es conocido como el Programa de Transición, y tiene como objetivo servir como herramienta a los revolucionarios para establecer aquel “puente” del que hablaba Trotsky. A su vez, es un programa que no cae del cielo sino que intenta condensar sintéticamente una parte importante de las principales lecciones de un siglo de lucha de clase obrera articuladas en forma tal de poder dar respuesta a los principales problemas de la lucha de clases de ese momento (la crisis mundial, el fascismo, la guerra, la burocratización de la URSS, la liberación de las naciones oprimidas por el imperialismo, etc.).

Para establecer un puente entre el “programa mínimo” y “máximo”, el programa “debe consistir en un sistema de reivindicaciones transitorias, partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la clase obrera y conduciendo a una sola y misma conclusión: la conquista del poder por el proletariado”. (Programa de Transición).

Es decir, debe servir para que las masas en su movilización y sus luchas cotidianas hagan una experiencia con su conciencia actual y sus direcciones, para arribar a la necesidad de conquistar el poder como única solución real a las penurias impuestas por el capitalismo.

Por ejemplo, cuando los capitalistas quieren descargar sus crisis sobre los trabajadores, despidiendo y recortando su salario el Programa de Transición plantea la necesidad de levantar la consigna de “escala móvil de salarios”, es decir, que los salarios se actualicen automáticamente por la inflación. Junto a esto, plantea la “escala móvil de horas de trabajo”, es decir, que si hay menos trabajo, que se reparta entre todas las manos disponibles sin que eso afecte el salario, que se hagan obras públicas que puedan ocupar más trabajadores, y que el costo de todo esto se saque de la ganancia de los capitalistas.

A su vez, si los capitalistas aducen que tienen pérdidas o que están en quiebra como justificación de los despidos el Programa plantea: que se abran sus libros de contabilidad y se termine con el “secreto comercial” con el que esconden sus ganancias y el “vaciamiento” de las empresas. Si despiden masivamente o cierran las fábricas, se plantea como respuesta la expropiación sin pago de estas empresas y la puesta a producir bajo control de los trabajadores mismos, que no deben confiar en que ningún funcionario del Estado burgués va a velar por sus intereses (Ver recuadro: “La experiencia de los trabajadores de Zanon”). Este control obrero de la producción a su vez se debe transformar en una escuela para que los trabajadores aprendan a planificar la economía, ya que la planificación de los recursos según las necesidades de los trabajadores y el pueblo es la única verdadera alternativa real a la “anarquía” de la producción capitalista que es una máquina de despilfarrar recursos. Pero para lograrlo, la lucha de los trabajadores debe seguir hasta la toma del poder.

Programa y estrategia

El Programa de Transición no pretendía ser un programa en el sentido limitado de una serie de consignas encadenadas que respondan solamente a la pregunta sobre “qué” es lo que se pretende conquistar, sino también responder al “cómo” se puede conquistar, o dicho en otros términos señalar la estrategia con la que el propio programa se puede llevar adelante.

En primer lugar, el Programa de Transición plantea la necesidad de los trabajadores de contar con organizaciones de masas para llevar adelante las demandas que se plantean en el programa, ante todo los sindicatos. Trotsky rechaza la participación en la Cuarta Internacional de todo aquel que no hace trabajo en los sindicatos de masas y no lucha al interior de los mismos contra su sometimiento al Estado burgués y contra la burocracia sindical.

Al mismo tiempo el Programa alerta contra cualquier fetichismo de los sindicatos. Por un lado, destacando que ningún sindicato puede sustituir la necesidad del partido revolucionario y señalando que la construcción de estos últimos es la tarea principal de las secciones de la Cuarta Internacional. Por otro lado, señalando que aún los sindicatos más poderosos no agrupan sino a una parte de la clase obrera, y en general las más calificadas y las mejor pagas. Por eso cuando en determinadas situaciones las capas más oprimidas y explotadas del proletariado salen a la lucha, es necesario crear organizaciones especiales que abarquen al conjunto de las masas en lucha como comités de huelga (que abarquen a todos los trabajadores en huelga), comités de fábrica (que abarquen a todos los trabajadores de una fábrica, estén o no comprendidos en el órgano sindical del establecimiento), y finalmente los Consejos Obreros (Soviets) cuando se trata de una lucha que abarca toda una ciudad, región o país entero.

Así como los comités de fábrica son órganos de un “doble poder” a nivel de fábrica (el poder de los trabajadores frente al mando de la patronal), los Consejos Obreros son los organismos del doble poder alternativos al dominio del Estado burgués, y que en caso de victoria de la revolución son la base del nuevo Estado de los trabajadores. Por eso Trotsky sostenía que no podía haber programa revolucionario que no planteé la necesidad de Consejos Obreros.

También, en relación a cómo llevar adelante esta lucha, el Programa de Transición señala que los trabajadores tienen que saber que cuanto más fuerte sea su lucha más fuerte será el contraataque del capital. Y así plantea, según la escala de la lucha y el nivel de enfrentamiento, la creación de destacamentos obreros de autodefensa, comenzando desde la puesta en pie de piquetes de huelga para una lucha particular hasta la conformación de milicias obreras cuando los enfrentamientos se hacen más agudos. El desarrollo de la autodefensa no puede ser impuesto arbitrariamente, los revolucionarios deben hacer un trabajo de agitación y propaganda, la autodefensa avanzar junto con la propia experiencia de las masas.
De esta forma, el Programa de Transición constituye un sistema de reivindicaciones transitorias que no sólo contiene las reivindicaciones en sí sino también plantea la forma en cómo llevar adelante la lucha por ellas.

Pero el Programa de Transición abarcaba muchas más cuestiones de las que desarrollamos en este artículo, entre ellas una de las cuestiones clave consistía en cómo enfrentar a la guerra imperialista que se avecinaba y la actitud de los revolucionarios frente a ella. Pero este será el tema de nuestro próximo artículo.


La experiencia de los trabajadores de Zanon

Extractos del discurso de Raúl Godoy en el Acto Internacionalista realizado en Buenos Aires frente al 70 aniversario del asesinato de León Trotsky:

“Muchas veces señalé que la política que impulsamos en Zanon no la inventamos nosotros sino que la tomamos del Programa de Transición de León Trotsky.
Nosotros sabíamos que ante las crisis cuando los patrones quieren hacerla pagar a los trabajadores, tenemos que exigir la apertura de los libros contables de todas las empresas para mostrar ante la población lo que han ganado. Y que si los capitalistas no pueden dar lo único que tienen los obreros bajo el capitalismo, el derecho a ser explotados, entonces hay que sacar de sus manos los medios de producción, mediante la expropiación y el control obrero de cada fábrica que cierre o despida (…) Nos enorgullece escuchar que estas mismas ideas empiecen a reverdecer en un país central como Francia, en el corazón de Europa y con tanta tradición revolucionaria de la clase obrera, y que sectores de vanguardia obrera en esos países imperialistas levanten esa bandera de la IV Internacional.”


“Queridos amigos, no somos un partido igual a los demás. No ambicionamos solamente tener más afiliados, más periódicos, más dinero, más diputados. Todo eso hace falta, pero no es más que un medio. Nuestro objetivo es la total liberación, material y espiritual, de los trabajadores y de los explotados por medio de la revolución socialista. Si no la hacemos nosotros, nadie la preparará ni la dirigirá. Las viejas internacionales […] están completamente podridas. Los grandes acontecimientos que se ciernen sobre la humanidad no dejarán piedra sobre piedra de estas organizaciones que se sobreviven. Sólo la Cuarta Internacional mira con confianza el futuro. ¡Es el partido mundial de la revolución socialista! Nunca hubo un objetivo más importante. Sobre cada uno de nosotros cae una tremenda responsabilidad histórica”.

León Trotsky

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