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A 70 años de la fundación de la IV° Internacional

La Oposicion de Izquierda en América Latina

Hacia comienzos de la década del ‘30 surgieron los primeros grupos de la Oposición de Izquierda en América Latina. Frente a las políticas que la Internacional imponía a los Partidos Comunistas, surgieron grupos sobre todo al interior de estos partidos que irán adhiriendo a las posiciones de la Oposición de Izquierda y organizando secciones en sus países.

Alicia Rojo

21 de agosto 2008

Hacia comienzos de la década del ‘30 surgieron los primeros grupos de la Oposición de Izquierda en América Latina. Frente a las políticas que la Internacional Comunista imponía a los Partidos Comunistas, surgieron grupos sobre todo al interior de estos partidos que irán adhiriendo a las posiciones de la Oposición de Izquierda y organizando secciones en sus países.

Se trata sin lugar a dudas de un proceso rico y variado imposible de abordar en un breve artículo. Trataremos aquí de esbozar las condiciones de su surgimiento, en oposición a la política de la IC hacia América Latina, así como en respuesta a los problemas de la revolución en los países semicoloniales, y una breve síntesis de los orígenes de los grupos de la OI en algunos países de la región.

Los años ‘30 en América Latina

Como vimos a través de distintos artículos de esta serie, la década del ’30 en Europa estuvo caracterizada por importantes cambios y convulsiones sociales. En América Latina se produjeron transformaciones económicas y sociales y fenómenos políticos de gran envergadura, definidos fundamentalmente por el carácter semicolonial de estos países, es decir, sometidos económica y políticamente por diversas vías y en distintos grados al imperialismo.

Desde la crisis de 1929 el mundo vivió un proceso de reorganización de la división internacional del trabajo que tuvo importantes consecuencias para América Latina. Por un lado, afectando su papel de países proveedores de materias primas y provocando cambios económicos que procuraban adecuarse a las nuevas condiciones, dando lugar a diversos grados de crecimiento industrial. Estos cambios económicos impactaron sobre las estructuras sociales produciendo, entre otras transformaciones, el crecimiento de los proletariados en estos países y dándoles un mayor peso social. Esta reorganización de las relaciones internacionales puso en cuestión, la relación que los países de Latinoamérica establecerían con los distintos imperialismos. Este conjunto de procesos dio lugar al surgimiento de fenómenos políticos nuevos que expresaban cambios tanto en sectores de las clases dominantes como en la clase obrera y las masas populares, ocupando un lugar central los fenómenos de tipo nacionalista.

La política de la Internacional Comunista

La Internacional Comunista reunió en Buenos Aires, en junio de 1929, su Primera Conferencia Comunista Latinoamericana. La política que este organismo definió para los PC de la región no difería de las líneas que el VI Congreso de la IC había establecido para todos los PC1.

En términos generales, su política se enmarcaba en el “Tercer Período” de “crisis final y definitiva” del capitalismo, y en el cual la revolución social “estaba a la orden del día” en todas partes2. En las resoluciones de la Conferencia analizaron las particularidades de los países latinoamericanos: se basaban en “la condición y el desarrollo de estos países como países semi-feudales, esto, conjuntamente con el hecho de que los imperialistas, para reforzar su dominación y conservar en estos países las formas de explotación semi-feudal, se apoyen en los agrarios, hace que tengan que confundirse la lucha de las grandes masas explotadas de la campaña con la lucha contra la dominación imperialista, es decir, con la lucha revolucionaria anti-imperialista”3.

La necesidad de liquidar los restos feudales y luchar contra el imperialismo, le daba a la revolución, en la concepción de la IC, el carácter de “revolución agraria y antiimperialista”, estableciendo la necesidad de una etapa democrático-burguesa previa a la revolución proletaria socialista en los países semicoloniales.

En relación con el movimiento obrero, la política hacia Latinoamérica se expresó en la conformación de la Confederación Sindical Latino Americana, que actuó entre 1929 y 1934 que se expresaba a nivel nacional en la creación de “sindicatos rojos” dirigidos por los PC. Esta orientación4 tuvo como consecuencia una política sectaria en relación con las amplias masas de trabajadores organizados en las centrales sindicales reformistas. Internacionalmente esta línea sectaria y ultraizquierdista, tuvo como efecto la negación del Frente Unico Obrero, cuya expresión más trágica se dio en Alemania.

En América Latina, la asimilación de fascismo y socialdemocracia, se expresó en la igualación de los fenómenos que expresaban a las fuerzas más reaccionarias (como el golpe de estado en Argentina en 1930) con movimientos tibiamente nacionalistas, que iban desde el yrigoyenismo hasta el gobierno “socialista” en Chile o el fenómeno que resultó en el desarrollo del movimiento nacionalista en Cuba; sin identificar en ningún caso, la posibilidad del surgimiento de fenómenos que expresaran la resistencia de algún sector burgués a la opresión imperialista.

Es en este marco que surgieron la mayoría de los grupos de la Oposición de Izquierda.

Sin embargo, hacia mitad de la década, los PC dieron un giro radical. El VII Congreso5, establecía la necesidad “de la sólida unidad de todas las fuerzas ‘democráticas’ y ‘progresistas’, de todos los ‘amigos de la paz’… para la defensa de la Unión Soviética por un lado y de la demo­cracia occidental por el otro”; y otorgó fuerza de ley y extendió a todos los países el viraje de ciento ochenta grados del PC francés hacia el Frente Popular. En América Latina, esta política se expresará en un drástico cambio: de la negativa a luchar contra los golpes fascistas, los PC pasarán a integrar gobiernos de Frente Popular, como en Chile, o a llamar a acuerdos con partidos burgueses como el Radical en Argentina.

El surgimiento de la Oposición de Izquierda en América Latina
Lo que podría considerarse la etapa fundacional de la Oposición latinoamericana comenzó hacia 1928 en que surgen los primeros grupos hasta la primera mitad de la década del ‘30. La mayoría de ellos surgieron como oposiciones internas de los PC; varias de las divisiones dentro de estos partidos producidas en muchos casos con independencia de la Oposición, evolucionarán hacia la adhesión a ella
Partiendo de la Teoría de la Revolución Permanente en la que Trotsky estableció el carácter, el sujeto y las tareas de la revolución en los países atrasados, los oposicionistas latinoamericanos enfrentaron la visión de “revolución por etapas” de la IC, planteando la resolución de las tareas democráticas, fundamentalmente la reforma agraria y la liberación nacional, a través de la revolución socialista dirigida por el proletariado en alianza con los campesinos y sectores populares pobres; y buscaron posicionarse e intervenir en los complejos fenómenos políticos que se generaban en la región. Será a fines de la década del ‘30, particularmente en su exilio en México a partir de 1937, cuando Trotsky estudie en profundidad los fenómenos específicos que se desarrollaban en América Latina en aquellos años y brinde análisis y categorías de gran valor para analizarlos e intervenir en ellos.

En los años ‘30 surgieron grupos de la oposición en Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Bolivia, Colombia, Venezuela, Costa Rica, México, Cuba, Panamá y Puerto Rico. Haremos aquí una breve reseña de algunos de los grupos desde su surgimiento hasta que Trotsky desarrolle sus análisis sobre América Latina.

El primer grupo en aparecer públicamente fue el Comité Comunista de Oposición de Argentina, en 1929 encabezado por los hermanos Roberto y M. Guinney, de origen inglés y por el español Camilo López, surgió como fracción dentro de una escisión del PC, y darán origen hasta 1933 a la Izquierda Comunista Internacional (ICA). Por otro lado, en 1925 había surgido en el PC una corriente organizada alrededor de la publicación La Chispa, los Chispistas, -de la que formaron parte Héctor Raurich y Mateo Fossa, que fue expulsada del partido; ingresaron a la Oposición y formaron la Liga Comunista Internacionalista (LCI) junto a Antonio Gallo, proveniente del Partido Socialista.

“El rasgo común de este período fue la inestabilidad y falta de consolidación de los grupos que surgieron, que nunca lograron nuclear más que a un puñado de militantes, en su mayoría intelectuales antistalinistas. Los pocos militantes y cuadros obreros que adhirieron al movimiento fueron individualidades que incluso cuando tuvieron una actividad sindical destacada como en el caso de Mateo Fossa del gremio de los ebanistas, no logaron penetrar políticamente ni aún en un pequeño sector de la vanguardia obrera.”6

Sin embargo, hay que decir que los primeros trotskistas analizaron y dieron a conocer las posiciones de Trotsky sobre los grandes problemas internacionales; reflexionaron acerca de los principales problemas nacionales, analizando el papel del radicalismo y el carácter del golpe del 30; debatieron sobre la revolución en los países coloniales; tuvieron una importante presencia intelectual, como la de Raurich, con aportes teóricos relevantes, por ejemplo, sobre Hegel.

La incorporación de Liborio Justo “Quebracho” (hijo del entonces presidente de la Nación) tras su ruptura con el PC en 1935, profundizó el desarrollo de la discusión en torno a las tareas de la revolución en la Argentina7. Estos grupos enfrentaron las concepciones del PC, particularmente en relación al carácter de la revolución en los países semicoloniales y la teoría de la “revolución por etapas”. Sin embargo, la mayor parte de los trotskistas, a excepción de Justo y su grupo que defendieron la consigna de “liberación nacional”, tenían una visión del país que ponía el acento en el carácter capitalista maduro del país, subestimando el carácter semicolonial y dependiente, planteando entonces tareas semejantes a las de los países desarrollados, devaluando o negando el peso de las tareas de liberación nacional. Se trataba en definitiva de una discusión alrededor de la aplicación de la teoría de la revolución permanente en Argentina que demostrará, en el mediano plazo, importantes consecuencias en la ubicación de los grupos frente a fenómenos políticos de magnitud como el peronismo8.

La organización trotskista políticamente más fuerte en este período fue la de Brasil. Su surgimiento se dio en el marco de una serie de rupturas al interior del PC. Por un lado, Joaquim Barbosa y Joao da Costa Pimenta, rompieron por diferencias con la política sindical; por otro lado, un grupo de intelectuales, entre ellos, Livio Xavier, escritor, y Rodolfo Coutinho, plantearon diferencias políticas y atrajeron para sus posiciones a miembros de la Juventud, Hicar Leite, entonces con 16 años, y Arístides Lobo. Mario Pedrosa, que había sido enviado a Moscú por el PC, tomó contacto con la Oposición de Izquierda en Alemania y logró reunir elementos de los dos grupos en la formación del Grupo Comunista Leninista, que a partir de mayo de 1930 editó el diario A Luta de Classe, y se llamará Liga Comunista Internacionalista, LCI.
Los oposicionistas brasileños analizaron los cambios que la crisis del ‘29 impuso sobre los países latinoamericanos superando el esquematismo de las concepciones del PC. Ante la llamada “revolución liberal” de Vargas de 1930 que tuvo el efecto de ampliar la participación política de sectores de masas, realizaron un análisis en el que atacaban “el error de la dirección burocrática del PC (que identifica) cada uno de los grupos políticos en lucha con los dos grupos imperialistas” 9 y destacaban las oportunidades que el proceso de apertura política ofrecía para la intervención independiente del proletariado. Al mismo tiempo lograron avances en el terreno sindical contando con fuerzas importantes entre los empleados de comercio, ferroviarios, químicos.

Con el surgimiento del “integralismo”, movimiento de características fascistas, la LCI concentró sus esfuerzos en la lucha antifascista y jugará un rol destacado particularmente enfrentando la política del PC al constituir la Alianza Nacional Libertadora, como expresión de su política frente populista de alianza con sectores burgueses; al mismo tiempo que se esforzó en jugar un rol en la lucha antifascista planteando la política del frente único obrero.

Tras el fracaso de la tentativa insurreccional del PC en 1935 el gobierno lanzó una brutal represión a la izquierda que afectó a los trotskistas cuyos dirigentes fueron casi todos detenidos.

Al mismo tiempo, se desarrollaba un proceso de gran envergadura para la vida política brasileña: el régimen de Vargas que comenzó apoyándose en las masas, pasó a reprimirlas y a negociar la incorporación del Brasil en el sistema panamericano liderado por los EE.UU.; se constituía el Estado Novo en 1937.

La cuestión del surgimiento de movimientos nacionalistas y las características políticas que adoptasen, se volvía una cuestión central para los revolucionarios latinoamericanos.

En 1929 se produjo una lucha interna en el PC: Manuel Hidalgo, entonces senador nacional, reorganizó el Comité Central escapándose al control del Secretariado Sudamericano de la IC. Este impulsó la organización de una nueva dirección con Elías Lafferte a la cabeza, incondicional a la orientación stalinista. Se constituyeron así dos PC: el “Hidalgo” y el “Lafferte”. Contra la política sectaria del PC oficial, el PC “Hidalgo” propuso trabajar en los sindicatos paraoficiales creados bajo la dictadura de Ibáñez, que agrupaban a la inmensa mayoría de los obreros, mientras que Lafferte y la IC ordenaron poner en pie la vieja Federación Obrera de Chile, que casi había dejado de existir bajo la represión.

En 1932 el golpe de estado llevado adelante por un sector nacionalista de las Fuerzas Armadas encabezado por el coronel Marmaduke Grove que estableció la llamada “República Socialista de Chile”, pese a que duró sólo días, puso en escena también en Chile la cuestión de los movimientos nacionalistas y profundizó las diferencias en el PC, cuya dirección lo definió como una “nueva variante de la reacción fascista”. Los hidalguistas lo caracterizaron como “una revolución pequeño-burguesa con trazos de revolución nacionalista”.

Los hidalguistas evolucionaron hacia la Oposición de Izquierda bajo la influencia de sus ideas que se difundían en América Latina.10 A partir de 1933 se denominaron Izquierda Comunista Chilena y publicaron el diario Izquierda, avanzando en su trabajo en sindicatos, con una orientación de frente único incluso en el terreno electoral impulsando el “Bloque Parlamentario de Izquierda” junto a los otros diputados y senadores obreros.

En 1936, comunistas, socialistas (partido surgido recientemente) y radicales lanzaron el Frente Popular. La Izquierda Comunista adoptó las posiciones del POUM español e ingresó al Frente Popular, argumentando que se trataba de una etapa de la lucha por el Frente Unico Obrero y por la dictadura del proletariado11. Finalmente terminará ingresando al Partido Socialista.

Mientras tanto, una minoría de la Izquierda Comunista rechazaba estas políticas y dirigida por Enrique Sepúlveda conquistó la mayoría en la región de Santiago y constituyó, en 1935, el Grupo Bolchevique Leninista, que proclamó su adhesión a la IV Internacional. En 1937, el Grupo fundó el Partido Obrero Revolucionario (POR).

La Oposición de Izquierda surgió bajo la acción de un dirigente obrero negro: Sandalio Junco, miembro del PC pero que había manifestado sus simpatías hacia Trotsky. Junco convergió con el Ala Izquierda estudiantil, y constituyeron en 1933, el Partido Bolchevique Leninista, PBL, grupo superior en militantes al PC y que dirigía las dos principales Federaciones Obreras de Cuba: las de La Habana y Santiago.

Mientras se daban movimientos de tipo antiimperialistas en Cuba, una huelga general y una insurrección de los suboficiales, dio origen al gobierno de Grau San Martín, que dejó sin efecto la “enmienda Platt”, que establecía el derecho de los Estados Unidos a intervenir militarmente en Cuba.

El PC calificó al gobierno de Grau San Martín de social-fascista y apoyó el golpe que lo derribó poco después, llegando a participar del gobierno de Batista. Los partidarios de Antonio Guiteras fundaron la organización nacionalista Joven Cuba.

Con esta organización el PBL estableció una alianza participando incluso en un intento de derrocar al gobierno de Batista. La derrota de este intento dio inicio a un período de fuerte represión sobre el PBL que perdió la mayoría de sus militantes.

Al mismo tiempo surgían importantes diferencias al interior de la organización en relación a la política frente a Joven Cuba, algunos dirigentes planteaban que el PBL debía criticar su concepción puramente nacionalista y militarista, manteniendo un frente único con ella, pero desde una posición independiente12. El PBL se disgregó bajo el impacto de estas divergencias.

En 1937, Sandalio Junto y Eusebio Mujal, los principales dirigentes obreros del PBL, arrastraron a la mayoría de éste hacia Joven Cuba. El PBL, debilitado y orientado por Juan Ramón Brea, adhirió a la IV Internacional en 1938. Tiempo después cambió su nombre por Partido Obrero Revolucionario y se hizo fuerte entre los trabajadores ferroviarios de Guantánamo, posición que conservará hasta la revolución de 1959.

Aquí tratamos someramente los orígenes del trotskismo en el continente sin poder destacar el peso que esta corriente tendrá en procesos de la lucha de clases en los años siguientes. Por ejemplo, el trotskismo boliviano, cuyos orígenes fueron algo más tardíos (y partieron de un grupo surgido en el exilio en Chile que se unirá a un grupo originado en Córdoba, Argentina), cumplirá un papel de primer orden en los años ‘40 y ‘50; sus Tesis de Pulacayo, que recogían en gran medida algunas de las cuestiones planteadas por Trotsky en el Programa de Transición, fueron adoptadas en 1946 como programa por la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, que cumplió un papel clave en la Revolución de 1952.

Por otro lado, no puede dejar de señalarse que los grupos trotskistas brindaron importantes elementos para analizar la historia de los diferentes países de América Latina13, cuya recuperación crítica, y la de sus continuadores, ofrece elementos para elaborar una interpretación superior de la historia latinoamericana desde el marxismo.

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