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MOVIMIENTO OBRERO

La clase obrera va al paraíso

En el Agosto frío de Buenos Aires, se presentó en el Teatro Colón la opera “Las Bodas de Fígaro” de Mozart, y un grupo de la vanguardia obrera metalmecánica del Smata zona norte decidió ir “para salir de la rutina que impone la vida fabril”.

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12 de septiembre 2013

La clase obrera va al paraíso

En el Agosto frío de Buenos Aires, se presentó en el Teatro Colón la opera “Las Bodas de Fígaro” de Mozart, y un grupo de la vanguardia obrera metalmecánica del Smata zona norte decidió ir “para salir de la rutina que impone la vida fabril”. Y además, “¿por qué los obreros no podemos ir al Colón?”, dijeron. Así fue que después de viajar dos horas, se llegó al paraíso… del Colón (“El Paraíso” es el sector del teatro más más alto y más alejado del escenario, creado históricamente para los “sectores populares”)

Allí estaban los metalmecánicos para ver y escuchar la ópera de Mozart con tono más burlón, que cuenta las peripecias de dos amantes sirvientes que quieren celebrar su boda y deben sortear las prepotencias del conde al que sirven.

“El Colón es un lugar espectacular, la música fue hermosa, los cantantes. Nunca había estado en un teatro así y nos hubiese gustado quedarnos hasta el final, pero algunos nos tuvimos que ir a la mitad de la función porque al otro día nos teníamos que levantar a las 4 AM para volver a trabajar”.

Así y todo, cuentan que al día siguiente, al comentar en la fábrica donde habían ido, otros obreros expresaron que a ellos también les gustaría llegar a “El Paraíso”.

“El Paraíso” del Colón no es un lugar muy cómodo”. “Teníamos que ver la opera parados y estirando el cuello. En realidad nosotros tendríamos que poder estar disfrutándolo como lo disfrutan ahí abajo, los que pagan $1300 la entrada, ésos seguro que no laburan…”, dicen los compañeros. Y sí, es que los que los que tienen ese acceso a la alta cultura y en los lugares más privilegiados, no sólo no laburan sino que son los explotadores de los obreros que con muchísimo esfuerzo se plantean robarle horas a su poco descanso y salir a ver lo que está vedado para su clase.

Los contrastes estaban a la vista. Arriba, en “El Paraíso” obreros con ropa de trabajo porque no llegaron a cambiarse. Mientras que por la calle Libertad ingresa y sale la “gente bien”, con sus tapados y choferes. Estos burgueses son los mismos que presiden la mayoría de las instituciones más prestigiosas del arte y la cultura: los Blaquier del Ingenio Ledesma, los petroleros Bulgheroni, los banqueros como Bruchou en el Teatro Colon, o los Fortabat, o los Constantini del Malba, dueños del Nordelta y del Frigorífico Río Platense. Todos ellos tienen el acceso a la alta cultura, porque parasitan a los que no la pueden disfrutar, a la clase obrera que generó la riqueza para levantar las paredes del Teatro Colon, del Museo Nacional de Bellas Artes, etc.

Los obreros deben reclamar, junto a los artistas revolucionarios, su derecho inalienable al arte y a la cultura. Tienen que apropiarse de esa herencia y reclamar para sí ese derecho. La clase obrera tiene que recuperar para sí los siglos que le han sido robados por esa clase que vive a costa de su trabajo y de su vida. Sólo con la revolución socialista podrá hacerlo, a la vez que ésta permitirá que todos tengan acceso a la creación y a la educación artística, única forma para que el arte sea totalmente libre. Para que la tierra sea el verdadero paraíso.

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