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Neuquén

ENTREVISTA A INES Y OSCAR RAGNI

La desaparición de Oscar Ragni

Entrevistamos a Inés y Oscar Ragni, los padres de Oscar Ragni (h), quien se encuentra desaparecido desde el 23 de diciembre de 1976. Su caso es uno de los que será juzgado a partir del 20 de agosto en Neuquén. Inés Ragni es una de las Madres de Plaza de Mayo Neuquén y Alto Valle. Oscar es miembro de la Corriente de Militantes por los DDHH. Ellos nos cuentan su historia.

PTS Neuquén

20 de agosto 2008

Entrevistamos a Inés y Oscar Ragni, los padres de Oscar Ragni (h), quien se encuentra desaparecido desde el 23 de diciembre de 1976. Su caso es uno de los que será juzgado a partir del 20 de agosto en Neuquén. Inés Ragni es una de las Madres de Plaza de Mayo Neuquén y Alto Valle. Oscar es miembro de la Corriente de Militantes por los DDHH. Ellos nos cuentan su historia.

¿Cómo se produjo la desaparición de su hijo Oscar?

Inés: Llegó una persona muy conocida nuestra al negocio a eso de las 9 de la mañana: “Hola, que tal, cómo te va...”. Le digo: “Pasá, vamos a tomar un cafecito”. “No, no” dice, “estoy apurado. Che, ¿y los chicos? ¿Ya vino Oscarcito?”. “Sí, llegó el 21 pero están durmiendo”, le dije. Yo, no en el momento, pero lo noté nervioso, muy nervioso; no quería entrar, no quería pasar, no quería tomar nada. Se fue. Habrá pasado media hora y golpeaban esta puerta muy fuerte con los nudillos de los dedos. Yo, que estaba atendiendo gente y no podía salir, vengo enojada y le digo: “¿Qué busca usted, que golpea la puerta de esa forma?” Yo no sabía quién era, y al día de hoy que no sé quién es. Me dice: “Señora, cómo le va, venía a buscar a Oscar”. Y yo le digo: “¿Qué Oscar?”. Y él hizo con el hombro como que no lo conocía. Le digo: “¿Cómo, usted viene a buscar a una persona y no sabe a quién busca? ¿Padre o hijo?”. Entonces se quedó entrecortado y me dice: “No, lo que pasa es que me mandó Jorge Domínguez, de la obra”. Jorge era maestro mayor de obra y tenía una obra por acá a pocas cuadras, era cierto, entonces yo ‘piso el palito’, voy y lo llamo a Oscar.

Le digo: “’Oscarcito’, te viene a buscar un hombre que yo no conozco, y dice que es empleado de Jorge Domínguez, que están en la obra”. “Bueno” dice, “decile que ahora voy”. Yo vuelvo y le digo. “Bueno, muchas gracias señora, hasta luego”, todo simpático. Y se va. Sigo trabajando, pasa un buen rato y Oscar se levanta y me dice: “’Mami’, ¿en qué anda el empleado de Jorge?”. “Ah, no sé hijo, lo único que hay en la vereda es una bicicleta”, pero yo siempre con gente en el negocio. Mi costumbre de toda la vida sigue siendo acompañar a la persona que sale hasta la vereda, y ese día no fui hasta la vereda porque tenía gente. Salió. Yo no te puedo decir si lo agarraron de los pelos para arriba, no puedo decir para qué lado tomó. Yo había preparado el almuerzo porque Oscar (padre) venía a la una a almorzar y Edgardo (su otro hijo) se iba de viaje de egresados al otro día. Esperamos, y Oscar me dice: “Mirá, yo voy a comer porque me tengo que ir”; y Edgardo me dice: “’Mami’, yo también, porque estamos preparando el viaje”. Yo puse la fuente sobre la mesa y me agarró una cosa que... no sé qué decirte, pero les digo: “Mirá, este hombre que vino hoy me ‘empaquetó. Ese no lo vino a buscar a ‘Oscarcito’ de parte de Jorge Domínguez. Me mintió”. Por supuesto, nadie comió, ni junté la mesa... le dije a Oscar: “Andate a lo de doña ‘Blanquita’”, la mamá de Jorge. La señora le dice: “No, no. Acá vino ‘Jorgito’ solo, no vino con ‘Oscarcito’”. Peor que peor... A las 6 de la tarde del 23 yo cierro el negocio y nos vamos al centro, a la oficina de Domínguez.

Bajamos de la camioneta y venía el socio de Domínguez con otro empleado. Le dijimos: “Vinimos a ver dónde está ‘Oscarcito’ porque no vino a almorzar, en la obra no está, nadie sabe nada”. Ellos se miraban uno al otro y el socio de Domínguez dijo: “Hoy a la mañana vino un Falcon, vinieron unas personas a buscarlo a la ofi cina”. Porque Oscar venía (de La Plata) y se iba a trabajar a la ofi cina porque estudiaba arquitectura. “Esta gente entró, preguntó por Oscar y le dijimos: ‘No, acá no está. No vino todavía’”. “Pero va a venir?”. “Si, si, va a venir porque tiene que armar unos planos.” Y los tipos se sentaron ahí y, como no llegaba, les dicen: “¿Están seguros? ¿No me están mintiendo?”. “No, sí va a venir”. Entonces, al socio lo llaman afuera, a la calle, y lo llevan al auto y le muestran la cantidad de armas que tenían ellos, y él les dice: “Pero, ¿Ustedes saben lo que están haciendo? ¿Ustedes saben a quién están buscando? Ustedes se están equivocando”. Vuelven a la oficina y le dicen: “Nosotros nos vamos a quedar acá sentados y, cuando entre Oscar, te vas a pasar la mano por la cabeza”, para avisar que era Oscar el que entraba y entonces ellos lo iban a agarrar. El socio estaba con un ‘jabón’, te imaginás... lo tenía que entregar. Como no venía y no venía, mientras uno estaba ahí sentado, el otro vino para acá. ¿Ves cómo es la cosa? Por eso yo digo que el que vio... ¿Cómo ningún vecino vio que lo agarraron o lo hicieron subir a un auto dos tipos? Si alguien vio algo, se negó, con ese maldito ‘no te metás’ por la televisión...

Oscar: Mientras, a los que estaban en la oficina, los llaman por la radio del auto y dicen: “Bueno, nosotros nos vamos”. Les cortaron el teléfono y que no se movieran de ahí porque quedaba gente vigilando hasta las 6 de la tarde.

Inés: Pero para esto... Oscar (padre) se había ido a las 7 de la mañana y yo había abierto el negocio a las 8.30. A las 8.45 estaba barriendo la vereda...

Oscar: Yo antes de irme había visto pasar un Falcon verde con dos o tres tipos adentro, bien vestidos. Me llamó la atención. Teníamos alquilado el salón grande (en la parte delantera de la casa) a unos chicos que tenían un negocio. Yo pensé: estos son viajantes y andan buscando el negocio. Me fui. A ese mismo coche, con armas, yo lo vi unos días después estacionado en la esquina de la catedral. Me arrimé y tenía equipo de radio y había armas semi-tapadas por unas camperas.

Inés: Cuando yo estoy barriendo la vereda, el Falcon se para en la vereda de enfrente y se baja un señor de sombrero, piloto y un portafolios en la mano. Miró hacia dentro del negocio y yo, ‘muy cortés’, le dije: “Vienen más tarde, señor, a abrir el negocio”, pensando que venían al negocio; qué me iba a imaginar... “Ah, buenos días, señora, muchísimas gracias” y se fue. El no buscaba el negocio que había al lado, sino que buscaba este lugar. El que vino a preguntarme primero vino a marcarle la casa al otro, vino a ver si estaba. Si hubiera salido Oscar a atender la puerta o hubiese salido Edgardo, se llevaban al que hubiera salido. Porque el tipo no lo conocía. A Oscar lo tuvieron en ‘La Escuelita’, eso es comprobado, por lo menos del 23 hasta fin de mes.


¿Cómo viven la proximidad del juicio?

Oscar: Bien, pero hay un montón de cosas, como esto del que se escapó ayer (por el ‘Laucha’ Corres). Hay una ansiedad que es el resguardo de 30 años de espera, de cosas y luchas muy complejas, de idas y venidas. Ya que los tipos tengan que estar ahí, que bajen del avión esposados, cuando lleguen frente al público que estará en la sala esposados… De hecho eso es una condena… (a algunos les cabe, a otros no) una condena psíquica o espiritual. A mí no me satisface, yo los quiero ver condenados.

Inés: El que vio, el que escuchó, tiene tanta culpa como el que dio la orden, como el que tiró. Tienen que estar todos al mismo nivel. Callarse de algo injusto es terrible, más de una muerte, más de una desaparición, de las torturas, de todo lo que ha hecho esta gente. Esto lo tienen que pagar con cuatro paredes sin aire.

Oscar: Aquellos que condenamos la institución (el Ejército. N de R) hemos recibido muchas críticas, pero estuvo protegiendo y sigue protegiendo a criminales y esa institución les dio todo para que pudieran hacerlo.

Inés: Tienen que estar en el lugar que les corresponde, o sea las cárceles comunes, no como estuvieron hasta ahora en sus casas con la televisión, computadoras, como estaba Etchecolatz. Que vayan como cualquier hijo de buena madre a una cárcel común, que no tengan ningún privilegio.

Inés: Yo creo que es una tarea de los organismos de derechos humanos muy grande. Y en estos casos de acá de Neuquén, es un trabajo muy grande el de la APDH, han trabajado a ‘full’ durante muchos años para que llegáramos a esto. Hace 31 años que estamos en la calle reclamando justicia, la lucha no está entre cuatro paredes. Las Madres estamos muy contentas con lo que pasó en Córdoba, lo que pasó en la Plata, pero viste que son contados, nos sobran los dedos de una mano. Entonces, siempre con este miedo. Y estos primeros juicios no son el final, hay muchos que van quedando, porque ahora van a ir ocho al banquillo; quedan muchos más y tenemos que llegar a todos.

Oscar: Yo creo que en general los Juzgados de Instrucción han sido buenos, acá en Neuquén ha sido un trabajo excelente. Hay algunos sectores que quieren, por ejemplo en este caso particular de Neuquén, que sean juzgados por genocidio. El genocidio es una definición y no se da en las causas que se están investigando, pero sí hay antecedentes en otros juicios, el de Etchecolatz y el de Von Wernich; la fiscalía cuando acusa, acusa por genocidio y el tribunal acepta ese tipo de acusación y habla de crímenes de lesa humanidad. No existe tampoco la figura de desaparición forzada de personas en el Código Procesal Penal argentino, pero ha sido tan masivo y tan grosero lo que hicieron... Evidentemente tienen que reconocerlo, como tienen que reconocer que esto ha sido un genocidio. Hay una definición: es el intento de eliminación de grupos numerosos, determinadas etnias, religiones, ideologías y, bueno... esto se hizo acá para eliminar una ideología de la verdad, de poner las cosas blanco sobre negro.

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