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Cultura

A PROPÓSITO DEL DOCUMENTAL DIABLO, FAMILIA Y PROPIEDAD (sólo en internet)

La fiesta del monstruo (Ingenios azucareros del NOA)

Para conocer la historia del poder económico consolidado en los ingenios San Martín del Tabacal (Salta) y Ledesma (Jujuy), puede verse Diablo, familia y propiedad (1999) , documental dirigido por Fernando Krichmar, del Grupo de Cine Insurgente. (Otro documental posterior, Sol de noche , se centra sólo en Ledesma, y en la historia de Luis y Olga Aredez.)

Demian Paredes

4 de agosto 2011

Para conocer la historia del poder económico consolidado en los ingenios San Martín del Tabacal (Salta) y Ledesma (Jujuy), puede verse Diablo, familia y propiedad (1999) [1], documental dirigido por Fernando Krichmar, del Grupo de Cine Insurgente. (Otro documental posterior, Sol de noche [2], se centra sólo en Ledesma, y en la historia de Luis y Olga Aredez.)

El documental tiene como protagonista al “familiar” o, lo que es lo mismo, al ingenio: verdadero “monstruo fabril” donde el sudor y la sangre obrera, desde hace 200 años, “alimenta” a sus dueños –manteniendo la explotación capitalista-, quienes son verdaderos parásitos sociales.

El documental relata cómo los descendientes de los pueblos aborígenes conocen y siguen transmitiendo la leyenda del “familiar”: alguien distinto al diablo; un animal o “viborón” que realiza un pacto con el dueño del Ingenio, previo a la zafra, para que haya una buena cosecha, y vive en los sótanos de la fábrica, esperando para “hacer desaparecer” a algún trabajador. Hablan desocupados de Libertador (localidad donde está Ledesma) y estudiantes de colegio secundario. También hablan antropólogos, periodistas e historiadores, y de conjunto se muestra –con fotos y filmaciones- cómo estas empresas que ya funcionaban en el siglo XIX explotando a los aborígenes (transportándolos en trenes desde la frontera con Bolivia, haciéndolos caminar decenas de kilómetros para llegar al trabajo y abandonándolos a la intemperie en muy precarios “ranchos”) se consolidan como monopolios capitalistas, para mediados del siglo XX, modernizando (maquinizando) la cosecha en los cañaverales, y degradando y precarizando aún más el nivel de vida de los peones del campo.

La “indiada” de 8.000 trabajadores en las grandes huelgas de fines de la década de 1940, también son relatadas por los descendientes de los tobas y chiriguanos

Además de información y relatos sobre Patrón Costas, dueño del ingenio salteño, aparecen imágenes de “Nelly” Arrieta de Blaquier [3], quien cuanta que “trabajó” en la sección de enfermedades del Ingenio, ¿”cuidando” qué? Las enfermedades de artritis, ya que eso impedía la jornada laboral del trabajador. (Como buena explotadora, dice que, para que Argentina tenga “su lugar en el mundo”, “la gente tiene que querer trabajar”.)

Otras imágenes, en perfecto contrapunto (y obsceno, por lo chocante e irritante), la muestran de invitada en el programa de Mirtha Legrand, luciendo su traje de Armani; mientras los trabajadores no tienen nada: sólo perros y ranchos, contaminación y explotación, alrededor del Ingenio.

Aparecen también los valientes y emocionantes testimonios de Olga Aredez, esposa –ya fallecida [4]- del desaparecido Luis Aredez: primero médico de la empresa –despedido por atender realmente la salud de los trabajadores y hacerle “gastar” a la patronal en remedios- y luego intendente tras las elecciones de 1973, quien le obliga a pagar, por primera vez en la historia, impuestos al Ingenio; los de Dora Weisz, esposa de Jorge Weisz, militante y organizador sindical; y los de Olga Demitrópulos, docente, presa bajo la dictadura e historiadora, autora de varios libros sobre Jujuy y Libertador.
Tanto Jorge Weisz como Luis Aredez fueron finalmente desaparecidos por el “famliar”: por uno vestido de verde (oliva). Los “apagones” en Libertador y Calilegua en 1976 consistieron en 400 secuestros de estudiantes y trabajadores (¡e incluso de ex trabajadores sindicalistas ya jubilados!), por parte de los militares y Ledesma, quien puso vehículos y personal, y dejaron el saldo de casi 40 desaparecidos/as [5].

Diablo, familia y propiedad muestra también las soltarias marchas de los jueves de Olga, y las marchas por los “apagones”, que comenzaron desde los ’90 a reunir a unas 2.000 personas de todo el país. Fenómeno al que se suman los piquetes del ’97 –“imitando” a los de Cutral-Có, Tartagal, Mar del Plata y Córdoba-, donde la feroz represión de la gendarmería el 22 de mayo, luego de tres días, debe retroceder y retirarse, marcando un hito en la lucha de clases; un triunfo donde la fuerza de la juventud, desempleada y sin futuro, se combinó con una pueblada y 22 cortes de ruta en toda la provincia.
Un joven desocupado entrevistado, en un momento, dice que la única forma de resistir al “familiar” es que estén “todos juntos los trabajadores”.

Aunque la leyenda es sólo un mito, un (semi)ocultamiento a la necesidad patronal de desaparecer a los “revoltosos” o luchadores, la conclusión del desocupado es totalmente correcta.

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