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Debates

La potencialidad estratégica del proletariado industrial

19 de mayo 2005

La disminución durante la década de los ’90 del proletariado industrial en nuestro país dio pie al desarrollo de las teorías que sostenían que lo ocurrido era un resultado inevitable del advenimiento de una “sociedad pos industrial”, donde el aumento de productividad en la industria a nivel internacional habría sido tal que el capitalismo tendía a una disminución sistemática de trabajadores industriales en todos lados y los asalariados caían en forma absoluta y se concentraban en los servicios. Esta visión superficial encontraba apoyo en nuestro medio en el hecho cierto que el patrón de acumulación capitalista predominante durante la “convertibilidad” produjo un gran aumento de la desocupación y un decrecimiento absoluto y relativo de los asalariados en la industria –aunque desigual según la rama industrial que consideremos-, mientras crecía la proporción de trabajadores agrupados en las distintas ramas de servicios y se mantenía relativamente estable la proporción de asalariados dentro del total de la población económicamente activa. Esta tendencia se potenció durante los cuatro años de recesión –incluyendo los meses inmediatamente posteriores a la devaluación-, donde la industria fue la principal castigada en cuanto a pérdida de empleo. Parte de esa realidad es lo que muestran los datos del último Censo Nacional de Población, donde los trabajadores industriales rondan los 825.000 si descontamos los gerentes, jerárquicos y supervisores, es decir aquellos asalariados no pertenecientes a la clase obrera y que en el sector son alrededor de un 20% del total registrado por el censo1. La caída del empleo industrial disminuyó aún tras las consecuencias catastróficas iniciales de la devaluación, en la que se produjeron numerosos cierres de fábricas, pero aún en el pico de una caída de proporciones (según datos del Ministerio de Economía la disminución de puestos de trabajo en la industria fue del 40%2) seguía mostrando un importante peso de los trabajadores industriales en relación a otros países latinoamericanos.
Si aquellas teorías falseaban la realidad en ese entonces, qué decir hoy cuando el nuevo patrón de acumulación que se fue configurando tras la devaluación muestra a los sectores industriales entre los más dinámicos de la economía: mientras desde abril del 2002 el crecimiento económico en su conjunto fue del 26% en la industria las cifras alcanzan el 43%. El ritmo de aumento del empleo industrial ha acompañado esta tendencia, registrándose en el sector una parte importante del millón ochocientos mil nuevos puestos de trabajo. Según el Ministerio de Economía, la recuperación del empleo fue de un 20% entre el cuarto trimestre del 2002 y el del 20043. En este mismo trabajo se señala que el conjunto de los asalariados en la industria, incluyendo tanto a quienes están “en blanco” como a los no registrados, llegaron a 1.290.7014 en el tercer trimestre del 2004, un 14,6% de los asalariados urbanos (una cifra que en el primer trimestre del 2003 era de 1.071.339, o sea un 13,9% del total).
Si tradicionalmente, por su historia de luchas (baste recordar su rol en el Cordobazo y el segundo Rosariazo, o en las jornadas de junio y julio de 1975 contra el “plan Rodrigo”, donde constituyeron el núcleo de las coordinadoras interfabriles), nivel de concentración y relación con la patronal, los obreros industriales constituyen un núcleo estratégico de la clase obrera, esta situación hoy se refuerza cuando gran parte de la industria expresa a los sectores capitalistas en ascenso, los que concentran una parte sustancial de las inversiones y las ganancias (como las grandes siderúrgicas y este año han vuelto a ser las automotrices). Aunque las luchas hoy sigan ubicándose principalmente entre los trabajadores de los servicios y los estatales, el cambio de ánimo que expresamos en estas páginas es síntoma que también el proletariado industrial empieza a participar del proceso de recomposición de nuestra clase. Esto no quiere decir que los trabajadores puedan fácilmente revertir las derrotas sufridas en el período anterior: los trabajadores se encuentran con importante grado de fragmentación y muchas fábricas son verdaderos “campos de concentración”, donde al control patronal se agrega el que ejerce la burocracia sindical haciendo tortuoso y difícil todo avance en la organización independiente de los trabajadores. Pero en su rica historia de lucha, la clase obrera ha mostrado perspicacia y capacidad para superar obstáculos mayores. La clase obrera industrial es junto con el proletariado de los servicios estratégicos uno de los batallones fundamentales de la clase obrera. Estamos seguros que si los trabajadores continúan avanzando en reconocer el potencial de su fuerza social van a volver a verdaremente hacer temblar a la clase dominante.

1 Esta estimación está tomada de un trabajo que será publicado en el próximo número de la revista Lucha de Clases realizado por Adriana Collado y Cecilia Feijóo.
2 Ver “El nuevo entorno macroeconomico: revirtiendo las tendencias de los indicadores sociales”, cap.2.
3 Ídem.
4 Este número incluye también a los asalariados que no forman parte de la clase trabajadora, es decir a quienes reciben un salario superior al costo de su fuerza de trabajo por cumplir en la fábrica o empresa funciones de mando al servicio del capital.

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