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La "vocación democrática" de Benjamín Rattenbach

Cuando el comandante en jefe del Ejército, Cristino Nicolaides, y el presidente de facto, Reynaldo Bignone, crearon la comisión investigadora para evaluar a sus pares, decidieron poner al frente de ésta a un militar ajeno al denominado “Proceso de Reorganización Nacional”, que contara con cierta trayectoria y prestigio dentro de las Fuerzas Armadas.

Juliana Campos

29 de marzo 2012

Cuando el comandante en jefe del Ejército, Cristino Nicolaides, y el presidente de facto, Reynaldo Bignone, crearon la comisión investigadora para evaluar a sus pares, decidieron poner al frente de ésta a un militar ajeno al denominado “Proceso de Reorganización Nacional”, que contara con cierta trayectoria y prestigio dentro de las Fuerzas Armadas. El militar elegido para presidir la Comisión junto con otros cinco almirantes y brigadieres fue nada menos que Benjamín Rattenbach, un antiguo general del ejército, de 87 años de edad, que comenzó su carrera durante el gobierno de Roque Sáenz Peña y fue nombrado oficial a fines de la década del ‘20, cuando las Fuerzas Armadas se instruían según la tradición militar prusiana, un modelo de ideología conservadora y elitista, basado en la disciplina y la obediencia. Este antiguo militar, que tuvo la oportunidad de pasar a retiro, optó por acompañar cuanto golpe de Estado hubo en la Argentina. En 1930 participó del golpe que inauguró la “década infame” para luego viajar a Europa y capacitarse en la Escuela de Guerra del Ejército alemán. Durante el gobierno de Perón pasó a retiro, volviendo al servicio luego del derrocamiento de éste con el cargo de Jefe del Estado Mayor Conjunto. En 1963, siendo secretario de Guerra del gobierno de Guido, firmó un decreto de ley que proscribía al peronismo y promovía la condena a prisión para “los que hicieren, de palabra o por escrito, la apología del tirano prófugo o del régimen peronista o del partido disuelto (...)”. Si bien no tuvo una participación destacada en la última dictadura militar –había pasado nuevamente a retiro–, en 1975 pidió la renuncia de Isabel Martínez de Perón, señalando: “Nuestra gobernante actual no puede afrontar la crisis. Primero, por su sexo. Segundo, por su sistema nervioso delicado (…) y tercero, por su limitada capacidad para desempeñarse con eficiencia en dicho cargo en momentos tan difíciles”. “El grave peligro que se avecina (…) dado el clima de subversión que se está gestando (…) exige que se halle al frente del Gobierno una persona fuerte y sumamente capaz, para que pueda dominar ese peligro, evitar una nueva revolución –que no deseo y creo que debe evitarse a toda costa– y conducir al país a un estado de orden y tranquilidad que tanta falta le hace”. Cristina destacó la valentía y “vocación democrática” de este militar, llegando a sostener que es un orgullo “haber tenido generales como Rattenbach, un verdadero hijo del ejército sanmartiniano”. Sin lugar a dudas el general elogiado tuvo vocación, pero sobre todo de golpismo y gorilismo. Nada inesperado tratándose de un militar burgués.

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