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Red Internacional

Nota De Tapa. Las confesiones de Mauricio Macri

En declaraciones televisivas, el candidato del PRO sostuvo que “la gran estrella polar del país tiene que ser la productividad, como lo dijo Perón”. Un plan de ataques a los trabajadores, con el apoyo de la burocracia sindical, para seducir la entrada de capitales. Se suma a su plan de bajar retenciones para las patronales del campo y entrar en un nuevo ciclo de endeudamiento. El rol del kirchnerismo en la transición hacia 2015 y la apuesta de la izquierda.

Miércoles 22 de octubre de 2014

Cuando un candidato a presidente avisa “no ser mago” frente a los problemas, ya se sabe cómo viene la mano: nada bueno para los trabajadores.

Así fueron las declaraciones de Mauricio Macri este lunes a TN, donde también dijo que “la gran estrella polar del país tiene que ser la productividad, como lo dijo Perón”, y propuso a los sindicatos un “acuerdo de productividad general”. Un discurso que anuncia ataques a los trabajadores y busca seducir la entrada de capitales con promesas de mayor explotación obrera, como parte de su plan económico que también incluye “volver a los mercados” para tomar deuda y bajar retenciones a las patronales del campo, entre algunos de sus pilares.

Recordemos al pasar que el “Congreso de la productividad”, sobre el final del segundo gobierno de Perón, no buscaba otra cosa que incrementar las ganancias empresarias en base a una mayor explotación de los trabajadores. En ese entonces los dirigentes de la burocracia sindical asumieron como uno de sus principales roles el de frenar a las comisiones internas que enfrentaban esta política.

Es que productividad y burocracia sindical van de la mano. Por eso, Macri sabe que para su plan de gobierno necesita apoyo en la casta burocrática de los sindicatos y “frenar a los troskos” que defienden los intereses de los trabajadores, que es otra de las promesas de campaña que les hizo a los dirigentes de la CGT con los que estuvo reunido días atrás. Por su parte, Moyano anticipó la semana pasada que va a acompañar con “responsabilidad” los ajustes que haga un futuro gobierno. Un acuerdo de partes contra los trabajadores.

“Productividad” es la manera que tienen de llamarle los empresarios, políticos tradicionales y burócratas sindicales a políticas que se basan en ataques contra los trabajadores. Muchas veces se basan en la introducción de nuevas técnicas, que remplazan en términos relativos –y a veces en términos absolutos- el esfuerzo del trabajo humano por maquinaria; pero otras tantas veces la productividad se aumenta arrancando mayor esfuerzo a los trabajadores. Buena parte de eso ocurrió durante los años del “modelo”. En 2012, la productividad estaba un 33% por encima de la de 2001. Este proceso fue acompañado de inversiones, pero que no guardaron proporción con el crecimiento de la rentabilidad.

El método por excelencia para lograrlo, como ilustra el SMATA fue el mantenimiento y profundización de la precariedad laboral que afecta no sólo a los trabajadores no registrados e informales, sino también a la flexibilizada clase trabajadora en blanco. El kirchnerismo bendijo todos los convenios laborales que perfeccionaron los métodos para mejor explotar a la fuerza de trabajo. Gracias a esto, en 2012 los costos laborales, es decir lo que le cuesta al empresario una “unidad” de salario en relación a lo que le “rinde” en la producción, era el 81% del costo laboral en 2001.

Por eso, para su plan, Macri cuenta con una ventaja, y es que si llegara al gobierno, el kirchnerismo y sus aliados le adelantaron una buena parte del trabajo. Por dar un ejemplo reciente, en una empresa como Gestamp la alianza entre el gobierno, la multinacional y la burocracia sindical logró mayor “productividad”. Después del conflicto de hace unos meses, la fábrica producía lo mismo que antes, con menos trabajadores. Dejaron 67 familias en la calle, y apretaron los ritmos de producción para los que quedaron adentro, lo que implica mayores ganancias para los empresarios, y menos descanso y más accidentes laborales para los trabajadores, con el mismo salario. Toda una generación obrera conoce a los “rotos”, que pagan con su salud esta brutalidad capitalista. Además, son los primeros que las patronales buscan despedir, para reemplazarlos por nuevos trabajadores que a su vez serán los futuros “rotos”.

En Lear buscan algo similar, pero la lucha sigue. Los “troskos” son un estorbo, y por eso la burocracia de Pignanelli prepara un Congreso del SMATA para el 19 de noviembre, no para enfrentar los despidos y suspensiones, sino para sancionar y eventualmente expulsar a los delegados que defienden a los trabajadores.

De esta manera, en la transición hacia 2015, y más allá de su relato, el kirchnerismo está adelantando buena parte del camino que tendría que hacer un eventual gobierno de Macri, al apoyar a las multinacionales buitres, a los dirigentes de la burocracia sindical como Pignanelli, y bajando las banderas de la no represión, abriendo paso para los Berni y los Milani.

El ataque al movimiento obrero busca ofrecer “condiciones” que seduzcan a las multinacionales para traer capitales al país y “llevársela en pala” sin problemas. En esto coinciden todos, y por eso Kicillof almorzó hace dos semanas en la Cámara de Comercio Estadounidense (Amcham), ofreciendo sus servicios a las multinacionales buitres que operan en el país.

Esta es una pata fundamental de cualquier plan burgués, aunque no la única. En el caso de Macri, promete también una importante baja de retenciones para las patronales del campo, algo en lo que tienen sus matices aquellos como Massa o el kirchnerismo que defienden también los intereses de los capitales no monopolistas.

Pero en otras cuestiones los distintos planes patronales coinciden, como en la necesidad de una “vuelta a los mercados”. Si el kirchnerismo hasta ahora no lo logró, no fue por falta de voluntad, sino porque se estrelló contra el fallo del juez Griessa. Pero antes del discurso “patria o buitres” había iniciado el camino hacia el capital financiero internacional, por ejemplo, con los pagos millonarios al CIADI y al Club de París, saludados por toda la oposición patronal y el FMI.

Hoy, detrás del enfrentamiento con los buitres y del discurso kirchnerista de campaña que busca atemorizar con “perder lo conquistado”, se esconde una política en la que los trabajadores y el pueblo siguen pagando los costos de la inflación, los despidos y las suspensiones, y la respuesta para quienes enfrentan esta situación es la represión de Berni y sus gendarmes “caranchos”. Por su parte, la burocracia sindical opositora, que se prepara para apoyar los ajustes del próximo gobierno, mientras tanto continúa la tregua, aunque las demandas por las cuales millones de trabajadores pararon el país el 10 de abril y el 28 de agosto no fueron conquistadas.

En lo que coinciden, todos, es en tratar de evitar que se siga desarrollando una alternativa política de los trabajadores que enfrente estos planes. Cuando Macri le promete a la burocracia sindical “frenar a los troskos”, o cuando el gobierno nacional mantiene durante meses a los “caranchos” en la Panamericana, dan cuenta del peligro que representa para sus planes una creciente fusión entre sectores del movimiento obrero y la izquierda, particularmente el PTS, que durante el 2014 tuvo y tiene un rol protagónico tanto en los dos paros nacionales siendo un polo alternativo a la burocracia sindical, como en las luchas obreras duras de Lear, Donnelley o Gestamp, entre otras. En la apuesta al desarrollo creciente de esta fusión, bajo un programa de salida obrera a la crisis como el que expresan el FIT y sus Diputados, y en unidad con la juventud combativa, está la potencialidad de derrotar los planes patronales de salida a la crisis.


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