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HISTORIA

LA TERCERA INTERNACIONAL (III)

Los comunistas y la táctica de gobierno obrero

Esta décima entrega refiere al 4° congreso de la Internacional Comunista, el último que participa Lenin antes de morir, la discusión sobre la táctica de gobiernos obreros como continuidad del frente único y la revolución alemana del 23.

Jazmín Jimenez

5 de septiembre 2013

Los comunistas y la táctica de gobierno obrero

En sólo cuatro años de existencia de la Internacional revolucionaria se crearon secciones en todos los continentes y en casi todos los países del mundo se fundaron partidos comunistas (PC); había una internacional sindical y también una organización global de la juventud comunista. Sin embargo, era necesario profundizar la construcción de partidos revolucionarios, en los principales países capitalistas, que superaran a las direcciones reformistas en el movimiento obrero las que, como vimos, habían sido protagonistas en el desvío o en el aplastamiento de los procesos revolucionarios. Esta realidad planteaba un nuevo marco de acción para los marxistas y requería afinar las tácticas de intervención.

El último congreso de Lenin

En ese contexto, en 1922 se realizó el IV Congreso de la Internacional (IC). Será el último congreso al que asistirá Lenin. Venía sufriendo una serie de ataques cerebro vasculares que paulatinamente lo irían dejando fuera de la actividad política y le causaría su temprana muerte dos años más tarde. En este Congreso, Lenin y Trotsky hicieron un gran equipo. Lenin, con algunas dificultades en el habla, se apoyó en él para las batallas políticas.

Entre otras importantes discusiones, se profundiza la discusión del Frente Único y su continuidad que es la táctica de “Gobierno Obrero”, incorporarla como consigna de propaganda y, en los casos que estuviera planteado, como programa de acción. Habían pasado cinco años de la toma del poder por los bolcheviques. La situación se complicaba por el desgaste de casi tres años de guerra civil (ver LVO anterior) sumado a lo que había significado la guerra mundial. Por motivos de supervivencia el estado obrero en la República de los Soviets, se ve obligado a implementar una decisión económica muy importante para combatir la escasez. La economía del país estaba devastada. Lenin impulsó la Nueva Política Económica (NEP) que buscaba utilizar mecanismos del mercado para revitalizar la economía soviética al fin de la guerra (ver recuadro). La NEP era una concesión que hacían los bolcheviques a los capitalistas, a fin de ganar tiempo, mientras se seguía apostando al triunfo de los comunistas en países de economías más avanzadas.

El “retraso de la revolución en Europa occidental”, sumado a cierta recuperación económica de la burguesía, más el ascenso al poder del fascismo de Benito Mussolini en Italia (ver recuadro); planteaba al cuarto congreso la importancia, para los comunistas, de las discusiones en torno a las alianzas tácticas. El “frente único obrero” para las situaciones de luchas más defensivas, como condición para evitar perder conquistas obreras y que sirva para que los revolucionarios se preparen, ganándose la confianza de sectores de masas, para poder pasar a la ofensiva en una coyuntura más favorable.

“Gobierno Obrero” y Revolución alemana de 1923

Antes del IV Congreso la táctica del “Gobierno Obrero”, como consigna máxima del frente único, refería a la experiencia de los bolcheviques en Rusia que, antes de conquistar la mayoría en los soviets, le exigieron a los mencheviques y socialrevolucionarios que rompan con la burguesía y tomen el poder. Se comprometían a defender este gobierno contra los capitalistas y a no enfrentarlos con una insurrección, pero sin entrar en él. Ante la negativa de estos partidos, esta política le permitió a los bolcheviques ganar cada vez más influencia en las masas y preparar las condiciones para la insurrección. Luego de la toma del poder se conformó un gobierno obrero y campesino de los bolcheviques junto al ala de izquierda de los socialrevolucionarios, que durará hasta 1918.

El IV Congreso, planteará que en determinadas condiciones, antes de la toma del poder, cuando el aparato estatal burgués se halla en crisis aguda, los comunistas pueden participar de gobiernos con partidos y organizaciones obreras no comunistas, para desde allí desencadenar luchas revolucionarias. La táctica del gobierno obrero implicaba una alianza circunstancial con objetivos tácticos precisos: “El programa más elemental de un gobierno obrero debe consistir en armar al proletariado, en desarmar a las organizaciones burguesas contrarrevolucionarias, en instaurar el control de la producción, en hacer recaer sobre los ricos el mayor peso de los impuestos y en destruir la resistencia de la burguesía contrarrevolucionaria”. Esta cuestión se pondrá a prueba meses más tarde en Alemania cuando estalla una nueva revolución, y en octubre de 1923 planteará la posibilidad concreta de conformar “gobiernos obreros” en Sajonia y Turingia (regiones alemanas). Esta situación revolucionaria se desencadena porque en enero de ese año Francia invade la región del Ruhr, centro alemán minero, para cobrarse las reparaciones de guerra. Esto generó un caos económico que paralizó la industria, elevó el desempleo y desató la hiperinflación. Desde mayo comenzará una oleada de huelgas, se desarrollarán los comités de fábricas, como organismos de autoorganización, las Centurias Proletarias (milicias obreras) que toman los mercados y tiendas para conseguir alimentos, surgen comisiones de control de precios y de distribución de alimentos, en especial en el Ruhr.

El IV Congreso había planteado que un gobierno obrero era posible si surgía de la lucha de masas, apoyado en organismos obreros aptos para el combate y creados por los más vastos sectores de las masas obreras oprimidas. Si surgía de una combinación parlamentaria también podía brindar la oportunidad para avivar el movimiento obrero revolucionario. En 1923 se planteaba como posibilidad conformar gobiernos obreros, es decir, integrados exclusivamente por partidos obreros entre los revolucionarios del partido comunista y el ala izquierda que había surgido del reformista partido socialdemócrata alemán, quienes sumando sus diputados, eran mayoría en el parlamento. Pero era evidente que el surgimiento de un gobierno verdaderamente obrero y la existencia de un gobierno que realice una política revolucionaria debía conducir a la lucha más encarnizada y, eventualmente, a la guerra civil contra la burguesía. El sólo intento del proletariado de formar un gobierno obrero enfrentaría de entrada la resistencia violenta de la burguesía, y así fue. En agosto de 1923 una huelga general con epicentro en Berlín hace caer al gobierno, un peón de la gran burguesía de la industria y las finanzas. Le sucede un gobierno de coalición en el que participan cuatro ministros del Partido Socialdemócrata Alemán. En ese contexto, en Sajonia y Turingia se planteó la posibilidad de ser parte de “gobiernos obreros” con el ala izquierda del Partido Socialdemócrata. El objetivo estratégico, era conquistar la mayoría de la clase obrera para la revolución producto de la experiencia común o de su negativa al frente único por parte de las direcciones reformistas. Utilizando los puestos en el gobierno para promover las tareas políticas y organizativas y transformar Sajonia y Turingia, diría Trotsky, en una “sembradora comunista”, de modo de tener un bastión revolucionario en un período de preparación para el próximo estallido de la revolución. Días después que los comunistas ingresan al gobierno plantean su intención de desarmar las formaciones burguesas y fortalecer a las Centurias Proletarias, esto hace que se profundicen las tensiones con el ejército burgués que ordena la disolución de las Centurias y la entrega inmediata de las armas.

El propósito era conquistar puntos de apoyo para preparar la insurrección nacional. Sin embargo esos puntos de apoyo no fueron utilizados para la ofensiva de tomar el poder, se convirtieron en fines en sí mismos. La política del Partido Comunista Alemán se mantuvo en el marco de la legalidad burguesa y en la confianza en la izquierda de la socialdemocracia.

A tal punto que frenaron la insurrección que se había planificado, incluso cuando en Hamburgo ya los trabajadores llevaban un día combatiendo. Pese al poco armamento de las Centurias Proletarias, tomaron 17 de las 20 comisarías que se habían propuesto, en los barrios se levantaron barricadas y hubo luchas encarnizadas con la policía hasta que se dio la orden de abortar esta insurrección en lugar de llamar a todos los trabajadores alemanes a defender a la Hamburgo insurrecta y así convertirla en un punto de apoyo para un plan insurreccional nacional.

Defensa y ataque

Un año antes, en 1922, cuando había sido planteada la posibilidad de formar un gobierno obrero con los socialdemócratas, Trotsky se había negado, considerándolo inoportuno. Las condiciones no estaban dadas, ya que todavía no había suficiente crisis de la burguesía. Esta posición cambiaría ante el viraje de situación que abrió la invasión del Rhur. Por lo tanto, sólo “si la presión de la revolución se hace sentir”, Trotsky recomendaba formar un gobierno de ese tipo, no en cualquier momento sino en el período de la preparación de la insurrección. Entendía la participación en un gobierno de coalición local con el Partido Socialdemócrata como la posibilidad de constituir “un bastión revolucionario en un período de preparación para el próximo estallido de la revolución”. El gobierno obrero debía servir para impulsar organismos de masas, como los soviets, al igual que el armamento como parte de la preparación, de la insurrección.

Como gran estratega que era, para Trotsky el frente único defensivo no era un fin en sí mismo, sino la condición para poder pasar a la ofensiva para la toma del poder. El frente único para la defensa en determinado momento de la relación de fuerzas debía pasar a ser ofensivo, es decir, salirse de los límites del régimen burgués y proponerse tomar el poder. Por eso, ante el ataque del gobierno central para desarmar las centurias proletarias y atacar los gobiernos de Sajonia y Turingia, recomendó la táctica de defender el gobierno obrero, manteniendo el llamado a la huelga general; y, en el marco de los enfrentamientos de la huelga, llamar a la insurrección en las principales ciudades del país. Eso requería pensar la defensa de los bastiones para pasar a la ofensiva, o sea a la conquista del poder. Pero la dirección del PC alemán no había aprovechado la “posición” del gobierno obrero para preparar las condiciones para el triunfo de la insurrección. En la época imperialista, los partidos revolucionarios deben prepararse para intervenir en momentos de cambios bruscos. El factor “tiempo” se vuelve vital. La dirección del PC alemán, a diferencia de los bolcheviques dirigidos por Lenin y Trotsky, dejó pasar ese “momento” de la toma del poder, por quedar atrapado en el frente único con la Socialdemocracia.

Con Lenin, el máximo estratega del partido bolchevique ya inconsciente, más la derrota de la Revolución alemana, sus consecuencias marcarían un cambio fundamental para el destino de la IC. La burocratización y la política oscilante entre la revolución y la reforma, llevada adelante por el nuevo “Triunvirato”: Zinoviev, Kamenev y Stalin, que se apoderaron de la mayoría en la dirección pese al pedido expreso de Lenin de remover a Stalin de la secretaría general del partido, lleva a Trotsky a conformar la principal oposición; pero éste será tema de la próxima nota.


El fascismo italiano

Luego de unos años de alta lucha de clases en Italia, que culminó en la huelga general de 1922, derrotada por la acción violenta de grupos fascistas, sobrevino un periodo reaccionario. En los años previos, pese a las discusiones en los congresos contra el ultraizquierdismo, la sección italiana de la IC no se armó con la política de frente único para defender las conquistas logradas e impedir el avance del fascismo. La ultraderecha, representada en las “camisas negras”, incrementaba sus acciones violentas contra los huelguistas y socialistas. El arribo de Mussolini al poder en octubre de 1922, a pocos días de la marcha sobre Roma, es apoyado por los sectores que temían al “cuco” comunista: las patronales, la Iglesia católica y el ejército. El caso italiano mostraba cuál era la última carta de la burguesía para derrotar los procesos revolucionarios: el fascismo. De no enfrentarse, por parte de la internacional y de los partidos comunistas, el ascenso de estos gobiernos, significaría un enorme retroceso para la clase obrera y las posibilidades de la revolución.


Nueva política Económica (NEP)

La NEP permitía la venta de los excedentes agrícolas a los campesinos y la explotación privada en pequeña escala de la industria liviana y el comercio minorista; sin embargo, estas medidas fueron acompañadas por el control estatal de la industria pesada, el transporte, parte importante de la industria liviana y el férreo monopolio estatal del comercio exterior.

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