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Cultura

ACERCA DEL FILM LULA, EL HIJO DE BRASIL

Negocios (electorales) en el cine

El viejo mito del “héroe positivo” sigue siendo un recurso muy utilizado, sobre todo para una biopic. En Brasil, este año de elecciones presidenciales -que ahora tiene que definirse en el ballotage- vio surgir a Lula, o filho do Brasil (Lula, el hijo de Brasil), financiada por casi una veintena de grandes empresas privadas… que tienen como un socio principal al Estado y al gobierno de Lula.

Demian Paredes

7 de octubre 2010

El viejo mito del “héroe positivo” sigue siendo un recurso muy utilizado, sobre todo para una biopic. En Brasil, este año de elecciones presidenciales -que ahora tiene que definirse en el ballotage- vio surgir a Lula, o filho do Brasil (Lula, el hijo de Brasil), financiada por casi una veintena de grandes empresas privadas… que tienen como un socio principal al Estado y al gobierno de Lula.

Dirigida por Fábio Barreto -y basada en el libro homónimo de quien fuera asesora de comunicación de Lula, Denise Paraná, que salió en 1996, se reeditó en 2002 y se tradujo en 2003 para nuestro país por El Ateneo-, la película tiene la “impronta estética” de la coproducción de O Globo, semejándose más a una tradicional novela de amores y dramas que a un retrato histórico del ex tornero y sindicalista devenido presidente del gran país-continente hermano.

En efecto, lo que tenemos en el film es una serie de secuencias impecablemente filmadas, con actores en general muy bien plantados (Rui Ricardo Diaz, Gloria Pires, Cleo Pires, Juliana Baroni, Milhem Cortaz, entre otros) que van, década tras década, viviendo el drama de sus vidas -de ahí tanto primer plano a los rostros-, casi sin implicancia con las duras políticas del régimen militar durante las dos horas que tiene Lula, o filho...

Así el joven Luiz Inácio -nacido y viviendo en la miseria del nordeste- ya con pocos años defiende a su madre contra el padre alcohólico y golpeador; hace esfuerzos y estudia; conquista su primer amor y entra -tras conseguir su primer empleo en la populosa San Pablo-, al sindicato, lleno de burócratas a los que luego combatirá. Es una historia donde el protagonista no vacila, no tiene contradicciones ni fisuras, camino al luminoso final de la presidencia del país. Algunas imágenes de los noticieros, dispersas aquí y allá, aluden al gran ascenso obrero de fines de la década de 1970 en el ABC industrial, que resquebrajaría al régimen dictatorial y llevaría al nacimiento del PT (nunca mencionado). Allí Lula fue uno de los protagonistas, lo que queda retratado en la película en los pocos momentos donde discute de política en reuniones con sectores de la base del sindicato (incluso hay una escena previa donde huye “horrorizado” de la violencia de una huelga que termina tirando de un puente a un empresario o capataz, dejando como imagen a un movimiento obrero violento y caótico, contra un Lula sensible, racional, no violento). En la escena de la asamblea sindical dice que el trabajador “no es de izquierda, y mucho menos de derecha”, y que la existencia de los patrones se debe a que, “a fin de cuentas, están para pagarnos el sueldo”, mostrando cómo desde el inicio de su carrera la política de Lula fue… que los trabajadores no hicieran política, y se limitaran a las demandas económicas.

A fin de cuentas, el negocio del film es político: exaltar la figura de Lula (que mantuvo lo esencial del plan neoliberal del anterior presidente tucano Fernando Henrique Cardoso, aprovechó el boom de materias primas iniciado en 2003 y desplegó una gran política asistencial de masas), quien es el principal anfitrión de los actos del PT en pos de su candidata a la sucesión presidencial, Dilma Rousseff. Incluso en localidades sin cine se hicieron proyecciones públicas de Lula, o filho… en pantallas gigantes y móviles con ese objetivo. A lo que se suma la decisión de que sea la competidora por los premios Oscar representando al Brasil para la categoría de “mejor película de idioma no inglés”.

Hecha esta inversión, les queda a las empresas ver si recuperan lo gastado. Distintas cifras dadas hablan de entre 8 y 12 millones de dólares, haciéndola una de las producciones más caras de la historia del cine brasileño. Sin embargo, debido a diversas razones (por ejemplo, se dice que el público prefiere ver al presidente “en vivo y en directo”, además de que se conoce bastante de su vida y orígenes humildes) no hubo un aluvión de público desde su estreno en Brasil el 1 de enero de 2010, aunque se logró superar el millón de espectadores. Pero el negocio (político) sigue, ya que O Globo piensa adaptar la historia para el formato de novela para la TV y, junto a la difusión en otros países (como el nuestro, donde participó el empresario Constantini -quien ya había estado en la facistoide Tropa de elite- con Costa Films como productor, se busca recuperar lo invertido, a la vez que se propaga la ideología de que “un pobre”, con perseverancia, “puede llegar” (¿adónde, para qué y para quiénes?).

Lula, o filho do Brasil es un film completamente apologético y sesgado, interesado políticamente, a fin de retratar un personaje de origen humilde y proletario (buscando contribuir a mantener la alta popularidad del mandatario que en breve se va), que hoy está en la vereda de enfrente de los sectores obreros y populares, gobernando para el establishment financiero e industrial.

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