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Neuquén

No podemos hablar de impacto en la salud

PTS Neuquén

13 de marzo 2009

Esta afirmación, no se debe a una limitación en la libertad de expresión, al menos por ahora, no es ese el problema. La potencial instalación de la mega minería tóxica a cielo abierto para extracción de cobre en Campana Mahuida, sería, en sí misma, una enfermedad ambiental, social y comunitaria. No quedaría “salud” sobre la que producir un impacto. (...)

Si bien se pueden enumerar claramente todos los peligros para la “salud física” de los habitantes que quedaríamos cercanos a las instalaciones de la mina, es insoslayable que la amenaza a la salud más difícil de visualizar y medir es la que tiene que ver con la ruptura del tejido social, el arrasamiento del estilo de vida de las comunidades originarias que allí viven en comunión con la madre tierra, desde siempre.

El material utilizado para disolver la roca molida y extraer el cobre en este tipo de explotación es el ácido sulfúrico, un líquido corrosivo del que se requieren cantidades enormes diariamente. Este producto se clasifi ca como corrosivo por su capacidad de dañar gravemente piel y mucosas al entrar en contacto con ellas. (...)
Además de la contaminación del agua con los drenajes ácidos y los metales pesados que se volatilizan y depositan por las voladuras de la roca, la misma disponibilidad de agua para riego y consumo se vería afectada por el extraordinario consumo que implica la actividad de la mina. Todas las sustancias disueltas en esta nueva “agua sucia” se incorporarían paulatinamente en los organismos vivos, pudiendo favorecer el desarrollo de enfermedades agudas (trastornos digestivos, hepáticos, alergias) y crónicas y más temibles, como diversos tipos de cáncer.
El aire es otro elemento que rápidamente se vería alterado por el funcionamiento de la mina. (...) La contaminación sonora, derivada de las voladuras diarias y de los motores de las maquinarias y vehículos, constituye un aspecto más de la alteración de nuestra salud individual y comunitaria.

Y retomando el que considero como aspecto más delicado e invisibilizado de la “enfermedad de la mina”: la llegada de los explotadores implicaría el desembarco de sus costumbres, sus modos de alimentarse, de relacionarse con los demás y con el medio, sus usos y sus abusos, también. Con la connivencia de los poderes locales que favorecen y alientan la ruptura de los códigos preexistentes. (...) Estos no vendrán por el oro y la plata, sino por el cobre y los dólares, y en lugar de castizos, serán chinos quienes tendrán la misión de volar los cerros donde hasta entonces pastaban los chivos de las familias de la comunidad. Una vez más, las mujeres podrían convertirse en víctimas de los abusos de poder, devenido de la asimetría intrínseca a la “interculturalidad forzada” y a las leyes impuestas por la circulación de dinero contaminado…La perversión de lo intereses puestos en juego en este megaproyecto se desplegaría en una cadena de explotación, opresión y violencia.

Un aspecto no menor a considerar, es el que tiene que ver con la capacidad operativa del sistema de salud público en la región. Nuestra provincia atraviesa desde hace años una crisis en el sector salud, que se profundiza a pasos agigantados en los últimos tiempos, por una política neoliberal de achique estatal, que está incumpliendo con la obligación de garantizar prestación de salud universal, gratuita y de calidad para toda la población. Con los recursos que disponemos actualmente para salud pública en la región, no podemos cumplir con esta responsabilidad fundamental. ¿Con qué herramientas y recursos podríamos enfrentar la “epidemia minera” desatada por las enfermedades y potenciales enfermos que este dantesco proyecto acarrearía?
La respuesta está en manos del pueblo. NO PASAR˜áN.

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