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Neuquén

ENTREVISTA A DON ISIDRO LOPEZ, VICTIMA DE LA DICTADURA

“Nos llevaron a La Escuelita a las trompadas”

Yo militaba en la Lista Azul de Luz y Fuerza, y queríamos recuperar el sindicato, hacíamos un trabajo con la gente discutiendo sobre el manejo de la empresa. Porque en este caso se trataba de una empresa estatal que manejaba la rama eléctrica, para nosotros eso era fundamental, era una herramienta revolucionaria dentro del país, así como YPF con el petróleo, porque manejan sectores importantísimos

PTS Neuquén

20 de agosto 2008

¿Qué actividad política desarrollabas cuando te detuvieron?

Yo militaba en la Lista Azul de Luz y Fuerza, y queríamos recuperar el sindicato, hacíamos un trabajo con la gente discutiendo sobre el manejo de la empresa. Porque en este caso se trataba de una empresa estatal que manejaba la rama eléctrica, para nosotros eso era fundamental, era una herramienta revolucionaria dentro del país, así como YPF con el petróleo, porque manejan sectores importantísimos. Habíamos tenido contacto con Tosco del EPEC, en Mar del Plata había otros compañeros, con la cooperativa de Cutral Có. Nos solidarizábamos con las luchas de los trabajadores, como la de la fruta, la toma de la cerámica de Cipolletti y también participamos de la Comisión de Solidaridad con la huelga de El Chocón, que se juntaba en el local de La Fraternidad. Cuando estalla la huelga yo estaba laburando en una subestación cerca de la villa, pero ahí nomás me sacan con la excusa de que no me podían seguir pagando viáticos. Organizamos una caravana a El Chocón, llevábamos mercadería, pero la ‘Brigada Güemes’ de la bonaerense no nos dejó pasar y se dio un enfrentamiento, cerca de Arroyito, era mucha gente, había mujeres tirando piedras.

Después hicimos un acto en Senillosa y terminamos con uno frente a la catedral de Neuquén. Era una militancia permanente, estando siempre, nunca adelante y nunca atrás, acompañando, sugiriendo. Fueron épocas muy ricas de lucha, muy importantes.

¿Cuándo te detuvieron?

La detención mía se hizo en diciembre del ‘75, estaba trabajando en Catriel, me hicieron bajar hasta acá, (en ese momento habían matado al hijo de Sapag) fui a trabajar y lo ví medio raro a mi jefe, llegué al mediodía y cuando estábamos almorzando con mi mujer vino la patota. Al frente estaba Quiñónez, estuvieron toda la tarde en la casa, revolviendo todo, libros, hasta que nos llevaron a mí y a mi señora a la comisaría, ella estuvo tres días.

En lo informes de inteligencia me relacionan con montoneros y la guerrilla, mientras me torturaban, siempre me preguntaban por montoneros, por el ERP. Yo optaba por no hablar, por cansancio y porque ‘el pez por la boca muere’, excepto cuando me preguntaban si conocía a alguien, que obviamente conocía y ellos sabían. Pero yo no tenía acuerdo con esa política, porque para mí a las revoluciones las hacen los pueblos.

¿Qué circuito te hicieron hacer?

Cuando me sacaron de la comisaría me llevaron a la cárcel de Neuquén, donde había un cura que me visitaba, preocupado por dónde nos llevaban y cómo estábamos. Cuando viene el golpe me saca de la cárcel un federal, llamado Fonseca, que hoy vive en Centenario, y me llevan en un avión comercial al penal de Rawson.

Llegamos a la cárcel y estaba lleno de milicos. Me cortaron el pelo, me revisaron y dieron una ropa azul, después me llevaron a los ‘chanchos’ unos días, que era un lugar de cemento que tiene sólo una puerta, y era para ablandar a los presos. Me daban una comida por día y un jarro de agua. Ya un día empecé a golpear para pedir un colchón, entonces me llevan a una oficina, donde había marinos que me hicieron un interrogatorio ante el Comandante Sastre, me preguntaron si tenía algo que ver con la guerrilla, si creía en Dios, yo les di vueltas para atemperar. De ahí me llevaron al pabellón 5, había 40 y pico de presos. Ahí empezaron los otros a golpear la pared y vinieron a ver quién era. Me encontré con algunos compañeros y conocí muchos. Me preparé para estar un largo tiempo, me olvidé de la vida de afuera, recibía cartas de mi familia que es lo que me mantuvo, y otra cosa que uno sabe que es tu vida, porque nadie nos obliga a militar. Algunos compañeros los vi después en la tele. Conocí muchísima gente. Eso es algo lindo.

Ahí estuve casi un año, hasta que un día me llaman y me dicen que me prepare, que me iba a ir. Y con Rodríguez, Zapata y Ledesma nos suben a una camioneta sin saber a donde íbamos, el operativo lo comandó Farías. Cuando íbamos por Sierra Grande paramos, pasamos por el penal donde estaban presos unos dirigentes de una huelga de Sierra Grande. Llegamos a Neuquén y nos llevaron a la cárcel, una noche nos sacan y nos llevan a La Escuelita. Nos llevaron tapados con una manta a las trompadas, tirándonos. Me sacaron fotos, me acostaron en el camastro y me torturaron, insultaron y hacían preguntas, yo no hablaba nada. Según un informe, estuve 18 días.

Había unas chicas, después me enteré que eran unas docentes entrerrianas, que felizmente hoy están vivas, que es lo que uno siempre deseaba. Un día me sacaron a un patio, uno de los torturadores con capucha ordenó que me dieran un peine y a la noche otra sesión de tortura en el camastro. Uno era ‘El Tío’, que parece que viajaba mucho, otro que debía ser médico porque era el que decía si estábamos bien para que nos sigan torturando. Y el otro, más diplomático, creo que Guglielminetti, me explicaba que “esto es así, si ustedes hubieran ganado vos me hubieras hecho esto a mi”, y me preguntaba si yo le conocía la voz, y ahora me enteré que era porque trabajaba en LU5. Uno de buenito y otro de malo. Hasta que un día entró un tipo y me dijo que me vistiera.

Estaba agotado y me llevaron a los golpes, tapado, pasamos por el centro porque se escuchaban los ruidos. Llegamos a la cárcel y me bajaron en el aire. Había mucha gente. Al otro día pensé que me iban a largar, pero me subieron como bolsa de papa a un avión de nuevo a Rawson. En el pabellón 6 conocí mucha gente, militantes. Finalmente me soltaron en el portón de la calle, ahí había una comisión que se dedicaba a recibir a los presos, me llevaron a una casa, comí y a la noche me tomé ‘El Patagónico’. Venía con Macielli, tiré la ropa porque... qué se yo, quería sacarme todo eso de encima, estaba recuperando la libertad. Me fui a tomar el colectivo, nos despedimos con muchos abrazos y llegué a mi casa la tarde del 8 de Diciembre. No me esperaban. Horas antes había llegado un telegrama de Agua y Energía en el que me dejaban cesante. Me fue casi imposible conseguir trabajo, aunque después entré de nuevo por la presión de mis compañeros.

¿Qué opinás de esto juicios?

Yo voy ahora como testigo de Ledesma, porque no está mi causa, no sé cuándo va a estar. Hay bastante tela que cortar, porque si bien es cierto que están tomando casos con represores, por otro lado a algunos ‘los fugan’ como a Corres, que da la impresión como si hubiera todavía un poder que no quiere que se tomen represalias contra los torturadores y el juicio deberá lidiar con eso, más allá de la voluntad de un juez. Pero no deja de ser auspicioso todo esto de los juicios. Ojalá que sirvan por lo menos para que algunos vayan a decir lo que tienen que decir.
En el penal de Rawson, un militar nos saludaba todas las noches y nosotros le respondíamos. Hasta que un día, un compañero colorado, grandote, propone que no lo saludemos y le hagamos una petición, porque hasta en esa situación uno la tiene que pelear. Queríamos que nos deje saludarnos entre nosotros. Entonces esa noche lo hicimos, y después de saludarlo a él, nos saludamos nosotros. Se escuchaba en todo el penal “hasta la victoria siempre, buenas noches compañeros”.

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