Poema en silencio
Hoy sólo queríamos
ocuparnos
de denunciar
la labor de
ráfagas infestadas,
encubriendo la
voracidad imperial.
De torpes olas
lúdicas
que tropiezan
y aplastan,
con diminutos
movimientos
de niño,
a los pequeños
castillos de arena
civilizatorios,
de humanos
que no comprenden
que en este planeta
juegan de visitantes.
Preferíamos
hacernos cargo
de centrales nucleares
con sus núcleos morales
carcomidos
por el ahorro
de magnates
vestidos de mendigos,
y del peligro de fusión nuclear
de las miserias presentes
con las que vendrán.
De las resistencias
inevitables
que nos obligan
explorar
con la inhumanidad
de los extremos.
Preferíamos pensar
la guerra civil,
soñar los Zengakuren,
oler la ofensiva,
escoger la música del
Instante
mágico,
aún lejano
pero tan cierto,
de la redención
de los vencidos.
De la resurrección
de los revolucionarios
del pasado.
Lo que no queríamos
era sentir
que el antídoto
que esparcías
con paciencia,
acabaría.
Que la dulzura infinita
con la que generabas
odio contra el odio,
se resecara.
Que el tenaz resentimiento
y tu convicción
endémica
y viajera,
nos dejaría solos.
Sólo nos consuela
saber
que vos estarías
de pie.
Como en Zanon.
Como en Las Heras,
atando y desatando
en las mismísimas
barbas de Neptuno.
Como en Bariloche,
respirando calmo
ante las policías bravas,
asesinas de vidas pibas,
y tan idolatradas
por miedosos
con trajes
progresistas.
O donde fuera que
la miniatura capitalista
requiriese
de saboteadores,
de constructores
de porvenir.
Estarías acá,
por eso seguimos.
Igual,
preferíamos
no llorarte.