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40 ANIVERSARIO DEL MAYO FRANCES

Presentación de la nueva publicación de Ediciones del IPS

Christian Castillo (director del IPS), Alberto Bonnet (docente de la UBA) y Aldo Casas (director de la revista Herramientas) presentaron el jueves 12 la nueva publicación del IPS, ante la asistencia de medio centenar de personas.

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19 de junio 2008

Los panelistas agradecieron la invitación ya que consideraron al libro un buen e interesante aporte, algo distinto en el marco de los numerosos pero inconsistentes homenajes que se dedicaron al acontecimiento. Destacaron que su eje central fuera revalorizar y recuperar el papel de la clase obrera en el Mayo, yendo contra los discursos dominantes tanto de la derecha como de los “progresistas”.

Bonnet se refirió a los distintos artículos y documentos que según su opinión, contienen análisis ricos y detallados del proceso de huelgas, ocupaciones, e incluso sobre cuáles fueron los sectores más dinámicos dentro de la clase obrera, como el realizado por Kergoat.

Para Casas, la decisión de sacar el libro fue importante y útil para ir contra una moda que, en general, tendió a desacreditar la importancia de los acontecimientos, incluso como política de Estado y para revalorizar específicamente el rol de la clase obrera, casi desconocido en nuestro país.

Castillo planteó que para que los aniversarios no sean folclóricos hay que partir de que están dadas una serie de disputas ideológicas, en un momento en que la clase obrera tiene poca hegemonía, pero que justamente por ello hay que preservar sus mejores combates y memoria histórica. Así como el año pasado tuvimos la experiencia con la Revolución Rusa, a la que la clase dominante intentó demonizar o responsabilizar de las peores catástrofes de la humanidad, con el Mayo, aunque en menor nivel, hay dos operaciones ideológicas montadas: presentar a los estudiantes como un grupo de egoístas pequeñoburgueses, ocultando que era un movimiento antiimperialista y pro-obrero, intentando desvirtuar su carácter real y, por otro lado, ocultar el papel del movimiento obrero. Testigos presenciales mediáticos como Nicolás Casullo, en sus relatos ocultan incluso los muertos y mutilados estudiantiles y obreros con que terminó el proceso. Mayo fue una de las mayores y más extensas huelgas del movimiento obrero occidental. Debió su trascendencia a que la acción estudiantil desencadenó la huelga general. Esto fue lo que puso en una fuerte crisis al gobierno de De Gaulle, que llegó a dudar en tomar salidas más represivas.

Casas cuestionó especialmente la relación entre el movimiento estudiantil y la clase obrera, planteando que hubo confluencia pero no fusión; que de alguna manera fueron dos procesos distintos. La centralidad de la clase obrera fue indudable pero no se afirmó una hegemonía política de clase clara, ya que como plantea el texto de Kergoat el rol del Partido Comunista fue particularmente pérfido. No quería la huelga general ni las ocupaciones pero controló el movimiento orgánicamente a través de los cuadros medios de la CGT. Además, para Casas, la división de tareas entre el PC y la CGT se afirmó quizás más que nunca: una cosa es el partido que se ocupa de la política, y otra, la CGT que se ocupa de los intereses económicos y de conseguir lo que se pueda. Comienza un cambio en la hegemonía política en Francia con el ascenso del PS de Mitterrand y el hundimiento del PC. En Mayo había muchas más posibilidades aunque no estaba planteado el desmoronamiento del Estado burgués porque no fueron alcanzadas las fuerzas policiales ni armadas. Hay que reflexionar también sobre estas debilidades que se dieron en ese momento e imposibilitaron que la clase fuera sustancialmente más allá. Pero siguen planteadas la totalidad de las reivindicaciones más significativas del Mayo. Siguen siendo tareas de la clase obrera y por eso es muy útil reflexionar sobre ese ensayo frente a las dificultades actuales. Por eso reafirmó el aporte del libro para reflexionar sobre estas cuestiones.

Para Castillo el libro también tiene el mérito de combinar distintos géneros: el de Thomas es un ensayo que nos ubica en clima de época, las relaciones y repercusiones internacionales. El trabajo de Vigna es un trabajo monumental de investigación histórica con fuentes primarias, con diversos archivos donde se pueden ver las apreciaciones de los distintos actores, la amplitud del movimiento. El de Kergoat es un estudio militante de alguien que participó en los hechos, que a diez años de éstos cuestiona que se haya dicho de todo sobre el Mayo pero casi nada sobre la clase obrera. En él demuestra los orígenes, la composición de clase del movimiento, la metalurgia como vanguardia de principio a fin de la huelga, el rol secundario de los servicios. El de Bénard es el testimonio de un obrero militante desde su vivencia como activista, donde también se ven los límites y la política del PC.

El libro destaca un aspecto del Mayo, el de la clase obrera, pero sin negar que ésta salió gracias al detonante del movimiento estudiantil. Este último no era el más masivo de Europa pero el Partido Comunista venía perdiendo hegemonía sobre el movimiento, con dos rupturas fundamentales: una trotskista (que luego será la LCR) y otra maoísta.

La radicalización en el movimiento estudiantil se vio en la relación establecida entre sus reivindicaciones contra las reformas universitarias con consignas anticapitalistas que reflejaban las contradicciones latentes en Francia previas al ’68 tanto entre los estudiantes como en el movimiento obrero (como también se vio en el Cordobazo argentino).
Remarcó que este aprendizaje es muy importante para las nuevas generaciones del movimiento estudiantil porque muestra que éste es una fuerza social, que puede ser detonante de la clase obrera en la medida que abandone su pensamiento corporativo, se politice y radicalice. También porque sirve para ver cómo la burocracia liquida los movimientos de lucha de la clase obrera. Cuando no puede desactivar de conjunto empieza a hacer negociaciones sectoriales corporativas por empresa, con votaciones secretas, etc.

Continuando el debate, Bonnet destacó que Marcuse (que estaba en EE.UU.) fue uno de los más lúcidos al plantear, antes del Mayo, que el movimiento estudiantil puede ser catalizador o disparador del movimiento obrero. Para Castillo existía la idea del sujeto estudiantil o campesino como sujeto de reemplazo, ya que se venía de un período donde la clase obrera no venía cumpliendo un rol. Pero Mayo muestra, por el contrario, que la clase tenía esa capacidad y que el antagonismo capital-trabajo todavía estaba vigente.

Sobre el problema de la hegemonía proletaria, Castillo planteó que las fuerzas revolucionarias antistalinistas eran débiles cuando llegan los acontecimientos. En el movimiento obrero surgen sectores de vanguardia que tienen simpatía con los estudiantes y se unen a las movilizaciones pese a que la CGT en un primer momento es muy hostil al movimiento, y a que luego interviene en el mismo pero para controlarlo.

La gran debilidad que tiene Mayo, es cómo se llegó, había muy poco organizado previamente. La vanguardia no pudo mostrarse como alternativa, no hubo experiencias de coordinación real importantes salvo en Nantes, ni comités de huelga en el sentido estricto del término. La oposición al PC existió en el movimiento obrero pero era muy débil. Por eso no era lo mismo si había una corriente previa organizada que diera expresión a la acción inicial intuitiva, espontánea. Además, la CGT era una burocracia con prestigio antipatronal. No hubo hegemonía porque el movimiento obrero no se pudo liberar de la dirección del PC. Aquí se ve la importancia de tener una organización política previa.

Por otro lado, el ascenso de fines de los ’60 y principios de los ’70 estuvo marcado porque, a pesar de que la crisis económica había empezado, aún no había estallado y los gobiernos imperialistas tenían márgenes para alguna concesión menor y ganar para el “orden” a la pequeñoburguesía. Por eso De Gaulle puede organizar grandes movilizaciones reaccionarias. Además, este fue el precio que debió pagar el movimiento obrero por recomponerse de forma reformista luego de la segunda posguerra, fortaleciendo al PC y al PS, organizaciones integradas al régimen y que no pretendían una revolución social. Esto limitó las tendencias a la radicalización.

Históricamente, esto significó los ’80 y ’90, cuando estas direcciones entregaron sin luchar al movimiento obrero y que por ello, ahora se estén discutiendo nuevamente la gran cantidad de conquistas perdidas, haciendo retroceder la memoria histórica de la que el movimiento obrero tiene que partir para reconstituirse, reapropiarse de las experiencias más relevantes del pasado. Si no va a ser mucho más difícil. Estamos en una paradoja donde las fuerzas sociales son mayores que las posibilidades de aparecer como fuerza política, donde no hay sectores que se planteen la lucha por la revolución. Hay peleas que quizás parecen menores porque no son de masas pero hay que sacar de ellas las conclusiones, tanto de las debilidades como de las fortalezas, para no empezar en cada lucha desde cero. El momento de la estabilización anterior pasó. La crisis mundial lo demuestra. Para eso es necesaria una dirección política revolucionaria de la clase obrera, partidista. Es una lucha que se demuestra necesaria, que sigue siendo una tarea planteada. La lucha de clases todavía no mostró una forma superior para prepararse para luchar por el poder en los momentos álgidos de la lucha de clases por venir.

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