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HISTORIA

Primera Guerra Mundial, la gran masacre imperialista

Hace 100 años, el 28 de julio, comenzaba la Primera Guerra Mundial. Se suele tomar como punto de partida de la época imperialista, aunque en realidad fue el estallido de las contradicciones del sistema capitalista, con la que se abrió una época de crisis, guerras y revoluciones, que explica la historia del siglo XX hasta la actualidad.

Elizabeth Yang

31 de julio 2014

Hace 100 años, el 28 de julio, comenzaba la Primera Guerra Mundial. Se suele tomar como punto de partida de la época imperialista, aunque en realidad fue el estallido de las contradicciones del sistema capitalista, con la que se abrió una época de crisis, guerras y revoluciones, que explica la historia del siglo XX hasta la actualidad. El marxismo fue el único que pudo explicar sus causas reales.
Fue una guerra entre naciones imperialistas (en un mundo ya dividido entre países imperialistas, con sus respectivas colonias y semicolonias) por la dominación mundial.

Una batalla encarnizada entre las grandes potencias y los grandes monopolios bancarios e industriales por conquistar fuentes de materias primas, rutas comerciales y territorios. En el libro “El imperialismo, fase superior del capitalismo” escrito por Lenin en 1916 explica los rasgos fundamentales de esta época.
Gran Bretaña era una potencia imperialista hegemónica pero en retroceso. Alemania tenía pocas colonias, y era una potencia en vertiginoso ascenso que necesitaba conseguir mercados e influencia para seguir desarrollándose y ser la nueva potencia dominante. Pero competía con los Estados Unidos, el otro fuerte imperialismo emergente, que tenía los mismos objetivos, y que más adelante terminaría imponiéndose.

Las contradicciones y tensiones se fueron sumando, hasta que el 1° de agosto Alemania le declara la guerra a Rusia que salió en ayuda de Serbia. Y después también a Francia. Y cuando los alemanes entran a Bélgica para atacar Francia, Inglaterra le declara la guerra a Alemania. Se conformaron los dos bloques enfrentados, los llamados de la Triple Entente, o Aliados (Rusia, Francia y Gran Bretaña, y luego se sumaron Italia y EEUU), y los de la Triple Alianza o Centrales (Alemania y Austria-Hungría, y luego el imperio Otomano).

Comenzaba la Gran Guerra, gran masacre imperialista en la que participaron 32 países y más de 16 millones perderían la vida, y al menos 20 millones saldrían heridos muchos con mutilaciones producto del nuevo armamento.

La bancarrota de la Segunda Internacional

Los socialistas habían construido poderosos partidos obreros en toda Europa, sobre todo en Alemania1. Los trabajadores los votaban y también organizaban sindicatos. Consiguieron mejoras salariales y otras conquistas mientras el capitalismo se desarrollaba. Parecía sería para siempre y hasta conseguirían más. La mayoría de la dirección de la Internacional Socialista, abandonó la perspectiva revolucionaria y se pasó al reformismo, hablaba del socialismo para un futuro incierto y le decía a los obreros que lo importante eran las mejoras y no la destrucción del capitalismo. Por eso apoyaron en la guerra a su propia burguesía en “defensa de la patria”, y el 4 de agosto el parlamento alemán votó los créditos de guerra2 con el apoyo de los 111 parlamentarios de la socialdemocracia. Karl Liebknecht, fue el primer socialdemócrata en cambiar su voto en contra de estos créditos.

Los bolcheviques enfrentaron esta catástrofe nacional-imperialista y con Lenin a la cabeza realizaron dos conferencias internacionales para organizarse contra la guerra. En 1915, en la Conferencia de Zimmerwald (Suiza) 38 delegados se dividen en tres alas. Todas se oponían a la guerra. Pero un ala derecha (Martov, Ledebour) no quería denunciar a la II Internacional, Lenin fue el único que planteó la necesidad de luchar contra la “Unión Sagrada” que proponía la burguesía y transformar la guerra imperialista en guerra civil. Es decir, continuar la lucha de clases contra su propia burguesía imperialista, aunque ésta resultara derrotada en la guerra, lo que se llamó “derrotismo revolucionario”. A la Conferencia adhirieron desde la cárcel Rosa Luxemburgo y Liebknecht, quien dijo “el principal enemigo del pueblo está en su propio país”. Trotsky ya había denunciando a la socialdemocracia alemana y el colapso de la II Internacional. Él escribió el documento final, pero aunque acordaba con Lenin con la definición de la guerra no levantaba la misma política de Lenin. Trotsky consideraba una consigna central para la agitación, la lucha por la paz de los pueblos más allá de sus burguesías. Para Lenin ésta posición intermedia era una concesión al sector centrista de Kautsky y al pacifismo, y para él “la transformación de la actual guerra imperialista en guerra civil es la única consigna proletaria justa, indicada por la experiencia de la Comuna, señalada por la resolución de Basilea”. Con la bancarrota de la II internacional, la tercera se fundará apenas termine la guerra y sobre la base del triunfo de la revolución de octubre.

La guerra, partera de revoluciones

La revolución rusa fue producto de la PGM. El marxismo plantea que la guerra es partera de revoluciones. Son ejemplos de esto las barricadas de la clase obrera en las revoluciones burguesas de 1848 y más tarde en la Comuna de París (1871).
Lenin tomó la política de transformar la guerra imperialista en guerra civil de la Comuna de París y la hizo realidad, junto a Trotsky, en la Rusia zarista, en octubre de 1917.

Aunque la única triunfante fue la rusa, hubo revolución en Alemania y Hungría en 1919, y huelgas importantes en Gran Bretaña y España, en Italia ocupaciones de fábricas y auto organización obrera.

Los soldados y el pueblo desgarrados por la guerra ansiaban la paz. El gobierno revolucionario firmó la paz en Brest-Litovsk, aunque perdiera muchas tierras. Como escribió Trotsky en su “Historia de la Revolución Rusa”: “los pueblos buscan en la revolución una salida a sus intolerables tormentos”.

Alemania jaqueada por la revolución y derrotada militarmente terminó con la guerra y cuatro grandes imperios dejaron de existir: el alemán, el ruso, el austro-húngaro y el otomano. El tratado de paz de Versalles hizo perder a Alemania importantes territorios, fueron confiscadas sus colonias y condenada a pagar enormes compensaciones de guerra. Pese a esta derrota quedó sin dirimir quién sería el imperialismo hegemónico en el mundo, ahora desequilibrado por la revolución rusa socialista triunfante. Estas razones serán las bases de la próxima II Guerra Mundial.
La Editorial IPS-CEIP publica en estos días una recopilación de textos sobre los combates de los principales dirigentes marxistas revolucionarios de la época, Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Franz Mehring. Son textos previos y durante la Guerra, como también las perspectivas hacia su final. Esta publicación también se opone a las visiones predominantes que buscan borrar de la historia de la guerra la intervención del movimiento obrero. Un lugar destacado ocupa el folleto “La guerra y la Internacional” (1914) de Trotsky, que luego de la Revolución de Octubre será un material clásico para el estudio marxista de la Primera Guerra Mundial. La última edición conocida en castellano fue publicada en Buenos Aires por Ediciones del Siglo en 1973. Aquí lo volvemos a publicar, con una traducción sustancialmente mejorada.

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