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¿Progresista o Restaurador? Otra vez sobre Gramsci y el kirchnerismo (una respuesta a Artemio López) - Del Blog El Violento Oficio de la Crítica (20/09/11)

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22 de septiembre 2011

(…) No es correcto lo dice Artemio López sobre que Gramsci plantee la “crisis orgánica” como una crisis mundial y simultánea. (…) Gramsci parte del marco estratégico de la III Internacional, que consideraba la época imperialista como una época de declinación del capitalismo como sistema social, pero esto no significa que vea una crisis permanente ni mucho menos. Considera a la crisis económica como una condición, pero no como la única determinante de una crisis orgánica, dándole un peso principal a la crisis del Estado en su conjunto, la cual se expresa a través de la separación de las masas respecto de los partidos tradicionales de estructuración nacional (…)

La debilidad de Gramsci, que es tener un punto de vista principalmente nacional en detrimento del internacionalismo, lo cual lo alejó de Trotsky, le permite contradictoriamente captar la dimensión de la crisis orgánica como fenómeno con raíces internacionales pero con expresiones nacionales “peculiares(…)

(…) la visión de Artemio sobre la crisis económica es errónea o por lo menos un tanto “provinciana”. Desde la salida de la crisis de los ‘70 que se basó en ataques a las condiciones de vida del movimiento de masas, evitando “sanear” los capitales sobrantes, hubo diversos capítulos de la crisis económica, de los cuales, por poner algunos de la última década y media, fueron hitos la crisis del Tequila, la crisis del sudeste asiático, el “default” ruso y la crisis argentina en este marco. Sin crear “crisis de la autoridad estatal en su conjunto” a escala mundial, los capítulos previos de la crisis fueron mostrando un cambio de condiciones que hacían cada vez más imposible el sostenimiento de la convertibilidad (…) Es decir, que Artemio se equivoca cuando afirma sin más que fue una crisis nacional coyuntural, dejando de lado el contexto mundial. La crisis argentina fue “orgánica”, también porque incluyó el fin de un “modelo” de acumulación (…)

Para Gramsci lo central de la crisis orgánica no es que esta pueda transformarse en revolución, sino que plantea una crisis de la autoridad estatal, que puede abrir paso a un proceso revolucionario, en caso de que exista una fuerza combativa organizada previamente o a una solución de fuerza cesarista en caso de que ésta última no exista y la iniciativa de los de abajo se vuelva discontinua y desagregada, o combinaciones de “coaliciones” con elementos cesaristas como planteamos en el post anterior.

Acordamos con Artemio López en que el sistema teórico gramsciano no es el único (y también discutible si es el “mejor”) sobre todo si se lo intenta utilizar en un país semicolonial como la Argentina, cuando en su génesis fue pensado para los países que integran (o integraban) lo que Gramsci llamaba “occidente”, es decir, las democracias capitalistas más o menos avanzadas de su época. Por eso nosotros partimos de que “En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno gira entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista de índole particular (…)” (León Trotsky “La Industria nacionalizada y la administración obrera”, 1939). Las condiciones especiales de poder estatal se caracterizan por una mayor “inestabilidad”, comparado con las democracias “avanzadas” o imperialistas, estructuralmente los países semicoloniales son mucho más “inorgánicos”. En esto puede estar la base de tantas “crisis orgánicas” que vieron muchos “gramscianos” a lo largo del siglo XX. Y tienen cierta base de verdad, la historia política Argentina del siglo pasado estuvo caracterizada por convulsiones políticas permanentes. La estabilidad democrática de los últimos 30 años tiene su base en una enorme derrota histórica de la clase obrera y los sectores populares.

(…) En ningún momento afirmamos que la “crisis orgánica” se haya convertido en el 2001 en “revolución”, sino más bien planteamos lo contrario (...). Había una debilidad en “los de abajo”, producto de su historia política reciente, tanto en términos de subjetividad como de dirección política y la burocracia sindical jugó un rol muy importante para que el proceso avance lo menos posible hacia allí. Esto es una forma muy burda de ridiculizar nuestra posición (...)

Justamente por esto no usamos el concepto gramsciano de “revolución pasiva” o de “diplomatización de la revolución”, para el kirchnerismo, precisamente porque el 2001 las acciones de masas fueron “jornadas revolucionarias” y no revolución. Sin embargo, el kirchnerismo llevó adelante una “pasivización” de los movimientos que habían tenido expresión en aquellos días convulsivos.
(…) la crisis que tuvo su expresión aguda en diciembre del 2001, no fue una crisis política más (como podía ser la crisis de la “Banelco”) o una crisis económica más. Sino que se combinó una crisis económica profunda, con una crisis social de magnitud y una crisis de hegemonía (ruptura entre “representantes y representados”, con el hundimiento de un partido histórico como el partido radical), todos elementos que Gramsci toma para definir una “crisis orgánica”. Una crisis de la autoridad estatal y de un “tipo de estado”, basado en la convertibilidad y un bipartidismo decadente (“pacto de Olivos), “remendado” (Chacho y la Alianza) pero todavía sobreviviendo.

Duhalde, el pejotismo y la burocracia sindical, hicieron el trabajo sucio e impusieron la devaluación (una medida, digamos…no muy progresista y una gran base para los “años kirchneristas” posteriores)

(…) Sin embargo la “crisis de autoridad” estatal se mantenía y es ahí donde NK y sus “coaliciones”, comienzan su rol restaurador, conservador, con una primera “etapa” N&Pop (en la que logró el “trasnformismo” de muchos “intelectuales”). Y ahora en su fase “cristinista” pretende terminar su tarea hasta el final.

Por último el intento de “minimizar” la crisis (“no fue orgánica, fue de coyuntura”) cumple la función de presentar los aspectos más “progresistas” del kirchenrismo únicamente como producto de una voluntad política y nada como producto de las circunstancias (que no dejaban margen para una continuidad del neoliberalismo a secas). De esta forma, “achicando” las dimensiones de la crisis, Artemio busca agrandar el rol progresivo del ciclo K, disminuyendo su rol profundamente conservador centrado en la recomposición de la autoridad estatal (…)

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