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A 50 años del golpe gorila

Romper con los partidos patronales

22 de septiembre 2005

Nacionalismo burgués

El peronismo en 1945 representó un intento nacionalista burgués de regateo con el imperialismo yanqui, que otorgó conquistas sociales a los trabajadores y permitió -aunque bajo su riguroso control y el del Estado- el desarrollo de la organización obrera. En aquellos años Argentina se negó a entrar al Fondo Monetario Internacional y la participación del ingreso obrero en la renta nacional representaba más del 50% del total. Sobre la base de una política reformista en lo social y un discurso contra la oligarquía, Perón ganó el apoyo de los trabajadores y el desprecio de las elites y el imperialismo, pese a que el General le había garantizado a las clases dominantes criollas la adhesión de la clase obrera al régimen burgués y que en su segundo mandato se mostró dispuesto a negociar con los EE.UU., prueba de ello son los acuerdos petroleros con la Standard Oil.

50 años después

En la actualidad Kirchner quiere reflotar en el imaginario de los trabajadores y el pueblo aquella mística peronista de 1945 con un discurso “nacional y popular”, para fortalecer la idea de que necesita más poder para impulsar los cambios desde arriba. En estos días presentó como un acto de dignidad y de fortaleza del Estado a lo sumo el retiro de la empresa francesa Suez de Aguas Argentinas. Esto no es así, ya que el estado va a tomar el control temporal de la empresa pero para reprivatizarla, sin mencionar que el gobierno no tocará un sólo centavo a la compañía francesa que incumplió con todas las inversiones que le correspondían por la licitación del servicio y para colmo el Estado se hace cargo de las deudas de la compañía. Mientras tanto permite que las petroleras como Repsol sigan saqueando ese recurso estratégico y el imperialismo yanqui cuenta con un gobierno a su servicio al punto de llevar las tropas argentinas a Haití a colaborar con la ocupación militar de Bush.
Lo mismo sucede en torno al FMI y el pago de la deuda. Hace discursos contra este organismo pero paga puntualmente los intereses de la deuda aún a costa hambrear a los estatales y jubilados. El “capitalismo en serio” que propone Kirchner está muy lejos incluso del nacionalismo y de la políticas de reformas que encarnó Perón. Es la vía para permitir negocios extraordinarios a los empresarios y continuar por la senda de la sumisión nacional.

La vieja política maquillada

El gobierno de Kirchner gusta presentarse como un producto de la rebelión popular de diciembre del 2001 pero al igual que su mentor y antecesor Eduardo Duhalde, es un producto del menemismo. Recordemos que Duhalde fue el vice de Menem y gobernador durante los ‘90 de la provincia más importante del país, sino que también es el responsable de una devaluación que licuó las deudas de los grandes capitalistas, pulverizó el salario obrero y hundió a más de la mitad de la población bajo el umbral de pobreza. El presidente suele acusar a Duhalde de representar a la vieja política en alusión a Menem, pero no está de más decir que esta acusación lanzada por el mismo Kirchner contra Duhalde podría ser usada también en su contra, teniendo en cuenta sus largos años como gobernador de Santa Cruz en los ‘90 donde alentó y se benefició de la privatización del petróleo, su reconocida afinidad con Cavallo (recordemos que el actual Jefe de Gabinete Alberto Fernández fue diputado cavallista) y por último su alianza en el Frente para Victoria con los punteros más recalcitrantes del duhaldismo y el menemismo. El “reformismo” de Kirchner no pasa de ser un salvataje de la vieja política y un continuador del neoliberalismo de 3 a 1 inaugurado por la devaluación.

Hay que darle la espalda a los partidos de los empresarios y del imperialismo

Ni el Frente para la Victoria de Kirchner ni el PJ duhaldista son una salida para los trabajadores y el pueblo pobre, ni significan un cambio con respecto a las condiciones creadas por el neoliberalismo y la sumisión al FMI y al imperialismo. Tampoco lo son las propuestas patronales que desde la derecha como López Murphy-Macri o el supuesto progresismo “moral” de Carrió: todos son políticos de los empresarios. A su vez, ningún paso adelante significan los frentes que postulan la conciliación de clases como el PC-PS o los acuerdos del MST con Mario Cafiero que sirven de plataforma izquierdista para un carrerista.
Hay que romper con el peronismo y los partidos de los empresarios y el FMI así como con toda ilusión de cambios desde arriba o de conciliación con los patrones. La clase obrera necesita crear su propia herramienta política, un partido de los trabajadores sin patrones ni burócratas sindicales, basado en sus organizaciones combativas. De esta forma podrá plantear un programa independiente y revolucionario, de lucha por el gobierno de los trabajadores como salida para el pueblo oprimido de la Nación.
El 23 de octubre el Frente PTS-MAS (en Capital Federal y Buenos Aires) y las listas del PTS constituyen la única alternativa socialista que se propone luchar por la independencia política de la clase trabajadora.

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