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Notas de tapa

Subsidiando al capital

La semana pasada el elegido vicepresidente, Amado Boudou, junto al Ministro de Planificación, Julio de Vido, anunciaron que se retiraban subsidios a empresas bancarias, financieras, de juegos de azar, de seguros y terminales portuarias y aéreas.

Pablo Anino

10 de noviembre 2011

La semana pasada el elegido vicepresidente, Amado Boudou, junto al Ministro de Planificación, Julio de Vido, anunciaron que se retiraban subsidios a empresas bancarias, financieras, de juegos de azar, de seguros y terminales portuarias y aéreas. La reducción, que es de menos del uno por ciento de los subsidios totales, pretende ser mostrada como una medida realizada bajo criterios que establezcan equidad entre quienes pueden pagar tarifas más altas y quienes no.

Desde el año 2007 los subsidios a las ganancias empresarias se incrementaron aceleradamente. El objetivo era evitar que la suba de precios en los servicios públicos (las empresas de energía y de transportes reciben el 90% de los subsidios) alimente la escalada inflacionaria que de todos modos continuó. Es así que se erosionó el superávit fiscal, uno de los pilares del esquema económico kirchnerista, no como pretende el establishment por aumentos salariales a los docentes o a los trabajadores estatales, sino porque los subsidios pasaron a tener un peso enorme en el gasto, más de un 20%. Entre otras inequidades, hoy los subsidios representan más de siete veces los recursos que se destinan a la Asignación Universal por Hijo.

En el discurso oficial los subsidios estimulan el “desarrollo” beneficiando a sectores específicos a través de transferencias monetarias, además que favorecen al entramado industrial mediante el abaratamiento de insumos que utilizan muchas empresas, como los combustibles. Salvo excepciones como Aguas Argentinas y Aerolíneas Argentinas donde los concesionarios huyeron luego del vaciamiento, el kirchnerismo sostuvo la “herencia” neoliberal de las privatizaciones, cuyo resultado de desinversión y desidia a que fue abandonada la infraestructura tuvo que ser compensado mediante subsidios. Esto se hizo evidente en los ferrocarriles donde el Estado a través de la UGOFE gestiona con los Roggio y la burocracia sindical una infraestructura en ruinas. En el sector de hidrocarburos, la no exploración de nuevos recursos trajo graves problemas estructurales en el abastecimiento, tanto que se pasó a depender de la importación subsidiada de naftas y gas desde otros países. Edesur y Edenor compiten para ver quién es más eficiente en cortar la luz. Más que promover el “desarrollo” los subsidios ayudaron a convalidar la rapiña.

El retiro total de los subsidios llevaría a aumentos de tarifas que en algunos casos, como en el de la electricidad, se triplicarían. Esto no significaría nada en el sueldo de Boudou que vive cómodamente en Puerto Madero ni para Macri que nunca viaja en subte, pero ya anticipó que el pasaje se iría a más de tres pesos. La suba de tarifas afectaría a los trabajadores que utilizan los servicios públicos. Además de beneficiar de manera directa a las empresas que los reciben, los subsidios benefician de manera indirecta al conjunto de los empresarios abaratando el costo de vida y los salarios de los trabajadores. Lejos del discurso del gobierno de que los subsidios ayudan a mantener el poder adquisitivo del salario y constituyen un elemento más de la política “redistributiva”, son fuente de enormes negocios para los capitalistas. El gobierno tiene plena consciencia de esta situación por eso busca retocar el esquema de subsidios de manera quirúrgica a través de una comisión que analice la estructura de costos de cada sector. La profundización de este “modelo” de altas ganancias seguro será contra el pueblo trabajador. Para los trabajadores la única alternativa es luchar por la estatización de todas las empresas públicas y ponerlas bajo gestión de los trabajadores y comisiones de usuarios populares, eliminando en ese camino el subsidio a la ganancia capitalista y estableciendo la gratuidad para el pueblo trabajador.

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