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Acerca del libro ’Kirchnerismo para armar’

Tibios y conformistas jóvenes

A veces un libro puede quedar viejo, caduco, más rápido de lo que su autor (o, en este caso, autores) pretende(n). Es justamente el caso ’Kirchnerismo para armar’. Veintiséis miradas jóvenes sobre el movimiento político que cambió a la Argentina.

Demian Paredes

29 de diciembre 2011

Tibios y conformistas jóvenes

A veces un libro puede quedar viejo, caduco, más rápido de lo que su autor (o, en este caso, autores) pretende(n). Es justamente el caso del libro Kirchnerismo para armar. Veintiséis miradas jóvenes sobre el movimiento político que cambió a la Argentina (Peña Lillo/Ediciones Continente). Aparecido entre las elecciones Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (en definitiva, una “megaencuesta” que con su alto “piso” de votos a superar, pretendía dejar a la izquierda principalmente, y demás fuerzas políticas chicas, fuera de la contienda electoral) y las presidenciales de octubre, este libro pretende informar (y convencer) acerca de las bondades del kirchnerismo, devenido hoy en cristinismo.
Elogioso, parcial (y acrítico), Kirchnerismo para armar repite, en la mayoría de sus artículos, la misma cantinela: el gobierno es buenísimo porque descolgó los cuadros de los dictadores de la ESMA, dio la AUH, promovió paritarias, hizo una “nueva ley de medios” (supuestamente “antimonopólica”), aumentó la jubilación mínima, “renovó” la Corte Suprema de Justicia y habilitó el “matrimonio igualitario”.
No hay mucho más, aunque se pueden encontrar algunas “confesiones” y planteos acerca de varios de los (más evidentes) “claroscuros” del kirchnerismo, que contradicen aquello que pretenden los compiladores: mostrar que el gobierno es un “movimiento” que “cambió a la Argentina”.Y esto ocurre con (casi)todos los que escriben: jóvenes (y no tanto) provenientes de la Universidad de Buenos Aires, de los barrios del conurbano, blogueros, periodistas, una abogada… y hasta alguien presentado como un “sindicalista piola”(!?). Algunos/as pretenden ofrecer relatos sin fisuras… obviando gruesamente hechos de la realidad, y otros admiten (algunos) “elementos no deseados” en su –como lo llaman– “proyecto”, tal como veremos a continuación.
Por ejemplo, Mariano Hamilton, panelista de Duro de Domar, dice: “No me cerraba demasiado que [Néstor Kirchner] fuera el delfín de Duhalde, pero tampoco había margen. Otra vez la cosa pintaba para votar al menos malo. […] Alguna vez pactó con el Diablo y eso generó dudas. Muchas veces se sintió ese sabor amargo, esa contradicción entre su discurso de redistribución y su billetera abultada, pero en definitiva siempre hubo mucho más en el haber que en el debe. Por eso había que creer”.
Y no es el único que habla de “creer”, como si fuera una cuestión religiosa: Ezequiel Meler, historiador y (ahora ex) bloguero, admite: “Me tenían que convencer para que creyera que era en serio eso de recuperar el Estado, […] era casi la peregrinación de un agnóstico buscando una fe de la que ya no estaba seguro”. ¿Y cuál fue “la seguridad” que en definitiva (les) dio Kirchner? Ninguna otra que la “capacidad” de la real politik, de la típica política peronista. Como lo dice Nicolás Tereschuk, de los blogs Vida Binaria y Artepolítica: Kirchner “tejía esa telaraña que une el poder del Gobierno federal con el de los territorios. Así, gobernadores e intendentes –sin importar su historia política, sino su capacidad de mantener gobernados los territorios– se vinculaban de una manera particular con la Casa Rosada.[…] al mismo tiempo, los jefes políticos locales –que debían incorporar una serie de elementos a sus discursos y prácticas– no cambiaban por completo. ‘Aquí se gobierna así’ o ‘aquí siempre se gobernó así’ seguía siendo parte de un paisaje donde cambio y continuidad son elementos que se combinan de forma diversa”.
Pero, ¿cuánto de “cambio” y cuánto de continuidad hubo bajo el kirchnerismo, si el poder real siguió perteneciendo a los “barones del conurbano” y gobernadores? Esta cuestión se expresó, contundentemente, con el asesinato de los Qom de la Formosa gobernada por Insfrán (y su policía, al servicio de los terratenientes locales) y de los “sin techo” de Libertador, localidad de Jujuy donde impera el orden del Ingenio Ledesma; una provincia gobernada por otro oficialista: Walter Barrionuevo. Acá hay entonces un 100% de continuidad.
Sin embargo, estos dos episodios no son mencionados en ninguno de los 26 (sí, leyó bien: 26) relatos de Kirchnerismo para armar. Incluso Tereschuk reivindica la creación del Ministerio de Seguridad que Cristina Fernández de Kirchner dio como respuesta a… ¡la represión conjunta de la Policía Federal y la Metropolitana a las tomas de tierras en Parque Indoamericano! [1] Y por ello, es letra muerta lo que plantea el periodista Hernán Brienza sobre un futuro “megaplán” para “erradicar de una vez por todas la infraestructura de la pobreza y la indigencia”… El mismo Meler reconoce “la política social” del gobierno como “oscilante”, y dice que “El crecimiento, bien lo sabemos hoy, no derrama necesariamente para abajo”…
Otros, como Federico Montero, del Movimiento Evita, proponen algo más típicamente kirchnerista, como son los argumentos de Carta Abierta (y que más bien, debería llamarse “Carta Justificadora”): “centrarse en ‘lo que falta’”, más allá de las contradicciones o “partes feas” del “modelo”: “reforma impositiva, nacionalización de los recursos naturales, regulación del comercio exterior, erradicación definitiva de la pobreza, alcanzar el famoso ‘fifty-fifty’, despenalización del aborto y muchas ‘propuestas’ más”. Sin embargo todo esto que parece ser “vamos por más”, en realidad es “nunca menos”… de lo poco que se dio. Por algo Facundo Moyano tiene que admitir que, “Del 2002 al 2010 la tasa anual de crecimiento fue de un 7.6%, mientras que la del sector manufacturero alcanzó el 8.1%. Sin embargo, recién a partir del 2006 el sector asalariado alcanzó un nivel de participación en el valor agregado, similar al del 2001”.
Tras años de tasas de crecimiento “chinas” (millonarias para las patronales), los trabajadores (“en blanco”) apenas regresaron a los “niveles salariales” (neoliberales) de 2001. Moyano Jr. agrega: “Aún con el impacto de la AUH, la pobreza al 2010 se encontraba en un 23.8% y la indigencia en un 6.4”. Y todavía más: “Los niveles récords de rentabilidad empresarial, ya sean del sector industrial, agroganadero y sobre todo financiero, son una prueba de ello [de que hay ganancias extraordinarias, gracias a la inflación]. Su contrapartida es el 34% de trabajo no registrado, que significa unos 4 millones de argentinos que ven avasallados sus derechos más elementales”. Entonces, aun elogiando la devaluación peronista y la creación de nuevos puestos de trabajo (junto a la alta rentabilidad patronal), tiene que reconocer que la pobreza estructural del país el kirchnerismo no la modificó.
Aunque nosotros, los militantes del PTS, apoyamos todo reclamo y toda acción en pos de conquistar más y nuevos derechos democráticos, como el aborto seguro, legal y gratuito (que no parece que CFK lo vaya a dar), la ley “de matrimonio igualitario”, o la de “identidad de género”, debemos ser realistas y críticos, ya que son concesiones arrancadas tras años de organización y lucha y, aunque una vez otorgadas brindan derechos “iguales” (jurídicos) “para todos”, mantienen la desigualdad real (económica) que hay en toda sociedad de clases, donde impera la propiedad privada de los medios de producción. Más en concreto: aunque haya igualdad “en los papeles”, el hambre, la miseria y los bajos salarios siguen rigiendo nuestras vidas. Por ello el escrito de los dos militantes de la agrupación Putos Peronistas, Pablo Ayala y Esteban Rodríguez, relatando la “visibilización” que hizo CFK en un acto, en 2008, y reivindicando la ley de “matrimonio igualitario”, aprobada el 15 de julio de 2010, dice de la situación de Marlene y su pareja: “Quizás a ellas les toque poco [d]el matrimonio [igualitario,], ya que no tienen bienes ni obra social por compartir”.
En definitiva, el kirchnerismo, como “hijo del 2001”, fue un gobierno surgido de la monumental “crisis orgánica” (al decir de Gramsci), donde la movilización masiva tiró abajo un presidente y un gobierno, y derribó a un pilar (la UCR) del tradicional bipartidismo instaurado en 1983. Al faltar un actor social fundamental, la clase obrera ocupada concentrada en la industria y los servicios (presa del terror a la hiperdescupación y del pérfido accionar de la burocracia sindical), la lucha de las clases medias, los desocupados y sectores de la juventud no pudo avanzar más, y el peronismo (en versión kirchnerista) actuó como un gobierno de contención tras aquellas jornadas revolucionarias. O en otras palabras, fue un gobierno de la “restauración”: uno que recuperó para las clases dominantes la autoridad estatal y un funcionamiento más o menos “normal” para el capitalismo argentino.
Incluso, este período de –como lo llama Federico Vázquez– “tensión regulada”, con promesas de “refundaciones”, “nuevas sociedades” y “capitalismo en serio”, fue siempre roto por derecha: la decena y media de asesinatos, como el del joven militante Mariano Ferreyra (quien luchaba con los precarizados ferroviarios por el pase a planta permanente), de integrantes de pueblos originarios, de trabajadores pobres “sin techo”, y la represión a diversas luchas los últimos años (desde Casino Flotante y Mafissa, pasando Kraft, a las huelgas de petroleros y docentes en Santa Cruz, donde hay palos y cárcel), y la permanente (y creciente) criminalización de los luchadores y luchadoras, con más de 4.000 compañeros y compañeras procesados/as, y, por último, la reciente votación de una “ley antiterrorista”, pedida por el imperialismo yanqui (suficientemente amplia como para que cualquier luchador/a sea considerado/a terrorista), demuestran claramente hacia dónde va la “voluntad política” del gobierno nacional: hacia la derecha. Hacia el avance de la restauración.
¿Seguirán tratando de tapar el sol de la realidad con sus manos, los militantes kirchneristas, con esta clase de libros? ¿Llenos de “relatos” (sesgados) y de alabanzas al gobierno, por parte de estos “tibios” (como se define una autora) y conformistas?

[1] También es muy pobre el desempeño de la abogada (y panelista de Duro de Domar) Julia Mengolini en “Plaza”: lo hace hablar a “Pitu” Salvatierra, militancia social kirchnerista… quien hace pocas semanas, al cumplirse un año de la represión en Indoamericano, dijo a todos los medios (que quisieron preguntarle –en su mayoría, fueron los opositores al gobierno de CFK–) que nadie, ni el gobierno nacional ni el metropolitano de Macri habían dado alguna concesión sustancial (¡una casa! ¡un terreno!) a los pobres del sur de la CABA

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