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Debates

Un camino utópico hacia un callejón sin salida estratégico

Recientemente el espacio “Otro camino para superar la crisis”, integrado por el Frente Popular Darío Santillán, la agrupación estudiantil Julio A. Mella y el BASE, ambas de la UBA, y miembros del colectivo Economistas de Izquierda, entre otros, presentó una declaración donde exponen su caracterización de la crisis capitalista, sus consecuencias para la Argentina y Latinoamérica, y proponen un conjunto de medidas para enfrentarla articuladas en forma de programa. En estas líneas plantearemos algunas críticas a esta declaración que consideramos fundamentales para la discusión estratégica.

Matías Maiello

18 de diciembre 2008

¿A qué crisis nos enfrentamos?

La declaración sostiene que “El capital se enfrenta, periódicamente, a sus propios límites y una y otra vez debe intentar franquearlos. Así, si no aparece un sujeto social-político capaz de articular un amplio movimiento obrero y popular que de forma a un bloque contrahegemónico y genere, de esta manera, las condiciones para erradicarlo; el sistema se recreará, dando paso a una nueva fase capitalista”.

De esta forma se presentan dos escenarios posibles: o existe un movimiento capaz de erradicar el capitalismo, o “el sistema se recreará, dando paso a una nueva fase capitalista”. Pero ¿a qué condiciones tendrá que enfrentarse este movimiento que se proponga erradicar al capitalismo?, o lo que es lo mismo ¿de qué forma podría el capitalismo “recrearse”? Éstas son las preguntas fundamentales de las que hay que partir para pensar un programa si no se pretende caer en una visión tranquilizadora presentando la crisis actual como una más del capitalismo y no como la peor crisis capitalista desde 1929.

En aquel entonces entre la crisis y la “recreación” del sistema, se dio nada más ni nada menos que: el ascenso de Hitler en Alemania, la derrota de la revolución española, del proceso revolucionario en Francia del ’36, los juicios de Moscú y la consolidación de Stalin, la segunda guerra mundial donde murieron 60 millones de personas (un 2% de la población mundial), la derrota de los procesos revolucionarios en Italia, Francia, y Grecia a la salida de la guerra, y muchos etcéteras.

Más allá de los límites de las comparaciones históricas, no es posible plantear seriamente los escenarios generales de “erradicación” o “recreación” del capitalismo sin partir y prepararnos para los acontecimientos de magnitud que la crisis pone por delante.

¿Burguesía “independiente” o clase obrera?

Si la crisis tiene esta magnitud, ¿cuál es la fuerza social capaz enfrentarla? Uno podría pensar que los millones de trabajares asalariados de nuestro país tienen algo que ver con esto.

Sin embargo, “Otro camino…” no se plantea la ardua tarea de organizar esta enorme fuerza social con un programa de independencia de clase para que junto con sus aliados, los pobres de la ciudad y el campo, se proponga derrocar el poder de la burguesía e imponer un gobierno de los trabajadores, sino que reemplaza esta tarea por expectativas en que la situación mundial tenga como subproducto “llevar a un mayor grado de independencia relativa de las burguesías locales” respecto al imperialismo. Y sostiene como objetivo enfrentar “la recolonización de nuestros países con todos los gobiernos que se opongan a las políticas imperialistas.”

De esta forma borra de un plumazo toda la experiencia de los trabajadores y campesinos latinoamericanos con los nacionalismos burgueses a lo largo del siglo XX desde Lázaro Cárdenas, hasta Getúlio Vargas, pasando por el mismo Perón, que expresaron políticamente lo máximo que la burguesías locales pudieron dar y que, sin embargo, fueron incapaces de frenar el saqueo imperialista, revertir el atraso nacional, y menos que menos lograr la unidad de América Latina.

¿Quién va a pagar la crisis?

“Otro camino…” nos propone una serie de medidas justas para que la crisis no la paguen los trabajadores como por ejemplo, la prohibición de los despidos, el 82% móvil para los jubilados, etc.

Pero ¿quién va a pagar la crisis? La declaración nos dice: “¡Qué la crisis la paguen los de arriba!” Pero ¿quiénes son “los de arriba”?

¿Son los oligarcas del agro pampeano? Sobre el problema agrario lejos, de plantear una medida elemental como la expropiación de los grandes propietarios de la pampa húmeda -ni hablar de la nacionalización de toda la tierra- la declaración postula una abstracta “reconversión planificada de la producción agraria” y la “eliminación del ‘modelo sojero’ e impulso de dicha producción bajo el principio de la soberanía alimentaria.” A lo sumo, llega a plantear la “titularización de las tierras en posesión del campesinado familiar, marginado y saqueado por la burguesía agraria, y los territorios reclamados por los pueblos originarios” lo cual es sólo un aspecto del problema. Es decir, un programa que hasta el mismísimo PCR que supo marchar codo a codo con la oligarquía, calificaría de “tibio”.

Descartamos entonces a los grandes burgueses agrarios. Ahora bien, “los de arriba” ¿serán los capitales nacionales e imperialistas que controlan las grandes industrias de nuestro país? La respuesta en este punto es el silencio. Ni siquiera en el caso de las fábricas que cierran se plantea la perspectiva de la expropiación. En el único caso que se sostiene algo como esto es con las privatizadas donde se propone la reestatización. Sin embargo, aquí tampoco los capitalistas pagan los platos rotos ya que se omite el pequeño detalle de las famosas “indemnizaciones”. No es casual que a la hora de hablar de la expropiación de Aerolíneas y no se diga una palabra de los cientos de millones de deuda de los cuales finalmente se va a hacer cargo el Estado.

Antes de agotar las alternativas, y suponiendo que podamos destacar un sector de burguesía financiera diferente a los sectores antes mencionados podemos preguntarnos si estos son, tal vez, “los de arriba” que van a pagar. Sobre este punto “Otro camino…” hace planteos ambiguos de “juntas reguladoras” y “control y bloqueo de la salida de capitales”, “reponer el control cambiario con política de cambios múltiples y diferenciados” desligados de un planteo claro de monopolio del comercio exterior sin el cual todo lo anterior es solo una declaración de buenas intenciones. Y a la hora de plantear la nacionalización sin pago de la banca la iguala con la estatización de los depósitos que ya fue aplicada en el ’46 y el ’73 dando contablemente el manejo de los recursos al Estado pero sin lograr la eliminación de los negocios de los especuladores burgueses. De conjunto, sin ligar estas medidas al poder de los trabajadores se reduce a un utópico autocontrol de la burguesía sobre sí misma.

Con razón habría que tener en cuenta las palabras de Julio Mella quién decía que: “Nacionalizar puede ser sinónimo de socializar, pero a condición de que sea el proletariado el que ocupe el poder por medio de una revolución. […] Pero cuando se dice a secas nacionalización, se está hablando con el lenguaje de todos los reformistas y embaucadores de la clase obrera” (“¿Qué es el ARPA?”)

En síntesis, la crisis no la paga la oligarquía, no la pagan los grandes capitalistas nacionales e imperialistas, no la pagan ni siquiera quienes saquearon las privatizadas. Es decir, la realidad es que la crisis no la pagan “los de arriba”, a no ser que se sostenga que esto solo significa el no pago de la deuda externa, una medida justa por cierto, y un impuesto a las transacciones financieras. Y lo que sería aún más extravagante que con esto se pretenda “superar la crisis”.

¿Y entonces cuál es el plan para que la crisis no recaiga sobre los trabajadores?

En el medio de una crisis inédita a nivel internacional, y con una economía internacional integrada como nunca antes en la historia, la respuesta que “Otro camino…” desafía los principios básicos de la economía capitalista y nos propone una nueva variante del “vivamos con lo nuestro” que pronunciara Aldo Ferrer cuando lanzó el Plan Fénix. Es decir, un programa para “reactivar” la economía con el beneplácito de sectores de la burguesía local. La defensa mercadointernista de este programa compite en su fervor con los reclamos lanzados desde las organizaciones de la pequeña y mediana industria. El programa avanza en considerar las aspiraciones de los estratos más débiles de la burguesía con medidas como “la elevación de las protecciones arancelarias y para-arancelarias”, “el estímulo a la sustitución de importaciones” y “la promoción de proyectos productivos con alta generación de empleo”. Esta sería la gran solución.

Para colmo, después de haber propuesto impulsar medidas proteccionistas la declaración plantea: “consideramos de vital importancia apoyar una integración [regional] en beneficio de los pueblos y no del capital”, a condición de que se diferencien las tarifas según los rubros que afecten a socios regionales. Parece, como mínimo, extremadamente dudoso que hoy ambos principios postulados en el programa puedan ser compatibilizados en la árida realidad. No por nada esta integración de la mano de las “burguesías nacionales” nunca resultó. Muestra actual de ello es el fracaso de todas las iniciativas que la declaración se propone apoyar: “el ALBA, Petroamérica, Banco Del Sur, Telesur, etc.”

¿Un Estado neutral?

¿Organizar un a la clase obrera? ¿Derrocar a la burguesía y poner en pie un gobierno de los trabajadores basado en sus propias instituciones de autoorganización? ¿Construir un partido revolucionario? “Otro camino…” responde: para qué si “nuevamente el Estado tiene que intervenir en la economía”. Coherente con su programa y sus expectativas en el “mayor grado de independencia relativa de las burguesías locales”, no se detiene en detalles como el carácter de clase del Estado.

Esto los lleva a plantear que con la estatización de las AFJP “en términos políticos, se presenta a la izquierda y a los movimientos sociales y populares una situación muy similar a la provocada cuando se plantearon las retenciones móviles. La medida es justa, pero hay que discutir cómo se aplicará y con qué objetivos”. Como si no hubiesen quedado suficientemente claros los “objetivos” del gobierno en el conflicto con las patronales agrarias donde se enfrentó a antiguos socios como Urquía o Grobocopatel, ahora “Otro camino…” parece no querer ver “objetivos” de la estatización de las AFJP como los subsidios a los capitalistas del campo y la industria bajo las banderas liberales de la “teoría del derrame”, o el blanqueo de capitales, sin mencionar que junto con esto les da la administración de los créditos y los salvatajes a los capitalistas a los propios bancos para que obtengan fabulosas ganancias.

Después “Otro camino…” aclara en la declaración que: “La contrapartida es que la coalición conservadora renueva sus andanadas empujadas por las distintas fracciones del capital que buscan reposicionarse.” Al igual que las declaraciones de los intelectuales kirchneristas, nos muestra dos campos enfrentados entre los que cuales los trabajadores tendrían que optar por el “mal menor”, cuando en la reciente crisis por las retenciones móviles fue evidente que nada tenían que ganar los trabajadores detrás de ninguno de los bandos capitalistas.

Además, no queda claro como es que la ecuación “intervención del Estado” más “vivir con lo nuestro” favorecería a los trabajadores y sectores populares, a no ser que se esgrima alguna versión de la teoría del derrame mencionada antes, donde si al patrón –en este caso el pequeño patrón- le va bien al trabajador también. Y lo que tampoco queda claro es cómo esto redunda en algún tipo de independencia del imperialismo a no ser que por esto se entiendan el envío de tropas a Haití, otorgarle argumentos legales a Israel para atacar Irán, o aprobar raudamente la ley antiterrorista.

En consonancia con sus expectativas en la “mayor independencia” de las burguesías locales y en “la intervención del Estado” no es casual que “Otro camino…” sostenga que las conquistas populares pueden surgir del “debate social” y de una creciente “incidencia en el rumbo de las políticas públicas” como refuta no solo la experiencia histórica en general sino experiencias recientes en Latinoamérica como el Octubre boliviano o la Comuna de Oaxaca. Así es que la declaración deja de lado una cuestión fundamental que debe plantearse cualquier programa serio, como son las formas de autoorganización y autodefensa de los trabajadores y el pueblo pobre, tanto frente a la derecha como al propio Estado burgués.

¿Diez años no es nada?

Sin embargo, no son los gobiernos de los Kirchner los ejemplos de estrategia que “Otro camino…” quiere plantear. Nos dicen que Venezuela, Bolivia y Ecuador “se distinguen del conjunto regional tanto por el protagonismo popular como por los avances alcanzados en el desarme de la matriz neoliberal de distribución del ingreso”. Si comparamos a los Kirchner con los gobiernos de Venezuela y Bolivia salta a la luz la diferencia, sin embargo, es dudoso que puedan servir como ejemplos de estrategia frente a la crisis.

Veamos el caso emblemático de Venezuela donde Chávez acaba de cumplir 10 años de gobierno. Después de una década, y con la política de las “empresas mixtas” con las que el Estado se apropió de una parte de la renta petrolera, y donde los precios del barril llegaron casi a 130 dólares, según los “optimistas” datos oficiales, la pobreza todavía afecta a más de 1,8 millones de hogares (alrededor del 30%), el 9,6% de los venezolanos viven en la pobreza extrema, y más del 44% de los trabajadores subsisten en la informalidad. En 10 años no se ha encarado una reforma agraria, se han pagado, según el Ministerio de Finanzas, más de 45.000 millones de dólares solo de deuda externa. ¿Qué va a pasar ahora que el barril de petróleo , principal ingreso del Estado, está por debajo de los 40 dólares si este es el balance después de que llegó a los 130? ¿Este es el “otro camino” enfrentar la crisis y derrotar al imperialismo?

Las consecuencias políticas de todo esto, se pueden ver claramente a nivel político, donde la derecha, sin aumentar sus votos, avanza en la Alcaldía Mayor y el Estado de Miranda, y el chavismo pierde bastiones como la barriada popular de Petare ante la desilusión de amplios sectores populares. Sectores que confiaron en Chávez y que no solamente ven que se mantienen en la pobreza, sino que repudian en forma generalizada a los dirigentes chavistas producto de la desfachatada corrupción que contrasta con su propia situación. Por otro lado, si durante estos años de amplio crecimiento económico la derecha pudo avanzar gracias a la política de negociación de Chávez, con el llamado a la unidad nacional luego del golpe y el lock out de 2002-2003, con la autoderrota del referéndum del año pasado, etc., ahora que la crisis va dar a la derecha mucho más que perder ¿este mismo es el “otro camino” para derrotar a las derechas latinomericanas y sus intentonas golpistas?

Sin embargo, en Venezuela comienza a desarrollarse otro camino para enfrentar la crisis, pero no es el de Chávez y el PSUV, es el de los trabajadores venezolanos que salen a la lucha. El de la emblemática lucha de Sidor. El de los trabajadores del combativo Estado de Aragua que han tenido que enfrentarse a cada paso con la burocracia sindical del PSUV, que conoce luchas como la de Sanitarios Maracay, y donde recientemente se han masacrado impunemente a 3 dirigentes obreros de la UNT, en una acción que Chávez tardó 4 días en salir a repudiar.

Cabe aclarar que este “otro camino” que comienzan a esbozar los trabajadores venezolanos para enfrentar la crisis se topó en ambos casos, Sidor y Sanitarios Maracay, con la represión de la Guardia Nacional. Un dato del que habría que tomar nota.

La gran tarea ausente: la organización de la clase obrera

Si “Otro camino…” no estuviese tan obnubilado por la “vuelta del Estado”, “la posibilidad de mayor independencia de las burguesías locales” tomaría nota en su declaración de la respuesta obrera a la crisis que comienza a sentirse en nuestro país. Y no nos referimos precisamente a las marchas oficialistas organizadas por la dirección de la CTA, sino, por ejemplo, a las luchas de los trabajadores automotrices contra los despidos en Volkswagen, Iveco y Gestamp en Córdoba, a la importante marcha unificada que realizaron el 1 de diciembre, cuestionando el aislamiento y la naturalización del despido de “eventuales” que pretende imponer la burocracia del SMATA.

Para que este otro camino se desarrolle hay una gran tarea que hoy tiene cualquiera que en nuestro país quiera plantearse seriamente enfrentar la crisis: la organización de inmensa fuerza social que constituyen los millones de trabajadores que conforman la clase obrera argentina, que hoy se encuentran divididos por la ofensiva capitalista y la burocracia entre efectivos, contratados, trabajadores en negro, la mayoría de ellos sin delegados propios. La crisis comienza a desatacar nuevos sectores que salen a la lucha y comienzan a organizarse.

“Otro camino…” dice al final del documento que “la fragmentación existente en el campo de los trabajadores y entre los sectores sociales subalternizados es uno de los desafíos principales a abordar” sin embargo, llamativamente, no le dedica una sola línea a lo largo de toda su declaración. Esto no es casual, porque como vimos todo su programa se articula alrededor de la “esperanza” en el surgimiento de un sector progresivo de la burguesía, y de esta forma se pretende eludir la ardua, pero histórica tarea de organizar a la clase trabajadora, con un programa de independencia de clase para que junto con sus aliados del campo y la ciudad sea capaz de derrotar a la burguesía y poner en pie su propio poder, para lo cual no hay otra herramienta que un partido revolucionario.

Este camino es el único realista si lo que se pretende es terminar con la dominación imperialista y derrocar a sus socios locales. Cualquier otro es un engaño y lleva a un callejón sin salida.

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