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Comunicados de prensa

REPORTAJE A MARTÍN “RUTA 8”

Un escritor obrero

Fui a la Casa Cultural “Karl Marx”, de San Martín (GBA). Allí me encontré con Martín “Ruta 8” (nombre en homenaje a compañeros militantes desaparecidos allí); un compañero de los que no abundan: además de ser militante, es un activo escritor. Esta entrevista surge a raíz de una iniciativa que ha tenido ante el próximo Encuentro Nacional de Mujeres, que se realizará en Neuquén. Aquí Martín comenta de qué se trata.

Demian Paredes

19 de julio 2008

-¿Querés contar un poco sobre tus primeros años?

 Mis primeros años de joven, como otros chicos, hice deportes; natación, caza, pesca, fundamentalmente tiro.

-¿Vivías en un pueblito llamado, cómo...?

 Mi pueblo se llamaba Juan N. Fernández: es un pequeño pueblo perdido en la tremenda provincia de Buenos Aires; muy pegadito al mar, a unos 80 kilómetros de Necochea.

-Y todavía existe…

 Sí sí, ahí fui justamente a presentar mi libro… Desde muy chico tomé contacto con la literatura: a los 10 años yo escuché a un ruso acá, en un encuentro de Literatura mundial, decir que cuando uno lee un libro bueno, no se lo olvida más. Yo leo Los miserables de Víctor Hugo, a los 10 años… claro: no tenía bases para entenderlo. Pero ya cuando leí Los trabajadores del mar, también de Hugo, entonces también me impactó, y mucho más. Entonces tendría, tal vez, 15 años.

En ese año, cuando yo tenía 15 –año ’46-, hubo un best seller de Erich Maria Remarque: Sin novedad en el frente. Allí pasaba de todo.

Remarque es un hombre que está contra la guerra; siempre se opone a la guerra, en éste y en todos sus libros: Andrés camarada, Arco de triunfo, De regreso… y el último libro que yo leí es Tiempo de vivir y tiempo de morir. Estamos hablando de Erich Maria Remarque que es alemán.

Y después tuve la oportunidad de leer lo que es para mía “las plumas de oro” de Rusia: desde Nicolás Gogol, Turgueniev (estamos hablando de 1850, dentro de Rusia), donde la vida es muy pero muy dura. En Almas muertas…

-De Gogol

 De Gogol, sí. Ahí vos ves que la vida del campesino ruso no tenía valor. Y cuando escribe Taras Bulba ahí se ve un gran nacionalista. Porque el protagonista mata a su hijo porque se enamora de una princesa polaca. Y para el cosaco había dos enemigos de Rusia: los tártaros y los polacos.

-Todo esto de muy jovencito lo leíste… ¿ibas a la escuela primaria o trabajabas? ¿O trabajabas y estudiabas?

 Hice primaria y fue muy mala la experiencia, porque yo cuestionaba todo el orden establecido y no tenía base. Había algo que me querían imponer y me rebelaba. Tal es así que yo lo he reconocido públicamente. Esta profesora de literatura y lengua de mi pueblo me decía –aquella vez que fui a presentar un libro mío- que yo en aquel momento debo haber sido un niño…

-¿Rebelde?

 Usaba un término más pedagógico: indisciplinado. O sea, rebelde con 10 años. Después de leer a Gogol leo a Dostoievsky, a Antón Chejov. Leo –lógicamente, más adelante- a Sergio Esenin, que es el poeta que le cantó mejor que nadie –según Trotsky- a la revolución. Y este hombre luego se mata, decepcionado de la revolución. Y Trotsky en el entierro dice algo así como “Bueno, no lo pudimos tener con nosotros, pero aún así que vivan los poetas”.

-Bueno, vos todo esto lo leías de adolescente…

 En una revista que se llamaba Intervalo. Publicaban los mejores cuentos. Después leí a Alejandro Dumas, un gran escritor francés. Lo leí a Honorato de Balzac, en La piel de zapa, que para mí es un gran fantasioso: domina la fantasía con mucha precisión. Después escribe La primea Bette y El cura de la aldea… libros de mucha importancia para mí; que me marcaron, podríamos decir.

Ahora, como estoy hablando de momentos de mi juventud, lógicamente leí cosas como La cabaña del tío Tom.

Después, más adelante leí Heminway. Por quién doblan las campanas, que es sobre la guerra civil española. Pero igual para mí esa obra está muy pobre, no está a la altura de lo que era realmente la guerra civil.
En cambio en El viejo y el mar –que lo escribió en Cuba- para mí tiene una capacidad que no se puede negar.

También leí a Jack London, siendo joven. Colmillo blanco, El llamado de la selva. Y después cuando leo El talón de hierro, es un libro de mucha importancia. Trotsky decía que hacía 30 años no le había podido contestar…

-A la hija…

 Sí: le debía una respuesta por el trabajo que había realizado Jack London. Luego, cuando leo a John Reed, en México insurgente por ejemplo. Después Hija de proletario… ¿o cómo es?

-Hija de la revolución

 Sí, Hija de la revolución, también escrita por “Juancito” –como le decían los mexicanos-, y después John Reed va a la Unión Soviética… y muere después allá… y Lenin decía que se lo leyera, por Diez días que conmovieron al mundo, que es un libro muy pegado a la realidad de Rusia. Ahí escribe que Trotsky, en una habitación como esta, habló una hora y media sin parar –no sé si había traductor-, pero tuvo una entrevista con Trotsky, que sin papel ni nada le habló una hora y media sobre los proyectos de la revolución.

-¿Y vos leías todo esto sin militar también, estas primeras obras sociales y políticas?

 Sí. En la época de mi primer trabajo, que es comprar cueros y lana, como empleado de comercio. Allí tuve las primeras discusiones por el sábado inglés, porque no quería trabajar los sábados a la tarde. Y después porque entre las 8 de la mañana y las 8 de la noche yo estaba en el campo, y llegaba de esto muy cansado. Y yo me rebelaba contra esto: el salario era malo, malísimo.

-¿Qué edad tenías?

 Yo empiezo a los 10, y termino de trabajar a los 18 con este hombre que era mi patrón. Fue mi primer patrón, y lo conocía perfectamente.
Y por mi naturaleza curiosa ya intuía algo que estaba mal, que no podía entender si era explotación o qué… pero yo veía que estaba mal.

Bueno. Voy al servicio militar y a la vuelta entro a la empresa Loma Negra de Fortabat y ahí sí, ahí participé de algunas luchas sindicales, porque estaba rodeado de obreros: eran unos 5.000 en total, aproximadamente. Yo estaba en la construcción y bueno, nos dejaron sin trabajo a unos 40 de nosotros y no nos querían para nada y fuimos a la ciudad de Tres Arroyos a ver a un abogado laboral

-¿De qué año estamos hablando?

 Año ’56.

-Estaban en una lucha sindical y buscaron a un abogado…

 Sí, fuimos los 40 compañeros en conflicto y con la ayuda del abogado ganamos el reclamo. Aunque éramos un grupo chico, en concesión –como las contratistas hoy-, donde estaba todo fraccionado, ganamos (Macri era uno de los contratistas de la empresa). Ahí cuando ganamos me sentí contento: porque ganamos porque nos habíamos organizado. Entre los que trabajaban para las contratistas había muchos chilenos y paraguayos. Y los chilenos eran muy sindicalistas, conocían la lucha sindical…

-¿Y luego de esto qué pasó?

 Luego de un tiempo me fui a Buenos Aires, en el año ’57. Acá, justamente en San Martín. Dejo la construcción y comienzo a trabajar en una fábrica metalúrgica, de fundición de aluminio. En aquel momento era un boliche, de 70 hombres, ¿pero, qué pasa? Yo ya venía con ‘las antenas paradas’, los muchachos me ven con muchas inquietudes, y me agarra una dirigente del Partido Comunista… justo la echan a ella y yo hablo con los obreros: casi uno por uno para convencerlos y se paró. Hice un trabajo político sin saberlo. Por ímpetu sindical. Y se la reincorpora. Luego Raquel me hace una cita –como hacen las pibas acá- y me afilia al partido. Ahí entro.

En esa fábrica además estaba la esposa del chofer del presidente vasco en el exilio. En algún momento esta chica, Juanita, me pasó algún diario sacado por los nacionalistas vascos –Euskadi-, donde leía algunas cosas sobre Trotsky.

Ella me decía: ‘Mire, no me hable de la guerra civil. Tuve a mi marido corriendo siete años de aquí para allá…’ (porque adonde iba el presidente tenía que ir su chofer, que además era un hombre de confianza). De distintas variantes, ambos eran socialistas. Cuando yo le hablé de los comunistas me dijo: ‘Siga, siga. Ya los va a conocer…’.
Luego me echan de esa fábrica

-Y sí, si habías organizado la huelga… en cuanto pudieron…

 En el año ’60 me echaron. Pero antes Juanita me contó muchas cosas de la Pasionaria, de las cosas que hacía el Partido Comunista allá… y que acá el partido nunca las iba a decir

-Las ocultaba.

 Sí, y como se entiende, tenía muchas cosas en mi cabeza, entre el PC y lo que me decía esta gente ligada a los luchadores vascos… hasta que empecé después a ver la realidad.

-Pero vos ya eras del PC…

 Del año ’60 empiezo a militar en el PC. Y llego a ser ‘secretario barrial’. Y recuerdo que en un congreso de 1965… o conferencia, no recuerdo eso bien, ahí me encuentro con Otto Vargas. Después en 1967 se iría Vargas con dos más (uno dirigente de la FUBA), para formar el PCR. Ese año lo recuero porque el presidente Ilia pretendía mandar muchachos a República Dominicana –ya que los norteamericanos habían ocupado Santo Domingo-, cuando hubo problemas internos, entre distintos sectores militares (incluso uno ‘pro Che’), donde había otro sector pronorteamericano.

Los EE. UU. intervinieron mandando 4.000 infantes. Acá la CGT hizo una manifestación tremenda, de decenas de miles: 60 o 70 mil personas habría. Ese día Íscaro –‘gran valor’- planteó que si no se podía impedir la salida de soldados habría que mandar brigadas internacionales. Y ahí todos los jóvenes saltábamos de contento, sin saber lo que iba a pasar después. Eso fue entonces en el año ’65, y yo estaba activo ya.

A mí me echan de ese partido en el año 1976 –en plena dictadura- por lo siguiente: cuando viene el mariscal Braiko con 20 oficiales soviéticos a condecorarlo a Videla y al gobernador de la provincia de Buenos Aires en Campo de Mayo. Cuando pregunté cómo era posible eso, me sacaron a patadas. Me dijeron ‘Andate con los trotskistas’… y yo decía ‘Bueno, pero ¿quién es Trotsky’, ‘Ese loco que mataron en México’… Y yo ni siquiera sabía de qué me estaban hablando. Y cuando anduve solo los del PC me dijeron que me dejara ‘de joder’: que dejara de visitar compañeros. Y la verdad es que yo no estaba haciendo nada, ningún trabajo. Pero eso me impactó. ¿Cómo lo van a condecorar a Videla?
¿Qué había pasado? ¿Cómo es que viene el mariscal Braiko? En el año 1946, cuando Perón gana las elecciones con el 54% de votos, lo llama a Díaz, presidente de la cámara de diputados y le dice: ‘Usted me va a buscar relaciones comerciales con Rusia’; ‘General… no se olvide que son comunistas…’. Y Perón le dijo: ‘¿Y a mí que me importa que sean comunistas? Es un país arrasado por 7 años de guerra y nos van a comprar de todo’. Efectivamente. Abrieron relaciones comerciales, y al cumplirse 30 años de la ‘Amistad argentino-soviética’ sale la fragata Libertad, al mando del contralmirante Rodríguez, y al llegar a Leningrado entrega las llaves de la ciudad a un país con el que tenía 30 años de relación comercial.

Entonces cuando vuelve Rodríguez tiene que informar al ejército y tiene que ser devuelta la visita al ‘pueblo ruso’. De ahí que vienen.

-Y sin ningún problema, ni los burócratas rusos, ni los milicos… si es por plata…

 Exactamente. Entonces llegan acá y lo condecoran a Videla y al ‘gobernador’ de la Provincia de Buenos Aires. Y le dicen, dentro del tratado comercial –y de ejército a ejército-: ‘si ustedes quieren algún arma que les pueda servir, dice Videla, fíjense’… Y se llevan la maqueta y los planos del Leopard Tam, hecho por Fabricaciones Militares. Y se fabrica en la Unión Soviética bajo licencia argentina, y con esos tanques invadieron Afganistán. Porque servía muy bien andando en terreno arrasado manteniendo la posición de tiro. Increíble.

-Todo muy contrarrevolucionario

 ¿Y qué te parece?...

-Y ahí te quedaste solo y sin partido…

 Solo pero militando. En esos años todo el mundo militaba, sino te quedabas a un costado. Eso sí, militaba una política de mierda porque pensaba que el PC tenía razón… yo y tantos jóvenes. El partido tenía su ‘arrastre’ todavía.

Pero antes, en el Cordobazo, me encontraba trabajando acá en una fábrica de San Martín: la Grove –que después se fue a Pacheco-. Era una fábrica chica, de 900 obreros. Y esa mañana llegué y estaban todos los compañeros comentando el hecho. Yo fui de esa generación que surgió con las Coordinadoras, el Cordobazo, el Rosariazo, el Mendosazo, el Tucumanazo… y esto a nivel nacional. Después a nivel mundial hay que nombrar al Mayo Francés, con el que miles de jóvenes vibraron tanto, y con los obreros en la calle –y que ahora se cumplieron 40 años de los hechos-.

Y hay muchos más: la Primavera de Praga; la Revolución de los Claveles en Portugal. La caída del Sha de Irán, donde 15.000 mujeres –nunca me olvido- se quitaron el pelo, se raparon, y participaron con las armas en la mano para echar abajo al dictador. Después vino Jomenei, y es otra historia. Pero el hecho es que las mujeres querían liberarse de esa explotación y opresión que tenían. Después vi la revolución nicaragüense. Y todo este proceso termina en los puertos de Polonia, en Danzig.

Todo eso lo viví. Toda esa historia hizo a los comentarios políticos y discusiones de lo que vivíamos.

En cuanto al PTS… yo te cuento que no tengo mucho ‘morenismo’ encima. Curiosamente yo que me jacto de haber leído mucho, había leído muy poco de Moreno, casi nada.

Ya en el ’78-‘80 vinieron a verme compañeros que militaban en lo que sería el MAS, y me ganaron para militar ahí. Luego a los pocos años moría Moreno…

Bueno, en el ’88 rompen los compañeros que aún forman hoy el PTS. Y nosotros éramos un grupo de unos 50 compañeros –una linda experiencia fue- y formamos el Grupo de Opinión Principista, y fuimos a militar: fuimos a golpear la puerta al PTS… Y nosotros fuimos porque, y en particular yo, el programa y la política eran correctos. Primero: porque siempre practiqué el internacionalismo proletario –a veces sin darme cuenta: siendo solidario con los pueblos en lucha- y bueno, cuando viene lo de Armenia, que el MAS se había quedado en un ‘nacional-trotskismo’… yo me di cuenta que la ruptura del PTS era correcta (…).

Lamentablemente de los que entramos a militar al PTS quedamos muy pocos… pero yo entré por programa y por la política que levantábamos, internacionalista: refundar la IV Internacional sobre bases principistas.
Desde entonces estoy leyendo a Trotsky, y si bien no he leído todo, es bastante. La historia de la revolución rusa, contada por Trotsky, tiene un gran valor. Para mí es una obra de arte que todo militante debería leerla.

¿Alguna pregunta más querés hacer?

-La verdad es que ya lo contaste ‘todo’… pero podés comentar lo que fue tu colaboración a los compañeros de Clase contra Clase de España. Contá cómo surgió el poema…

 Bueno, pero antes te comento algo: que a mí me ‘mojó la oreja’ Chipi (Christian Castillo), porque él me pidió mis memorias…

-Y… es que hay mucho ahí para contar… Esta entrevista tal vez podría ser un comienzo. Pero habría que ‘hilar más fino’…

 A lo mejor es porque me subestimaba, o me subestimo. Y otros compañeros me han dicho: ‘No, es importante: puede servir a otros la experiencia que hiciste vos con el PC’. Vos imaginate que fue una experiencia bastante interesante. ¡Y qué camino!: de un partido contrarrevolucionario a un partido centrista. Y luego rompo con el partido centrista para entrar a un partido revolucionario, que es lo que siempre busqué. Cuando yo entré al PC pensé que iba a hacer la revolución. Yo estaba tan convencido de eso… y me la había creído, hasta que comencé a darme cuenta de lo que era el PC. Pero bueno… el caso mío habrá sido el caso de muchísimos.

-Y me imagino que además en aquellos años de tempestad revolucionaria…

 ¡Y claro! Ahí estaba Cuba, ¿Quién no hablaba de Cuba? Yo por ejemplo pude leer el séptimo Congreso del Partido Comunista cubano, donde el secretario general dice que la visión del Che y Castro pasaba por sostener que se podía golpear a Batista con las armas en la mano. Pero nada dice de Franpai, que era un gran dirigente de la clase obrera cubana… de él no va a hablar. Cuando toman el poder, Castro y el Che decían ‘esto es gracias a la clase obrera’… ‘Gracias a la clase obrera, que paró y entramos triunfantes…’.

Para mí hay que explicar algo de la revolución cubana. Porque Castro nunca dijo que en el año ’57 la clase obrera le quebró el espinazo a Batista, con una huelga bancaria que paralizó La Habana. Y con esa herida, desde el ’58… el asalto a Moncada –que es una quijotada- le salió bien.

Pero la defensa de Castro, la presenta como sólo la han presentado muy pocos en la historia: como el dirigente anarquista de los ‘Mártires de Chicago’ (que se llama Jorge Engel). Hizo una elevada defensa en nombre de la clase obrera. La segunda la hace Trotsky en 1905, cuando enfrenta a los jueces del zarismo…

-Luego de la revolución, al final del año 1905, cuando golpea la reacción…

 Y la tercera la hace Castro. Justifica por qué se levantó. Por qué se hizo el levantamiento.

-Lo que se conoce como ‘La historia me absolverá’…

 Exactamente. Hasta ahí era positivo el proceso cubano. Pero luego el stalinismo lo desvió y Castro aceptó.

-Ahora, contanos un poco de lo actual. Contá lo de España…

 Tal vez por los recuerdos de Juanita, por tantos recuerdos de España… porque hemos leído mucho; y hemos sacado conclusiones sobre el gran aporte que ha hecho la clase obrera en Cataluña. Cuando escribí el poema lo hice pensando en el bastión de Cataluña… por una mujer, que es la que va a hablar, la que va a denunciar con fervor al stalinismo la traición que se manda en España.

Todo eso me sirve a mí para darle vida al poema. Yo no sé si estará a la altura, pero es un pequeño aporte al cumplirse 70 años de la guerra civil española, a los miles y miles de combatientes que cayeron bajo las balas del franquismo…

La clase obrera de Cataluña ha hecho tantas cosas… primero: se sacaron la dirección traidora que tenían y pusieron su propia dirección. Segundo: hicieron funcionar las escuelas, el transporte. En las iglesias –porque el pueblo español es muy creyente en dios, créase o no; y me guste o no- la gente se reunía ahí. Entregaban comida ahí…

-Había una organización tipo “soviet”…

 ¡Soviet y milicia! Milicia para imponer el orden. Y al miliciano se le pagaba rigurosamente su ‘salario’. Pero para mí, como lo dije en una facultad y lo repito ahora, hicieron algo mucho más importante: fusilaron a cuanto cura se les puso en el camino, ¿por qué? Porque el cura trabajaba para el explotador: quería convencer a los explotados: ‘bajá las armas’, ‘no seas violento, porque sino no entrás en el paraíso’. Y con ese cuentito agarraron a muchos y los llevaron al matadero.

Todo esto me dio tanta bronca, que yo tenía que expresarlo de alguna manera, y más que nada la traición del stalinismo desde adentro. Tomo entonces a una combatiente, una miliciana, y entonces el título que le doy es “Romance de la miliciana”. Es un romance por la vida, un romance por la libertad.

Entonces, cuando llega la compañera de España, le digo a esta chica que se llama Susana –que me la presentó Javo Ferreira, de la LOR-CI de Bolivia-; le digo: ‘Mirá, la guerra civil me inspiró a escribir esto. Fijate si está bien lo que yo pienso”, y lo ve.

Bueno, la noticia tan linda que me trajo María Chávez es que leyeron en la entrada, al inaugurarse la Casa, ante unas 90 personas, este relato mío.

Para mí es un aporte –un modesto aporte; debe haber muchos mejores sobre la guerra civil española-; y para mí, el mundo entero tiene una gran deuda con España, porque el fascismo se probó allí. El pueblo español también: allí probó sus mejores armas, pero también se vió lo que iba a ser el fascismo…

-Porque fue una feroz dictadura, de décadas…

 Atenazó al movimiento obrero con la muerte… una época oscura la de Franco.

Bueno, todo esto me inspiró e hice la poesía.

Ya antes, en el año ’65 había escrito alguna… a los cañeros bolivianos, que vienen acá a trabajar en las plantaciones de caña de azúcar. Y después tengo algunas cosas personales mías: cómo lo vi a mi padre, por ejemplo

-¿El poema de España, salió en algún libro tuyo?

 No. No lo he sacado en ningún libro mío. Otros poemas sí. Como en el del pueblo paraguayo; ahí hay dos poesías. En El loco de los pájaros hay una dedicada a Teresa Rodríguez y a los muchachos que pelean allá en Neuquén: a los obreros de Zanón.

Incluso le pusimos música, porque la cantamos acá una vez, está destinada a los compañeros de Zanón, y denuncia al gobierno. Está inspirada en esa situación.

-¿Y cómo es la dedicatoria a Fuentealba?

 Está en la presentación del libro: es un homenaje a los maestros, donde recuerdo la injusta muerte de Fuentealba…

Ahora, yo le quiero mandar una nota a la señora de Fuentealba. Aprovechando que está el Encuentro de mujeres, voy a mandar una carta para que sea leída, reivindicando la lucha de las mujeres. Porque para mí la liberación de las mujeres es nuestra propia liberación también. Nadie quiere tener una esclava al lado… al menos los que pensamos en un mundo mejor: si yo pienso en un mundo de libertad y mejor, no puedo tener al lado mío una esclava; quiero una mujer liberada, como corresponde.

A ese encuentro del luchadoras yo quiero mandar una carta para que sea leída. Y mandarle un ejemplar del libro a la compañera de Fuentealba. Te explico: yo entiendo que ahora la mujer se ha quedado haciendo de madre, de padre, de hermano. Y yo eso ya lo viví: yo pierdo a mi mujer en el año ’78, con un hijo y una hija, y yo haciendo de madre, de amigo y de hermano. Eso que ella está pasando me pasó de alguna manera a mí también.

Entonces va a ser una forma de reanimarla, de decirle que la vida continúa; que seguro hay buenos recuerdos pero la vida continúa…

-¿Qué relación hacés entre el capitalismo, la política, la cultura y ‘la condición obrera’?

 Te aclaro que la vida a mí no me dio mucho tiempo. Porque trabajar 8 horas –y a veces más-, tener un hogar y militar… para escribir te queda muy poco tiempo. Yo le ‘gané’ tiempo siempre al descanso, y siempre traté de estar actualizado. Ahora qué pasa. Lógicamente que hay pocos escritores obreros; y hay escritores que escriben para obreros, pero con sus límites.

Por otra parte yo he sido un cuestionador siempre, yo cuestiono este sistema donde está como ‘naturalizado’ el hecho de que si vos cuestionás te quedás afuera… y me parece que eso puede ser el temor de algunos escritores ‘consagrados’. Porque parece que fuera natural que pueda haber gente con un montón de plata –tanta, que ya no saben ni qué hacer-, y otros que ni tengan para comer. Pareciera que esto es ‘natural’…

Entonces: para mí la literatura, cuando es honesta, debe hablar de los males que tiene la sociedad, debe denunciar esos atropellos cometidos, por ejemplo en la clase productora, que es la que no tiene derecho prácticamente a nada, y es la que produce toda la riqueza existente.
Yo diría que hay escritores muy capaces, pero claro: que no cuestionan nada. Pueden seguir escribiendo mucho…, pero ¿quién premia? El capitalismo los premia. Entonces, como yo tal vez no tenga esa ‘debilidad’, voy a ser menos conocido: lógicamente, se me van cerrando muchas puertas.

Ya cuando presento mi primer libro –que no dice nada ‘grave’-, que se llama Memorias de un caminante, puede tener ‘alguna cosa’, pero muy a la ligera… y me dijeron que si cambiaba los estilos, los enfoques, etc., me podía ir mejor…

Pero yo tengo un camino trazado, y tengo un ‘contrato’ conmigo mismo, y lo voy a respetar.

-Eso es muy importante: ser honesto…

 Con uno mismo. Pues yo a la mañana me lavo la cara, me miro al espejo y no me puteo (sonríe), hay algunos que no se quieren mirar.
Y esto no es ser un ‘puritano’. Yo solamente soy un revolucionario, prácticamente desde la cuna, sin saberlo, como una etapa de mi vida ‘inconciente’; y ya luego como militante conciente.

Pero voy a decirlo con todas las palabras: yo soy realmente revolucionario cuando entro al PTS y cuando tomo conciencia de que yo era un simple luchador que ahora comenzaba a actuar como revolucionario. Porque se puede luchar por el sueldo, contra un burócrata sindical de turno… pero no había llegado aún a cuestionar ‘el poder’: el conjunto del sistema.

Entonces yo estoy en el PTS porque levanta un programa revolucionario, porque nos estamos preparando, y porque estoy convencido de la revolución. En la justeza de nuestras ideas. No es como nos dicen a veces ‘Lo de ustedes es una utopía’; al contrario: es utópico pensar que el pueblo se va a aguantar esta explotación capitalista mil años más. Yo creo que no. Tengo una absoluta confianza en la clase obrera, por eso estoy acá. Sigo militando (…).

Nosotros somos una organización revolucionaria que tiene mucha confianza en la clase obrera, y que valora mucho el aporte de los intelectuales: ambos tienen importantes roles que cumplir.

Y nosotros tenemos el gran desafío de ganar a los intelectuales más capaces para nuestra política. Tenemos la obligación, con la clase obrera, de convencerlos y mostrarles que tenemos el llamado histórico de cambiar los destinos del mundo. La clase obrera, por ser la clase más numerosa y la más combativa; pero que tiene que dotarse, justamente, ganando a estos intelectuales, para que nos ayuden. Porque el obrero en muchas cosas va a encontrar límites; y el intelectual te va a ayudar a superar esos límites y a avanzar.

Quiero terminar enviando un mensaje a la juventud (yo siempre me estoy dando un baño de juventud, porque siempre hay tantos jóvenes nuevos que se acercan…). Quiero decirles que tengo una absoluta confianza en ellos. En las jóvenes generaciones de trabajadores que se enfrentan a este sistema. Y quiero decir que este ‘viejo revolucionario’, este ‘viejo león’, todavía sigue rugiendo. No tendrá la fuerza que tuvo en su juventud, porque las entregué cotidianamente a la causa revolucionaria, pero sí me queda una rica experiencia de haber vivido con toda una generación que cuestionó –en los ’70- al sistema: Mayo Francés, la Primavera de Praga, la Revolución de los Claveles… y tantas luchas más que se dieron en el mundo. Y los que hemos sido revolucionarios siempre hemos estado atentos a todo esto.

Entonces, a estos jóvenes, quiero pedirles que nos ayuden a hacer más grande al PTS.

El PTS no es ‘el partido de la revolución’, esta organización está ‘trabajando para la revolución’… pero necesitamos hacerlo mucho más grande. Porque yo confío absolutamente en mi clase, en la clase obrera y en los jóvenes estudiantes que se acercan a ayudarnos; yo los veo y me lleno de orgullo. Muchos me escuchan y me miran (y ya a muchos ni los conozco, porque a veces son tantas las camadas que vienen…).

Hoy son cientos los que se acercan; mañana serán miles; y luego serán millones los que levantarán nuestras banderas de lucha. Porque confío que la liberación será obra nuestra, como dijo Marx: ‘la liberación será obra de los trabajadores mismos’ –y de los intelectuales revolucionarios-.

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