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Debates

Una respuesta al PCR: Clasismo y maoísmo, la contradicción principal

22 de septiembre 2005

En la polémica que se desarrolla en Nuestra Lucha, José Montes del PTS ya planteó sobre el rol del PCR en la experiencia clasista de los ’70: “el clasismo surgido en el Smata alrededor de la figura de Salamanca y la influencia del PCR, se limitó al terreno sindical ya que este partido promueve la conciliación de clases, en especial lo hizo con los sectores más de derecha del peronismo, incluso con el gobierno de Isabel Perón” (Nuestra Lucha Nro. 21). Un artículo aparecido en Hoy lo confirma. El periódico del PCR se explaya ampliamente sobre los fundamentos de una política de conciliación de clases a la que insisten en llamar “clasista”.
Es común en la izquierda recordar que el PCR defendió al gobierno de Isabel Perón, no ante el golpe fascista, sino ante la emergencia del ascenso obrero, las coordinadoras interfabriles y la huelga general del ’75, que el PCR no apoyó. Pero hay un ejemplo más cercano, cubierto con un manto de olvido: el PCR votó a Menem Presidente en el año 1989. Allí ni siquiera había ningún golpe militar al acecho. ¿Cómo lo justifican? Menem fue, para el esquema maoísta del PCR, un emergente de la “burguesía nacional”, incluso acompañado de sectores de “militares patriotas” del tipo de Seineldín. Ahí estaba el aliado justo para el dogma del PCR. En los países oprimidos, reza su credo, el enemigo principal es el imperialismo y la burguesía intermediaria, y hay que aliarse con la burguesía nacional. Si tuviera razón el PCR y en sus inicios el riojano era un representante de la burguesía nacional, Menem demostró, y por enésima vez, hasta que punto esa burguesía nacional, la que realmente existe, está completamente entregada al imperialismo y es enemiga de la clase trabajadora.

El peronismo y la burguesía nacional

La teoría de la “contradicción principal” que defiende el PCR es una teoría anticlasista. No define a los aliados y enemigos de los trabajadores en términos de antagonismos y luchas de clases, sino en base a la existencia de sectores burgueses enfrentados (enfrentamiento que a veces es real y a veces sólo existe en el esquema mental de los maoístas). Según los maoístas, la clase obrera debe definir cual de los sectores burgueses es más progresivo que el otro, y apoyarlo. Es decir, es lo opuesto al clasismo, entendido como la independencia política de la clase obrera. Pero el PCR sentencia: si no definimos bien el campo burgués al cual apoyar, cometeríamos el mismo error que el PC con el primer gobierno de Perón, cuando el Partido Comunista se alió a la Unión Democrática gorila y a la embajada norteamericana. La comparación contiene dos falsedades. La primera es que nuestra corriente trotskista (en la trinchera opuesta al PC) llamó a la clase obrera a combatir el golpe gorila y proimperialista, al revés de Perón que le capituló. En segundo lugar es falso que el PC haya estado en el bando gorila porque definiera que “la contradicción principal” era “burguesía-proletariado”. Todo lo contrario. La del PC era una versión de la misma teoría anticlasista de la “contradicción principal”, sólo que para el PC del ’45 esta contradicción era “democracia o fascismo” y, siguiendo la orientación de la Internacional Comunista bajo Stalin, se ubicaron en el bando pro-yanqui contra Perón. Para el esquema maoísta del PCR, la contradicción principal en los países oprimidos es que la burguesía nacional enfrenta al gran capital imperialista, y hay que unírsele. Si esto ya se demostró falso en el pasado no se puede seguir repitiendo lo mismo (y encima llamarse clasista) después de los años ’90 donde la casi totalidad de la burguesía argentina se hizo directamente rentista viviendo de sus depósitos en el exterior, donde giraron alrededor de 107 mil millones de dólares. El vuelco dado por el peronismo bajo Menem (el representante de la burguesía nacional al que el PCR apostó en el año 89), transformó definitivamente lo que quedaba del histórico movimiento nacionalista burgués en un instrumento directo del capital financiero para oprimir al país. Fue una vuelta de tuerca de lo que ya había intentado el peronismo que los trabajadores enfrentaron en el año ’75, con Isabel Perón, el ministro Celestino Rodrigo y López Rega a la cabeza. Como por entonces los trabajadores lo resistieron, tanto la burguesía nacional como el imperialismo, apelaron al golpe genocida. Al igual que con Menem apoyaban las leyes “flexibilizadoras”, hoy vemos sin distinción de origen –del “burgués nacional” Coto a los gerentes de las transnacionales automotrices, como Fiat, Volkswagen o Ford- oponerse a los aumentos salariales con el chantaje de trasladarlos a los precios y, así, provocar un crecimiento inflacionario.

Clasismo y maoísmo

Lejos de cualquier antagonismo con el capital imperialista, la aspiración de la “burguesía nacional” es asociarse con él en la explotación de la clase trabajadora. Por ello, el clasismo en los países oprimidos significa que la clase trabajadora, independizándose de la burguesía nacional y sus partidos, debe tomar en sus manos las tareas nacionales, como la liberación de la opresión imperialista y la transformación de la propiedad de la tierra, y dirigir la alianza con el pueblo pobre. Esta es la base de una política clasista en los países oprimidos como Argentina. La teoría del PCR es el fundamento de su práctica de conciliación de clases que los llevó a darle apoyo político a la asunción de Menem, uno de los gobiernos más proimperialistas de la historia nacional.


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