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Cultura

AVATAR, A FAVOR DEL EQUILIBRIO AMBIENTAL

Lucha contra la corporación y el ejército

En la tele se veían imágenes de la catástrofe haitiana y la noticia es el calor insoportable, que ya parece moneda corriente en este mundo de clima cambiado. Ante este panorama una buena opción resultaron ser las casi 3 horas que ofrece el cine para ver Avatar. Y si “la primera impresión es la que cuenta”, la digitalización 3D impresiona. La película más cara necesitó 300 millones de dólares para introducirnos en el mágico y bello mundo de Pandora, año 2154, donde se mezclan ciencia ficción y fantasía de manera increíble. Una paradoja de un mundo sin tecnología, sin aspiraciones consumistas, necesitó más plata que ninguna para salir en las pantallas de cines renovados en los shoppings, y por un precio nada popular. No había duda de que iba a dar que hablar.

Virginia Pescarmona

11 de febrero 2010

En la tele se veían imágenes de la catástrofe haitiana y la noticia es el calor insoportable, que ya parece moneda corriente en este mundo de clima cambiado. Ante este panorama una buena opción resultaron ser las casi 3 horas que ofrece el cine para ver Avatar. Y si “la primera impresión es la que cuenta”, la digitalización 3D impresiona. La película más cara necesitó 300 millones de dólares para introducirnos en el mágico y bello mundo de Pandora, año 2154, donde se mezclan ciencia ficción y fantasía de manera increíble. Una paradoja de un mundo sin tecnología, sin aspiraciones consumistas, necesitó más plata que ninguna para salir en las pantallas de cines renovados en los shoppings, y por un precio nada popular. No había duda de que iba a dar que hablar.

La historia de amor (sin muchas vueltas) se mezcla con un tinte ecologista. Los originarios de Pandora, que viven en conexión con la flora y la fauna del bosque, habitan sobre enormes canteras de minerales y metales que resultan costosos y estratégicos para los habitantes de la Tierra, y una “corporación” apoyada por el ejército los pretende explotar.

Para conquistar Pandora crearon los avatares, seres Na’vi con ADN humano y controlados desde las naves a través de la mente. Jake Sully, el protagonista, realiza un viaje que lo llevará a descubrir un verdadero paraíso y hasta el amor. Luchará cada día por sobrevivir, junto a Neytiri, la nativa que le enseñará todo. Una película que da vuelta la ecuación más común de la Tierra invadida por alienígenas, y esta vez los villanos terrícolas invaden a la pacífica Pandora.

Ante la destrucción y devastación de su propio planeta, los terrícolas van por la explotación de otros y, en ese escenario, luchar contra la invasión de los “ex marines” mercenarios parece justo, la causa es políticamente correcta. Puede entenderse como una crítica a las políticas guerreristas imperialistas, a las invasiones y conquistas y a la devastación ecológica. Todo en un marco de ensueño que vale la pena por las imágenes logradas de un mundo en el que quién no quisiera vivir. La película es impresionante técnicamente hablando. Sin 3D…no sería lo mismo.

Ecología, ciencia y tecnología

El espectador puede irse con la idea de que ante la crisis ambiental de nuestro siglo y el capitalismo que avanza sobre la naturaleza, destruyendo a su paso los recursos, y a los propios hombres y su existencia, estaría bien plantar resistencia. Aunque no debiera entenderse como negar el avance técnico, científico y tecnológico, impedir el “progreso”, sino de combatir la destrucción caótica y voraz de los recursos.

Desde la perspectiva ecologista, resalta “el cambio personal” de Jake, quien descubre el amor por la naturaleza y se transforma en uno más de los Na´vi. Pasa de villano a héroe, pone en discusión si es un traidor o no (cuestión que ningún espectador duda que no), se une a la resistencia, junto a otros “traidores” como la científica Grace, luchan junto a los Na´vi y podría decirse que no falta un “final feliz”.

Salir del cine no deja la película atrás, porque queda pendiente seguir pensando qué hacer ante el aumento de la destrucción ambiental y cada vez mayores desastres ecológicos, mientras se profundiza el saqueo sobre los recursos naturales y la extensión mundial de las relaciones capitalistas abarca “casi todo”, ante lo cual hay resistencias, aunque no con mucho éxito hasta ahora, hay luchas aisladas, individualidades conscientes. La película resuena en la subjetividad. Ya la han relacionado con invasiones como la de Irak por el petróleo, la colonización de África e India por los metales y minerales, la ambición de conquistar la Luna o el planeta Marte, en los que haya agua dulce, etc. Y esas múltiples lecturas, de apenas una película “pochoclera” de Hollywood, abren una discusión. Pareciera que el llamado es a un cambio profundo, cultural, pero individual, que en una suma de individualidades generará un colectivo capaz de enfrentar hasta la invasión imperialista de la “compañía” y el ejército.

El debate pendiente

Avatar puede ser una buena excusa para discutir cuál es, en definitiva, la salida más realista frente a la devastación del planeta y sus consecuencias terribles. La cuestión “ecológica” debería ser tomada como de vida o muerte para los pueblos y trabajadores de todo el mundo. Pero nada frenará en serio la destrucción de los recursos si no hay un real avance sobre las bases económicas del sistema de producción capitalista, expropiando a los grupos capitalistas que explotan trabajadores y campesinos del mundo, que destruyen el ambiente e hipotecan el futuro de la humanidad. Es urgente la discusión sobre la necesidad de ir hacia una administración de los recursos naturales bajo el control de los trabajadores, que priorice las necesidades de los pueblos, protegiendo la biodiversidad del planeta y reparando los daños ya causados.

Ante la magnitud de la irracionalidad del sistema capitalista que por desidia e irresponsabilidad lleva a la muerte a millones de personas lo que está claro es que la salida no es individual. La respuesta no puede ser otra que una revolución socialista internacional, una transformación de las condiciones de existencia donde quienes decidan el destino de la humanidad y su hábitat sean los propios explotados y oprimidos del mundo, única forma de que prime la razón y el interés común sobre la anarquía y la barbarie capitalista.

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