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MOVIMIENTO OBRERO INDUSTRIAL

Los ecos de las cacerolas* 

“Si ibas a la plaza, los chetos te iban a hacer que le laves el Audi, gil” (De un trabajador de Pepsico a su compañero). Como ecos lejanos, los retumbos de las cacerolas traspasaron los muros fabriles.

Lucho Aguilar

20 de septiembre 2012

Los ecos de las cacerolas*

“Si ibas a la plaza, los chetos te iban a hacer que le laves el Audi, gil” (De un trabajador de Pepsico a su compañero)
 
Como ecos lejanos, los retumbos de las cacerolas traspasaron los muros fabriles. 

En los lugares donde se debatió a favor y en contra, más allá de esas cargadas que revelan el instinto de clase, hubo poco fervor en la polémica.

La actitud de muchos obreros que votaron por el gobierno y no se jugaron en su defensa, es una muestra de que el kirchnerismo no solo no enamora, sino que además causa malestar en una franja importante de trabajadores con los cuales el votante K prefiere no chocar.

En definitiva, tanto unos como otros comparten la preocupación de llegar a fin de mes, y sienten como la mano del gobierno se va metiendo en sus bolsillos. “Yo tenía expectativas que Cristina dijera que iba a subir el tope del “impuesto a las ganancias, y me sale diciendo que hay que tenerle miedo a Dios y a ella…”.

“Impuesto a las ganancias”: en ese punto se basan la mayoría de quienes vieron con simpatía el cacerolazo.

Detrás del descontento por este robo al salario aparece la molestia por la cadena nacional; y el cansancio con el tono “autoritario” y finalmente la impugnación a la presidenta.

 “A Cristina no me la banco más, está bien que alguien le pare la mano”, aseguraban unos. Los más afines al gobierno respondían “pero sin son garcas que saltan porque les tocaron los dólares”. La realidad es que el gobierno con “el cepo al dólar” perjudica a pequeños ahorristas, incluso a trabajadores, pero no pone ninguna restricción para que las multinacionales o los bancos sigan mandando millones de dólares a sus casas matrices.

¿Clase media?

En un vestuario se arma la polémica.

  “No se hagan los pobres, si nosotros somos de clase media”, dicen unos.

  “Aunque nos matemos haciendo horas y ganemos como un clase media, nosotros somos obreros” responden los otros.

Muchos trabajadores se sienten “de clase media”. Esa idea difunden permanentemente sociólogos y medios, haciéndonos creer que la clase obrera se mide por su nivel de ingresos y no por quienes trabajan para un patrón. En nuestro país el 70% son asalariados porque están obligados a vender su fuerza de trabajo a una pequeña minoría, un 2 o 3% que son dueños de las fábricas, los bancos (además hay un 7% de desocupados y más de un 20% de cuentapropistas).

Los trabajadores no somos clase media, ni los empresarios son trabajadores (como dijo Moyano). Eso sí, ellos “trabajan” para sacarnos hasta la última gota, pero el proceso de producción depende enteramente de nosotros.

También se esconde que los trabajadores dependemos de las condiciones que nos imponen los empresarios, y no de nuestra propia capacidad o voluntad. Por eso, ni el gobierno ni la oposición patronal que apoyó el cacerolazo quieren que se toque la precarización laboral.

Con banderas propias

  “Pero si los reclamos eran justos... Si fuimos a la marcha de Moyano, ¿Por qué no podíamos ir a esta? Moyano tampoco es clase obrera, es un mafioso de las empresas, un burócrata”.

Los obreros que identificaron el cacerolazo como una forma de “pararle la mano a Cristina” no ven que, salvo el gobierno y su pandilla, ningún otro sector patronal fue atacado. Ese día se criticó el autoritarismo de Cristina, pero nada se dijo de Macri espiando a los docentes. Ni de los ajustadores Scioli y De la Sota, ni del gobierno de Bonfatti-Binner que protege a la policía del gatillo fácil. Se critica el autoritarismo, pero la “democracia” que se reclama no incluye los derechos de los obreros y del pueblo pobre.

La impronta la impuso la clase media acomodada, que se mira en el espejo de la burguesía para reclamar por sus privilegios y para que exista un gobierno burgués confiable.

Pero los que hicieron una defensa débil del kirchenrismo como “mal menor”, no dicen que fueron los empresarios los que mas ganaron estos años, mientras a muchos trabajadores se les cobra el “impuesto a la ganancia”, y a millones los acorrala la inflación.

¿Por qué fuimos a la marcha de Moyano y no al cacerolazo? Nuestros compañeros responden que aunque sea un burócrata millonario, estuvo obligado a hacer reclamos obreros como aumento de salario o contra el impuesto a las ganancias para seguir manteniendo sus privilegios y su rol como burócrata. Y que nosotros aprovechamos esas medidas de lucha, exigiéndole una pelea en serio por los reclamos de TODA la clase trabajadora, mientras nos organizamos para expulsarlos de los sindicatos.

Una política independiente

“¿Dónde está toda esa gente cuando despiden trabajadores o cuando nosotros cortamos la Pana?” se preguntaron en una alimenticia. Desde otra llegó la respuesta:“Discutimos que cada vez que Cristina habla contra los paros, o cuando Moyano habló contra la huelga de Kraft, toda la gente que marchó ayer está con ellos. Y nos fuimos pensando”. 

Por eso es necesario intervenir con pasión en estos debates políticos, en los que también están en juego intereses de los trabajadores, que van más allá de las cuestiones sindicales inmediatas.

Porque peleamos por unificar a la clase obrera, y que levante las demandas progresivas de las clases medias empobrecidas. Sin una política independiente, sin un programa obrero que pelea por hegemonizar a la clase media baja y a los sectores populares, la clase obrera quedará presa de una u otra variante burguesa. 

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