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(Nota exclusiva en internet)

A pesar de las peleas, el “modelo K” da ganancias récord

La economía argentina terminará este año con un crecimiento del 6%, algo que nadie pronosticaba a fines de 2009. Motorizó este crecimiento la estabilización coyuntural de la situación internacional después del desplome de 2008. China permitió una lluvia de dólares por venta de granos y Brasil contribuyó a lo que se anuncia como un año récord de la industria automotriz, con 700 mil unidades producidas.

Esteban Mercatante

2 de septiembre 2010

La economía argentina terminará este año con un crecimiento del 6%, algo que nadie pronosticaba a fines de 2009. Motorizó este crecimiento la estabilización coyuntural de la situación internacional después del desplome de 2008. China permitió una lluvia de dólares por venta de granos y Brasil contribuyó a lo que se anuncia como un año récord de la industria automotriz, con 700 mil unidades producidas. Un segundo motor es la demanda interna por el consumo entre sectores de altos ingresos que gastan sus ahorros en autos y casas para escapar de la licuación de éstos por la inflación, hasta los sectores asalariados en blanco que evitan -al menos parcialmente- la erosión de sus ingresos gracias a las paritarias. Por último, está el impulso estatal, vía gasto social -entre ellos la asignación por hijos- y subsidios varios.

Se complica el panorama internacional

El fuerte repunte económico, y el hecho de que haya un componente de participación estatal en el mismo, ha envalentonado a los voceros del gobierno, para los cuales esta sería una prueba de las ventajas del “modelo K”, que se habría desacoplado de la crisis internacional. Nada de eso, sólo que Argentina se mueve al ritmo de China y Brasil. Estos países contaron con recursos para impulsar su crecimiento mientras la situación mundial se estabilizaba luego del desplome de 2008, pero difícilmente podrán evitar el impacto de una nueva recaída, muy probable porque los planes de estímulo impulsados en Europa y EE.UU. para enfrentar la crisis están llegando a su fin, y tanto los bancos como las empresas y los consumidores, siguen comprometidos en deudas y limitando gastos. Esto podría empañar el escenario económico para Argentina en 2011.

Aparte de que el empuje externo podría quedarse sin combustible, hay otros varios puntos donde aparecen problemas que desmienten el optimismo K. La suba de precios podría acelerarse rápidamente. El gobierno aspira a mantener la inflación, porque le permite aumentar la recaudación y con eso anunciar aumentos de gasto (que en la mayoría de los casos no lo son en términos reales, ya que se ubican por debajo del nivel de inflación), pero sin que se descontrole, lo que se vuelve cada vez más difícil. Para eso ha montado una gran cantidad de subsidios a los capitalistas, que lejos de controlar la inflación, son una gran carga en el presupuesto. En este contexto de inflación que el gobierno alimenta, las peores consecuencias caen sobre los sectores más precarizados de la clase trabajadora y los desocupados.

Como el canje no ha permitido hasta el momento colocar deuda barata en los “mercados” el gobierno tendrá que seguir recurriendo a los fondos de distintos organismos públicos, y las reservas y ganancias del Central. Esto implica mayor emisión de moneda y alimenta la suba de precios. Las cajas de los distintos organismos ya están bastante abarrotadas de títulos públicos: un 61% en la cartera de la ANSES. Sin financiamiento externo el panorama se complica. El gobierno “nacional y popular” que coqueteó con el desendeudamiento, ha creado una masiva deuda interna y vuelve a la dependencia del crédito externo característica de todos los gobiernos, por el peso de la deuda y los subsidios a la ganancia capitalista en el presupuesto, que alcanzan más del 40%.

Mayores ganancias y pocas inversiones

La perspectiva de mantener el crecimiento choca con las bajas inversiones de los empresarios, a pesar de las jugosas ganancias. En estos días se conocieron los balances del primer semestre de las empresas cotizantes en bolsa, que arrojaron resultados positivos un 93% superior que a igual fecha del año pasado. Aunque el año pasado no fue el mejor, los números globales habían resultado positivos, en gran medida gracias a las ganancias que hicieron los bancos apostando con el tipo de cambio. Así, el repunte de este año es muy considerable: el panel de 74 empresas, suma $ 8.600 millones, y de 25 sectores, sólo 7 mostraron pérdidas. Sin embargo, aunque repunta la rentabilidad y la demanda, las inversiones se recuperan menos, después de haber caído 16% en 2009. Como señala una consultora: “El proceso inversor vigente pareciera tener que ver más con una recuperación que con aumentos del nivel de inversión. De hecho, la inversión medida en dólares, aún se encuentra por debajo de los niveles promedio previos a la crisis internacional” (Ambitoweb, 25/06/10). Sólo algunas ramas, como la automotriz, están encarando verdaderas ampliaciones productivas.

Mientras Ratazzi salió la semana pasada a reclamar seguridad jurídica, lo cierto es que el año pasado las ganancias de empresas extranjeras registraron un récord de u$s 7.418, al igual que el porcentaje de las mismas que se envió al exterior: casi el 50% de lo ganado. Nacionales o extranjeros, los empresarios amasan formidables ganancias y las fugan en dólares.

Las cámaras empresarias, hoy todas enfrentadas al gobierno (salvo CAME) como volvió a verse ayer en el día de la industria, disparan contra los K y señalan la falta de seguridad jurídica como explicación de la baja inversión. Pero esta ha sido una constante de todo el ciclo pos devaluación: alta rentabilidad y baja inversión, incluso cuando la UIA aplaudía con fervor el “industrialismo” de los K. Después de caer durante la crisis que culminó en 2001, recién en 2006 la inversión alcanzó un nivel considerable, y desde 2008 venía frenándose y en caída. El empresariado argentino aprovechó durante estos años las condiciones de dólar barato y salarios de miseria para amasar formidables ganancias, con el equipamiento que ya contaban e invirtiendo muy poco. Incluso en sectores como el agro, un “ejemplo” de modernización e innovación, la mayoría abrumadora de los equipos utilizados son de los ’90. Gran parte de los sectores industriales actúan al borde de su capacidad, siendo el promedio de utilización de la misma del 80%. La producción de textiles, metales básicos y la refinación de petróleo ya casi no podrán superar la producción actual si no es bajo la condición de nuevas inversiones. En Julio se vio cierta desaceleración en el crecimiento industrial vinculada a las pocas inversiones, y hay sectores como el alimenticio, papel y cartón y la refinación de petróleo, que a pesar de las fuertes ganancias que están obteniendo, están produciendo menos que el año pasado.

Competitividad y rentabilidad en el atolladero

La inflación y la baja inversión, vienen golpeando el último pilar que permanece del modelo: el superávit comercial. Aunque gracias a la soja siguen ingresando miles de millones de dólares, las importaciones están creciendo a pasos agigantados. Con los precios subiendo se hace más fácil vender en el país productos importados. Los propios empresarios que producen en el país, responden con más importaciones la firme demanda, en vez de invertir para aumentar la producción. El superávit cayó en julio un 34% en comparación con el mismo mes del 2009. Aún con un monto récord de exportaciones, las importaciones les van pisando los talones.
Además, con la inflación y el tipo de cambio quieto los empresarios locales pierden mercado –tanto acá como en las exportaciones. Aunque los capitalistas aprovechan la inflación para subir los precios y mantener rentabilidad, la suba de precios erosiona la competitividad internacional.

Los empresarios ganan, la economía crece, y entre los asalariados aumenta la distancia entre los sectores registrados y los más precarizados, que sufren los peores costos de la inflación. Pero con los desequilibrios acumulados, el modelo K no enamora entre los capitalistas. Para los trabajadores, ni los K ni las demás alternativas patronales ofrecen más que ataque a sus condiciones de vida, ya sea de forma indirecta mediante la inflación o directamente con nuevos ajustes. Frente a este panorama los trabajadores tenemos que preparar nuestra propia salida.

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