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Debates

Luis Zamora, las Comunas y el autogobierno

Convivir con el poder

31 de julio 2003

Desde que volvió a la política Zamora hizo profesión de fe del paradigma de “cambiar el mundo sin tomar el poder” que según él era el camino que enseñaban las asambleas barriales y los movimientos piqueteros autónomos emergentes luego de Diciembre del 2001. En esta campaña electoral Zamora hace eje en “la instalación de las comunas” para “ luchar por la descentralización del poder”. Imposibilitado de “cambiar el mundo” rechazando las tentaciones del sistema, se propone “cambiar el barrio” por medio de instituciones descentralizadas del gobierno municipal, contempladas en la Constitución de la Ciudad, para que “no decidan los Macri, Ibarra y compañía”. Asi, dice, “los vecinos” podremos “ participar, decidir, controlar y revocar: es decir autogobernarnos”.
En la Ciudad de Buenos Aires casi todos los partidos dieron conformidad a la idea de dar vía a las Comunas. Los políticos del viejo régimen ven en éstas un mecanismo de reforzamiento del poder de los punteros y de marginación de la izquierda, mediante la elección uninominal de los legisladores. Por eso proponen una reglamentación favorable a tal fin dividiendo la ciudad en parroquias políticas.
Desde el PTS venimos levantando la constitución de Comunas basadas en las decisiones democráticas de las asambleas barriales y las organizaciones de los trabajadores, donde los representantes sean revocables, funcionen con mandato y no cobren más que el salario de una maestra. Esta es una pelea a dar pues, luego de los retrocesos de los movimientos sociales y de lucha, el planteo de Comunas ofrece una oportunidad de reorganización política, que debe ser aprovechada para mantener viva la idea de democracia directa que sembraron en esta Capital las asambleas populares.
Para Zamora las comunas y la descentralización plantean la posibilidad de debilitar a la burocracia que quedaría a merced del control ciudadano y que son las formas acabadas de autogobierno popular. Zamora, encubre así que el dominio real sigue en manos de la burguesía y su estado –algo que AyL ni menciona- y que las Comunas, como toda institución democrática burguesa, no resuelven por sí mismas a favor de la población el problema del poder. Desde nuestra perspectiva las Comunas hay que concebirlas como formas de democracia más generosa, donde el pueblo se reúna para deliberar sobre todos los asuntos públicos y con poder de veto real sobre las decisiones del gobierno municipal. Una forma radical de democracia, que en manos de los movimientos de lucha, sean una oposición popular al gobierno burgués de la Ciudad y nacional.
Un programa sin fuerza social
Durante el período de ascenso de la lucha de clases del 2002 el gobierno de Ibarra –con la colaboración de la CTA- buscó domesticar a las asambleas barriales tratando de subordinarlas a los CGP en nombre de la “democracia participativa”. Con respecto a las Comunas la propuesta de AyL presenta gran similitud ya que su idea de enfrentar al viejo régimen queda reducida a la cogestión barrial. Zamora se ilusiona con utilizar las instituciones de la Constitución de la Ciudad en beneficio de la población, proponiendo discutir sobre la porción del presupuesto o ejerciendo el control y elección de los comisarios, pero no señala cómo podrán imponer las comunas su voluntad contra los grupos capitalistas que se benefician con la confección del presupuesto como Macri, Techint, Roggio o contra la policía de gatillo fácil. No dice una sola palabra sobre cual va a ser la fuerza social movilizada que se imponga a la patronal, el régimen y el estado.
En la primavera de las asambleas populares y los movimientos de lucha se logró imponer en muchos casos que no se corten los servicios públicos a quien no podía pagar y la recuperación de espacios y establecimientos, instaurando una suerte de comunalismo militante de democracia directa. En aquel entonces Zamora cantaba loas al barrialismo que se consolidaba como una dinámica despolitizadora de las asambleas vecinales. El rechazo a los programas y los métodos de los “aparatos de la izquierda” era alentado por el zamorismo. Claro que en aquel entonces esto no fue ningún impedimento para que Zamora aceptara los métodos y el programa de Elisa Carrió y la CTA que oponían la consigna de “renovación de todos los cargos” a la perspectiva de echar al gobierno de Duhalde para imponer el “que se vayan todos” por medio de la lucha en las calles.
Habiendo retrocedido el movimiento social, Zamora ha borrado del horizonte la democracia directa en el favor del llamado a ejercer la democracia participativa lo que pareciera ser la forma política al fin hallada de “la población que toma la palabra”. Llama la atención que el folleto –que se pronuncia hasta sobre el papel de la informática- carece de una orientación presente para que las fábricas ocupadas, asambleas barriales, organizaciones de desocupados, no queden en el olvido y vuelvan a tener un papel político activo. No es poca cosa cuando estamos hablando de las elecciones en la Ciudad protagonista del levantamiento popular y cuna de las asambleas. La alternativa que plantea Luis Zamora, es la de una figura política que se proyecta a partir de su imagen en la opinión pública desligando su accionar de la representación de una fuerza social capaz de llevar adelante una transformación radical de la realidad.
La Capital del capital
La Ciudad de Buenos Aires es el centro urbano del gran capital y la banca. Cualquier transformación radical que se plantee en la metrópoli es imposible sin derrotar el dominio de los grandes grupos capitalistas, que Macri e Ibarra representan, sin un programa que ligue las demandas del pueblo porteño a una perspectiva de lucha política nacional contra el régimen y el estado. Pero todo el programa de AyL carece de una caracterización del régimen de la ciudad, del contenido de clase de su estado y de su particular relación con la Nación. Además la plataforma no hace una sola mención a la necesidad de luchar contra el dominio de los grandes grupos capitalistas. Así, la expropiación y puesta bajo control de trabajadores y usuarios de los servicios públicos privatizados, que tienen en Buenos Aires su principal mercado y que su funcionamiento y costo es una de las principales preocupaciones del ciudadano de a pie, está ausente en el folleto. Una vez más, la “descentralización del poder” que pregona Zamora no es la forma de “cambiar el mundo” sino de convivencia con el poder.

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