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CULTURA

SOBRE VARGAS LLOSA Y LA “RETIRADA” DE GONZÁ LEZ

En "carta cerrada" no entran moscas

El director de la Biblioteca Nacional y referente de Carta Abierta, Horacio González, después de meses de darle vuelta a la cosa para que las supuestas “debilidades” del gobierno no cuestionen la “razón democrática” de Estado y a la vez, que las muertes perpetradas por el Estado y sus sostenes no ensucien al gobierno, decidió llevar su gesta “Nac&Pop” a terrenos menos áridos que la burocracia sindical, la patronal sojera que usurpa tierras y los acuerdos con Macri.

3 de marzo 2011

El director de la Biblioteca Nacional y referente de Carta Abierta, Horacio González, después de meses de darle vuelta a la cosa para que las supuestas “debilidades” del gobierno no cuestionen la “razón democrática” de Estado y a la vez, que las muertes perpetradas por el Estado y sus sostenes no ensucien al gobierno, decidió llevar su gesta “Nac&Pop” a terrenos menos áridos que la burocracia sindical, la patronal sojera que usurpa tierras y los acuerdos con Macri. Concretamente, escribiendo una carta a la Fundación El Libro donde consideraba “sumamente inoportuno” que el premiado y redituable escritor, conocido opinólogo y defensor neoliberal, Mario Vargas Llosa (quien hiciera declaraciones criticando al gobierno en varias oportunidades), sea el invitado principal en la inauguración de la próxima Feria del Libro. Pero parece que González no pega una.

Después de que se abriera la polémica entre defensores y detractores de Vargas Llosa alrededor de la solicitada firmada por reconocidos “intelectuales K” como José Pablo Feinmann, donde declaraban un “profundo desagrado y malestar ante la designación” del escritor, la Presidenta, en el tiempo que se hizo antes y después de su discurso en el Congreso, a la par que recriminaba y amenazaba a los trabajadores que luchan porque “dejan a la gente de rehén” (a los trabajadores, y no a la burocracia sindical, que gracias a los negocios que le da el gobierno está en condiciones no de hacer paro sino lockout, como Pedraza), y frente a las posibles críticas que se avizoraban, decidió recurrir a la defensa de la “libertad de expresión” y le pidió a González que se retractara, dejando en claro la no-intervención del gobierno en temas que son de “competencia privada”. Mientras, una suma de intelectuales entre “republicanos” y fachos (como Abel Posse), aprovecharon para sacar a relucir referencias a medidas “stalinistas” o “de comisariato” (1) destinadas a acallar a un Vargas Llosa antaño “perseguido”, pero quien ya hace muchos años reivindica a sus “perseguidores” y dista de ser alguien sin medios, prestigio y lugar político para “expresarse”. Mención aparte se merece Federico Jeanmaire, quien sin jugarse mucho por ningún sector dijo: “antes que a Vargas Llosa quizá apreciaría más a otro escritor o a una mujer” (!?).(2)

La polémica parece rondar entonces ahora alrededor de dos puntos: si el talento literario es buena salvaguarda para decir todo tipo de derechadas (y no nos referimos a las críticas del escritor a Cristina sino a cosas como… ¡defender al masacrador y terrorista de Estado proyanqui Uribe! ) (3); y, como le explicó pedagógica la presidenta a González, si hay “alternativas dilemáticas que caracterizan la relación del funcionario con el intelectual”. No hay tanto misterio: talentos literarios con posiciones políticas de derecha siempre han existido, tanto como intelectuales incisivos dispuestos a poner todo su bagaje para defender a gobiernos de turno.

Pero veamos los puntos que no discuten ninguno de los dos sectores.
¿Dónde iba a hablar Vargas Llosa? Es cierto que la Feria viene convocando a veces a más de un millón de personas e incluye una serie de actividades donde aparecen a “puro pulmón” editoriales y proyectos “chicos”. Pero la Feria es centralmente un evento... de buenos negocios, donde las “estrellas” son las grandes editoriales, los sponsors, best sellers y el consumo que aumentará las ganancias de estos monopolios. Desde ese punto de vista, la elección del escritor “nobelizado” es más que razonable por parte de los organizadores, y aceptable para una derecha que en ello no tiene ninguna diferencia con el gobierno. Porque también es esto razonable para un gobierno cuya política no tiene nada de defensa de lo “nacional y popular” sino los negocios de cierto sector empresario afín, y que desfinancia la educación, el arte y la cultura para pagar la deuda… a los amigos de Vargas Llosa. Si se trata de libertad de expresión, que no sólo implica la no censura sino también el acceso a los medios para poder efectuarla, no es la expresión de los empresarios y partícipes de la “industria cultural” la que está en peligro todos los días, sino la de los millones que no pueden, con su magro ingreso (si es que lo tienen), ni disfrutar de la cultura, ni hablemos ya de dedicarse a producirla. Según la presidenta, ni siquiera tienen derecho a reclamar por sus derechos básicos. Es precisamente que la cultura y la discusión ideológica esté centralmente en manos ávidas de ganancia (hablamos de la “industria cultural” que defendió el ministro Jorge Coscia contra Vargas Llosa) lo que limita, cercena y serializa las manifestaciones culturales (incluso Vargas Llosa no es ningún enemigo, en este terreno, del gobierno o las empresas: es un exitoso producto de una “industria cultural” llamada Alfaguara).
¿Que además éste es un evento con ribetes de discusión políticas y culturales? Por supuesto. Pero políticas hay muchas. Está la neoliberal propagandizada por Vargas Llosa, que según una de sus defensoras, Ivonne Bordelois, “pone de relieve las cualidades intelectuales de un autor tan latinoamericano como él” (4) , y la de los K como González, que según Pablo Sirven de La Nación es “un mero propagandista” que “no merece ser llamado intelectual” (5) . Pero también existe la política de los miles que todos los días luchan desde abajo por sus demandas y contra las injusticias del sistema: desde la explotación y precarización laboral hasta las represiones y el “gatillo fácil”. ¿Están acaso convocados por ejemplo los trabajadores gráficos, que por dos mangos o en negro trabajan para las ganancias de las editoriales, a dar sus posiciones políticas sobre los empresarios, las medidas del gobierno, la burocracia sindical, las políticas culturales, los negocios editoriales? Por ello de poco valen las apelaciones de González a los actos de “apertura de la Feria” como lugar de expresión de “la Argentina” ni las acusaciones de la derecha a éste por “chovinismo”. No hay “una Argentina” ni “un Perú”, sino dos gobiernos, con sus respectivas alianzas y amigos beneficiados, que defienden determinados intereses en detrimento de los trabajadores, la juventud y el pueblo pobre.

Si por intelectual crítico se entiende aquel que se pone del lado de la causa de los oprimidos, a ambos sectores les queda más que grande el título.
Los mezquinos motivos de su disputa (a favor o en contra del gobierno K), por más que se haga en nombre de la calidad literaria o el debate político e ideológico, son parte de la “cultura” de las últimas tres décadas de restauración conservadora (o neoliberalismo) en que se restringiera y comercializara aún más el arte y la cultura; en que la capacidad crítica y cuestionadora de la intelectualidad “reconocida” brilló por su ausencia y/o quedó enclaustrada en la Academia lejos, bien lejos, de los grandes problemas de los sectores populares. Autocensurada por intereses materiales y políticos, apuntalada con obsecuencia y cobardía, la intelectualidad “republicana” y la “intelectualidad K” están lejos de aquella vieja tradición “crítica” que floreció en las décadas de 1960 y 1970, al calor de los intentos de una generación de construir una política y una cultura que expresara los deseos de liberación de las cadenas de la explotación y opresión.

Hoy, que nuevos aires de lucha soplan desde el Magreb y Medio Oriente; desde Europa (Grecia, Francia) y en nuestro país (la juventud estudiantil luchadora y el “sindicalismo de base”), intentar avanzar en superar esos esfuerzos pasados, y discutir y polemizar acerca los grandes problemas políticos, sociales, artísticos y culturales es el mejor y más ambicioso objetivo que nos podemos proponer quienes no tenemos un concepto tan estrecho de la cultura como los social-liberales y los “Nac&Pop”.

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