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¿A DÓNDE VA EL CICLO DE CRECIMIENTO K?

Entre el enfriamiento y la “bicicleta financiera”

Los depósitos del sector privado cayeron 2371 millones de pesos en mayo y 5750 millones en los primeros seis días de junio (informe de la consultora Economía & Regiones).

Paula Bach

3 de julio 2008

Economía y política

Primer trimestre de 2008: comenzaba a acelerarse la inflación. Estaban en boga las teorías del desacople que sostenían que la Argentina con 50.000 millones de dólares de reservas, podía resistir los embates de la crisis financiera mundial. Sin embargo, una inflación acelerada aparecía como “síntoma de agotamiento”1 del esquema de crecimiento. Uno de cuyos pilares fundamentales consiste en “dólar alto” y creciente ingreso de divisas provenientes de las exportaciones2. La disparada de la inflación amenaza el esquema porque encarece los precios internos licuando las ventajas del dólar alto. Las extraordinarias ganancias que obtienen los exportadores (tanto del campo como de la industria) como producto de vender en dólares y pagar costos y salarios devaluados en pesos, comienzan a verse amenazadas con el aumento de los precios internos. A su vez, al revaluarse el peso, las importaciones se abaratan peligrando las empresas que producen para el mercado interno. Particularmente los subsidios a la energía y al transporte que explican un 35% del crecimiento del gasto público primario en lo que va del año (superando el incremento de la contribución de las prestaciones a la seguridad social, que explica un 32% de la expansión total)3, han buscado mantener la inflación bajo control. Pero la escalada internacional de los precios de las materias primas que tomó particular impulso durante los primeros meses de 2008, como forma de expresión de la crisis financiera mundial, se tradujo en una fuerte presión sobre los precios internos. La reacción del gobierno fue el aumento de las retenciones al agro que perseguía además de acumular ingresos fiscales para pagos de deuda externa y cubrirse frente a eventuales futuras crisis, frenar la estampida de precios a través de dos vías. Una directa, obligando a los exportadores a incrementar la oferta al mercado interno y otra indirecta (relacionada con el aumento de las retenciones a la soja) consistente en incrementar la recaudación fiscal permitiendo utilizar más fondos para mantener bajos los costos de los empresarios a través de subsidios. Que quede claro: ninguna medida “redistributiva” hacia los trabajadores y los sectores populares hay detrás de estas políticas. El gobierno persigue (y esto es cierto), el control de la inflación pero dicho control busca sostener las ganancias empresariales por una doble vía. La primera, evitar un reclamo generalizado de los trabajadores que desemboque en incrementos salariales, la segunda y no por ello menos importante, evitar un incremento en el precio de las materias primas, de la energía, del transporte y otros insumos cuyo bajo costo es clave para mantener las ventajas de la devaluación respecto de las ganancias. Pero el aumento de las retenciones al agro, desató una crisis política como expresión de la pelea al interior de la clase capitalista por quién se lleva la mayor parte del botín. Decimos “crisis política” porque aún cuando las presiones inflacionarias aparecen como “síntoma de agotamiento” por ahora son sólo eso, un síntoma. La economía continúa creciendo a tasas altas, los precios internacionales de las materias primas (fuente principal de entrada de divisas) prosiguen una acelerada carrera ascendente, la inflación se incrementa pero no se puede hablar de hiperinflación, las ganancias tanto del “campo” como de la industria siguen siendo excepcionales. Sin embargo, una especie de círculo vicioso se cierra sobre este panorama. Iniciado por elementos de orden económico, estalla una gran crisis política que habiendo superado los 100 días aún continúa abierta. Como una suerte de rebote, la crisis política se refracta sobre el esquema K abriendo nuevos frentes de tormenta sobre la dimensión económica.

Efectos inmediatos sobre la economía

La “crisis del campo” le costó inicialmente al gobierno la renuncia de su ministro de Economía Martín Lousteau. Tras su salida se profundiza la discusión entre los distintos sectores políticos burgueses y sus economistas alrededor de si se debe implementar una nueva devaluación o si se deben tomar medidas para enfriar la economía. El gobierno K que en el discurso se muestra enemigo acérrimo del “enfriamiento”…empieza a “enfriar”4. El conflicto con el “campo” contribuye en esta dirección. El lockout patronal agrario implica una menor liquidación de divisas y por tanto, una menor oferta de dólares en el mercado que combinada con la incertidumbre generada por la situación política abierta, la caída del valor de los bonos argentinos en las plazas internacionales y el aumento del riesgo país (del que hace mucho tiempo no se escuchaba hablar) generan lo que se conoce como una “corrida contra el dólar”. Se empieza a instalar la idea (lo que los economistas llaman “expectativa”) de que se va a provocar una devaluación.

Esta idea redunda en una importante salida de los depósitos en pesos de los bancos que se vuelcan a la compra de dólares. El gobierno, sumergido en la crisis política, sale a marcar el paso en la esfera económica. Pega un giro en la política monetaria de los últimos 5 años. Ahora el Banco Central interviene en el mercado cambiario vendiendo dólares para evitar una devaluación y ordenando un incremento de las tasas de interés para que los pesos vuelvan como depósitos a los bancos. Se impone en el mercado cambiario un dólar a su valor más bajo desde el 2006 y la tasa de interés trepa al 17%. Como medida más aguda contra las expectativas, el Banco Central vende dólares a futuro a precio aún más bajo. Lo que parecen simples juegos de mercado, redundan en claras tendencias al enfriamiento de la economía (ya todos los pronósticos hablan de un crecimiento de entre el 5,5 y el 7% para 20085). Sin duda, el principal elemento de “enfriamiento” está asociado a la pérdida de poder adquisitivo del salario de los trabajadores que en términos anualizados se aproxima a un 10%. Aunque no de forma masiva, se han verificado despidos y suspensiones de trabajadores en varias fábricas. La Fundación Mercado calcula que el “Índice de Confianza de las Familias” (que mide las expectativas de consumo de los sectores medios) cayó, en términos anualizados, un 7,9%. El encarecimiento del crédito contribuye a enfriar el ya escaso nivel de inversiones. Mientras tanto continúa alta la inflación retroalimentada por el desabastecimiento provocado por los sectores exportadores del campo.

Una vez más sobre “el pato de la boda”

La combinación de una inflación cercana al 27% anual y la disminución del valor nominal del dólar, crea serios problemas al esquema económico dado que se revalúa el peso tanto en términos nominales como en términos reales. Esto vuelve menos “competitivas” (leáse caen las ganancias de los capitalistas) a las exportaciones que se hacen ahora con un dólar más barato y precios internos más altos. Sin embargo, en el caso que el gobierno consiga controlar la crisis política, es probable que la combinación del enfriamiento económico con la normalización del abastecimiento, logren poner un freno al proceso inflacionario. De ser así, no puede descartarse como posibilidad que el gobierno, siguiendo las instrucciones de economistas afines como Curia o Ferrer, induzca una nueva devaluación controlada del peso buscando recuperar la “competitividad” de las exportaciones. Mientras tanto los trabajadores que tímidamente en el 2007 (en los mejores momentos del ciclo) nos habíamos acercado a recuperar el alicaído poder adquisitivo del 2001, ya perdimos nuevamente el 10% de ese poder de compra. Paralelamente, los capitalistas obtuvieron ganancias desde la devaluación que llegaron a acumular incrementos del 400% y hoy el gran capital financiero es “castigado” por el gobierno con ganancias que, combinando la compra de dólares baratos a futuro con la colocación de pesos a altas tasas de interés, más que triplican la tasa de interés internacional. Una nueva devaluación que persiga recuperar la “competitividad” de los empresarios redundaría en otro robo más al salario6. Una antigua frase escrita en el año 1938 no ha perdido validez: “Ni la inflación monetaria ni la estabilización pueden servir de consigna al proletariado, porque no son sino dos extremos de un mismo hilo”7.

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