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Historia

La clase obrera y el peronismo

9 de febrero 2006

La década del "40 será escenario del surgimiento de un fenómeno político que marcará profundamente la historia argentina y especialmente la de la clase obrera hasta nuestros días.
El peronismo fue resultado de un complejo proceso que implicó cambios en la relación del país con el imperialismo y entre las clases sociales dentro del país. Como fenómeno de “nacionalismo burgués”, el peronismo buscó fortalecerse ofreciendo una cierta resistencia a la penetración del imperialismo norteamericano en el país (aprovechando para esto la rivalidad entre este imperialismo, que se encontraba en pleno avance, con el inglés, que venía perdiendo influencia en la región, contradicciones estas que se agudizaron con la Segunda Guerra Mundial). Perón encontró para esta política una base de apoyo social clave: la clase obrera.
Hemos visto en anteriores artículos de esta serie, las transformaciones que la clase trabajadora vivió en la década del "30. Estos cambios se profundizaron en los años 40 e implicaron un importante aumento del peso social de la clase y un crecimiento de sus organizaciones, los sindicatos industriales. Perón advirtió el peligro que para las clases dominantes implicaría un ascenso obrero en las condiciones de explotación y exclusión política que vivían los trabajadores en aquellos años.
Su política se propondrá consolidar a la clase obrera como base de apoyo, al tiempo que controlarla y “domesticar” sus organizaciones. Sin embargo, parte de esta política de ganar el apoyo de la clase obrera, implicó diseñar una política social que significó importantes conquistas que mejoraron en gran medida la calidad de vida de los trabajadores.
La oposición de importantes sectores de las clases dominantes a esta política reforzó el acercamiento de Perón a la clase obrera. Este rol jugado por Perón, que mientras actuaba en resguardo del sistema capitalista de conjunto, arbitraba entre las clases sociales, apoyándose fundamentalmente en la clase obrera -mientras controlaba sus organizaciones-, y ofreciendo cierta resistencia al imperialismo dominante, es lo que Trotsky ha definido como “bonapartismo sui generis”.1

La clase obrera durante el peronismo: estatización de los sindicatos y formación de las comisiones internas

La gran mayoría de los trabajadores dieron a Perón un rotundo apoyo desde su acción en el gobierno iniciado en 1943. Este apoyo se expresó abiertamente en la movilización del 17 de octubre de 1945 y en las elecciones de febrero de 1946 que dieron comienzo a la primera presidencia peronista. En gran medida, este gobierno fue continuidad de la acción de Perón en los años previos.
Con el impulso del gobierno, tuvo lugar un importante fortalecimiento de las organizaciones sindicales. Este proceso se dio junto con un salto en la burocratización y estatización de los sindicatos.
El proceso de sindicalización fue rigurosamente reglamentado por el gobierno. Según el decreto de octubre de 1945 el Estado era quien daba la personería y habilitaba al sindicato con más afiliados a ejercer con exclusividad la representación de los trabajadores. Esto permitió también a Perón apuntalar a los sindicatos favorables a su política y desplazar a sus opositores.
Además, se creó una estructura sindical centralizada desde las ramas locales hasta una única central, la CGT. El Estado podía intervenir cualquier sindicato opositor y condicionaba la concesión de beneficios a los que renunciasen al derecho de huelga.
La Ley de Asociaciones Profesionales consolidó esta situación y afirmó el derecho del Estado a supervisar amplias áreas de la actividad sindical y reguló los mecanismos de conciliación y arbitraje obligatorios.
Así, la estatización de los sindicatos que impulsa el gobierno peronista buscaba asegurar el control de la clase obrera a través de sus organizaciones y evitar el surgimiento de tendencias independientes o revolucionarias, integrando al movimiento obrero al régimen.
Pero, por otro lado, durante estos años se consolidó una de las conquistas más importantes del movimiento obrero: las comisiones internas y los cuerpos de delegados. Estos organismos tuvieron gran permanencia como forma de organización de las bases obreras en las fábricas y empresas. Como organismo elegido directamente por los trabajadores en las plantas, estaban bajo su control y actuaban en función de sus necesidades. Asumieron gran cantidad de funciones de control de la organización del trabajo y de las condiciones laborales y actuaron como una garantía para la puesta en práctica de la legislación laboral y los acuerdos colectivos negociados por los sindicatos. Algunas de sus funciones, por ejemplo en la industria metalúrgica, eran la presentación y discusión de los reclamos, la supervisión de la implementación de la legislación y de los acuerdos, de las condiciones de seguridad, etc.
Por el rol que en ellas tenían las bases obreras, “la implantación de las comisiones internas fue resultado directo de las presiones ejercidas por los obreros y por sus organizaciones y no se vio beneficiada por un respaldo legal proveniente del régimen de asociaciones profesionales”.2
Así mismo, fueron duramente combatidas por la patronal por los límites que ponían a su poder dentro de las plantas y por esta razón, su liquidación será un objetivo permanente en los años siguientes.
Observamos que la organización de la clase obrera en la etapa peronista plantea dos aspectos fundamentales: por un lado, se desarrolló un poderoso proceso de organización de sindicatos por industria que abarcaba a la gran mayoría de la clase obrera, a la vez que los trabajadores obtenían enormes conquistas sociales y formas de organización, como las comisiones internas; por otro lado, se desarrolló un proceso de estatización de las organizaciones obreras que implicaba la ligazón de los sindicatos con el Estado a través de múltiples mecanismos.
Este proceso de subordinación de la clase obrera al Estado a través de sus organizaciones reforzó en la conciencia de los trabajadores la posibilidad de lograr sus demandas a través de la acción del Estado y de la negociación como vía para lograrlas. Esta conciencia fue reforzada por la difusión de una ideología de colaboración de clases: un poderoso aparato de propaganda acompañó la política social del gobierno grabando a fuego en la conciencia de los trabajadores los principios peronistas.

Después de Perón...

Después del golpe militar de 1955 Perón partirá al exilio y no retornará hasta comienzos de la década del "70. En esos años, la clase obrera dará una formidable lucha en defensa de sus conquistas contra el ataque patronal e imperialista que buscará liquidarlas para avanzar en la política de penetración del capital extranjero en el país.
El peso de la clase obrera en la economía y en la sociedad y la conciencia de los trabajadores del lugar que ocupaban, junto con el poder de las organizaciones sindicales construidas en los años previos, otorgará a la clase obrera una gran combatividad en esta lucha. Sin embargo, lo hará cargando el peso de unas organizaciones sindicales burocratizadas y ligadas al partido peronista y una ideología que le propondrá, no la transformación de la sociedad capitalista, sino el regreso a las condiciones vividas durante el gobierno peronista, haciendo que su principal objetivo de lucha fuera la “vuelta de Perón”.
Será en la década del "70 cuando la agudización de la lucha de clases planteé para sectores de la clase obrera los límites del peronismo abriendo la perspectiva de la ruptura de los trabajadores con su dirección peronista.

1 Para una profundización de estos conceptos ver: León Trotsky, “Escritos Latinoamericanos”, Ediciones CEIP.
2 Louise Doyon, “La organización del movimiento sindical peronista, 1946-1955”, en Juan Carlos Torre, La formación del sindicalismo peronista, Bs. As., 1987.

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