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ADICCION A LA SOJA Y SUPERGANANCIAS

La economía que deja Kirchner

Es bastante remanido repetir que Néstor Kirchner era el ministro de Economía tras bambalinas desde que fuera expulsado Lavagna, pero no por eso menos cierto. Sólo Miguel Peirano y Martín Losteau intentaron sin éxito tener alguna libertad en la gestión. Las características que tuvo el desenvolvimiento económico de estos años entran entonces en el balance del legado de Kirchner.

Esteban Mercatante

4 de noviembre 2010

Es bastante remanido repetir que Néstor Kirchner era el ministro de Economía tras bambalinas desde que fuera expulsado Lavagna, pero no por eso menos cierto. Sólo Miguel Peirano y Martín Losteau intentaron sin éxito tener alguna libertad en la gestión. Las características que tuvo el desenvolvimiento económico de estos años entran entonces en el balance del legado de Kirchner.

La conclusión del gobierno y sus escribas frente al apoyo popular manifestado por la masiva asistencia a la Casa Rosada ha sido la necesidad de “profundizar el modelo”. Veamos, entonces, de qué se ha tratado este “modelo K”.

No se revierte el retroceso industrial

Se ha vuelto sentido común hablar de impulso a la industria, como remarcó la presidenta en la planta de Renault en Córdoba el pasado 2. Sin embargo, no es esto lo que surge del análisis.

Desde 2002 con la devaluación aumentó la rentabilidad en el agro y la industria. Desde ahí en adelante, la ganancia empresaria se fue por las nubes. Algunas empresas como Aceitera General Deheza vieron crecer sus ganancias hasta 700%. La ganancia sigue hoy un 15% más alta que en la década del ’90, y los salarios siguen por debajo de los de esos años. Esto impulsó el crecimiento con la estructura productiva heredada de los años de la convertibilidad, pero sin conducir a transformaciones de la misma. Podría argumentarse que este tipo de cambios llevan tiempo, pero no se ven siquiera los mínimos esbozos.

El peso de la industria en el PBI, se mantiene en los niveles promedio durante la convertibilidad, superando apenas el 17,5% del PBI que alcanzaba en 1998. Pese a la rentabilidad récord y el gran volumen de producción anual, no hubo ampliaciones productivas considerables. Este año es aún peor: sólo los sectores de metales y automotriz tienen alto crecimiento, mientras que el resto de la industria apenas ronda el 1,8% de aumento en el último año. Crecen menos que el PBI promedio, y pierden peso en la economía.

El mismo resultado muestra el comercio exterior. Aunque hoy las exportaciones duplican el valor de 1998 en dólares, esto se debe principalmente a los mayores precios de los commodities y algo menos al aumento de la cantidad exportada. También aumentaron las exportaciones de commodities industriales, como acero y tubos, y la industria automotriz, aunque también lo hizo la importación de autos. No cambió el perfil exportador. Sí hay, en cambio, un aumento sin techo de las importaciones que viene reduciendo el superávit comercial logrado desde 2002. La estructura productiva arrastra todas las consecuencias de la desintegración padecida desde mediados de los ‘70, aún agravadas: la importación por habitante a precios constantes es hoy un 33% superior a lo que era en 1998.

Por todo esto, aunque algunos economistas sostengan que “hubo elementos de la política económica que modificaron fuertemente el ritmo y el perfil del crecimiento argentino” (BAE, 31/10/2010), lo cierto es que lo único que se modificó es un mayor ritmo de crecimiento, pero sin revertir la desestructuración productiva de las décadas previas.

Avanza la extranjerización de la economía

En los años de Néstor Kirchner continuó la venta de grandes empresas, pese a que éstas mostraron altos niveles de rentabilidad. Ante el desafío de realizar nuevas inversiones o abandonar el negocio, este último camino ha sido la norma en la mayoría de los casos. Por eso, en las 200 empresas de mayor facturación, entre 1997 y 2007, la cantidad de compañías extranjeras pasó de 104 a 128. Como consecuencia, su participación dentro de la facturación total de ese grupo pasó del 65,5% al 77,3%. La presencia extranjera se concentra en los sectores más rentables de la economía, y por eso el grueso de las utilidades empresarias queda en manos extranjeras. Desde 2008 además, ha habido un marcado aumento del giro de utilidades a las casas matrices en el extranjero, por lo cual se han reducido aún más los fondos disponibles para inversiones y se incrementó la salida de dólares de la economía.

El legado neoliberal en el “modelo K”

A pesar del discurso K contra el neoliberalismo, las consecuencias de las políticas neoliberales contribuyeron mucho al crecimiento de estos años. Una de las expresiones más claras de la continuidad es la elevada precarización de la fuerza de trabajo. Casi un 40% de los trabajadores no se encuentra registrado. Entre los trabajadores que sí están registrados, existen distintos tipos de contrato flexible.

Esto permitió mantener una presión constante por aumentos del esfuerzo arrancado, tanto en lo que hace a las horas trabajadas como a los ritmos de trabajo. Producto de esto se da que, aunque con enormes desigualdades, el promedio salarial de los sectores registrados es hoy ligeramente superior en términos de poder adquisitivo que el nivel de 2001, pero con niveles mayores de producción y más tiempo promedio de trabajo. Como consecuencia, luego del mazazo al salario que trajo la devaluación de 2002 (producto de la cual el salario promedio cayó ese año un 30%) hay un claro aumento de la participación de las ganancias en el ingreso total de la economía. Esto sólo se revierte parcialmente en los años siguientes, pero manteniéndose la participación de las ganancias siempre en niveles superiores a la década de los ’90, mientras ocurre lo contrario con los salarios. La fragmentación de la fuerza de trabajo también ha dado margen para algunas políticas de tinte reformista, como impulsar las paritarias anuales, con costo limitado, dado que repercuten sobre un sector reducido de trabajadores.

Otro emblema del neoliberalismo, el sector financiero liberalizado por la reforma de 1977, quedó golpeado por el quiebre de la convertibilidad y durante varios años sus actividades estuvieron limitadas. Pero desde 2008 registra formidables ganancias, por la política gubernamental que alimentó la vuelta a mecanismos de “bicicleta financiera” mediante la especulación con el tipo de cambio, y en 2009 incentivó el comercio con títulos de deuda en default en anticipación al canje. El financiamiento al consumo a altas tasas de interés es otra fuente de fuertes ganancias. Aunque en 2008 se toma la medida progresiva de nacionalizar las AFJP, esto se destinó a financiar al Estado para pagar la deuda pública, y a solventar distintas medidas de impulso sectorial a la medida de los empresarios, mientras las jubilaciones mantuvieron niveles miserables.

El mito neodesarrollista

Poco nuevo, entonces, en la estructura productiva. Más bien se han explotado en un nuevo contexto los cambios impuestos en las últimas décadas. Pese a esto, el kirchnerismo coquetea desde 2003 con la idea de que estaríamos ante un neodesarrollismo. El análisis de la política económica no sustenta este planteo. Sin duda, a partir de 2006, se registra una mayor participación estatal en la economía, pero más bien asociada a una búsqueda de contener el agotamiento del esquema apoyado en altas ganancias sobre la base de costos y salarios devaluados (agotamiento que se expresa en la inflación). Uno de los pilares de centrales de esta intervención ha sido el pacto social de hecho que puso un techo a los aumentos salariales desde 2007, por debajo de la inflación, con la ayuda de la CGT de Moyano. Esto se reforzó con la destrucción de los índices de precios.

En ese sentido, tienen toda la razón los economistas oficialistas Nicólas Arceo y Axel Kicillof: en las altas tasas de crecimiento desde 2003 no hubo sólo viento de cola por la situación internacional favorable (BAE, 31/10/2010). Hubo iniciativas del Estado para mantener en el tiempo los efectos del enorme saqueo al salario que implicó la devaluación, siempre con la colaboración de la burocracia sindical. En los últimos años hubo distintas políticas de demanda y de impulso al mercado interno, pero siempre con la contradicción de que se conjugaron con mantener esta estructura regresiva, agravada por los efectos de la inflación.

Aunque el gobierno se presente como abanderado de la redistribución del ingreso y que los intelectuales kirchneristas hablen de “crecimiento con equidad”, uno de los grandes pilares del “modelo K” son las remuneraciones promedio más bajas de los últimos 30 años, medidas en términos de evolución del poder adquisitivo. Como señala un economista no muy lejano a la orientación del gobierno como Fernando Porta, “la estructura productiva argentina genera tendencias regresivas para la distribución del ingreso” (El economista, 4/6/2010). Políticas como la asignación por hijo no modifican esta estructura regresiva, sino que mitigan algunos de sus efectos, conteniendo las demandas populares pero dejando indemnes los factores que generan la polarización social y la pobreza.

El dominio de la burguesía perpetúa el atraso y la dependencia

Por último, aunque se reivindique la política “desendeudamiento” impulsada por Kirchner, lo cierto es que la deuda pública ha aumentado 25% desde el canje de 2005, a pesar de los generosos pagos realizados, que superan los u$s 45 mil millones. Una enorme dilapidación de recursos, que está empezando a traer problemas fiscales, aunque lo nieguen los exégetas del kirchnerismo.

Durante los años de Néstor Kirchner como ministro en las sombras, la economía argentina continuó en la senda del atraso y la dependencia. En las antípodas de la política kirchnerista, para cortar este nudo gordiano debe partirse de atacarse de raíz los mecanismos de saqueo imperialista: empezando por declarar el no pago de toda la deuda, fuente de especulación de los capitales locales y ganancias de los bancos y bonistas extranjeros; imponer la nacionalización de la banca y el monopolio estatal del comercio exterior; expropiar las grandes propiedades agropecuarias para apropiarse íntegramente de la renta; y la renacionalización de los recursos estratégicos (como los hidrocarburos) puestos en manos de las rapaces empresas imperialistas. Estas son sólo algunas iniciativas elementales, que impuestas por la movilización de la clase obrera, pueden permitir encarar seriamente el problema de la pauperización, imponiendo el trabajo para todos mediante obras públicas y el reparto de las horas de trabajo y –en ese camino- estableciendo un seguro de desempleo acorde a la canasta familiar.

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