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HISTORIA

A 44 AÑOS DEL MAYO FRANCÉS

La frase incompleta

En 2008 se cumplía el 40 aniversario del Mayo Francés. La protesta que empezara en el patio de Honor de la universidad de Nanterre y se convirtiera en un magnifico ensayo revolucionario, volvía a ser sazonado con los condimentos de un sabor “pasado de moda”.

Hernán Aragón

31 de mayo 2012

La frase incompleta

En 2008 se cumplía el 40 aniversario del Mayo Francés. La protesta que empezara en el patio de Honor de la universidad de Nanterre y se convirtiera en un magnifico ensayo revolucionario, volvía a ser sazonado con los condimentos de un sabor “pasado de moda”. Las redacciones de los diarios progresistas, usinas ideológicas de la gran burguesía, presentaron al Mayo del ‘68 como un nostálgico amor de juventud, tanto para reprender sus torpezas como para evocar la ensoñación de un momento que jamás volvería. Mientras los reaccionarios hablaban de la degradación moral de una época, y en alguna galería parisina se subastaba un adoquín del Barrio Latino, el asfalto de la Bolsa de Wall Street comenzaba a cimbrar con las primeras contracciones de la crisis económica mundial.

Ese mismo 2008, sin haberse desterrado aún la fábula postmoderna de que la derrota del Mayo era la confirmación del fracaso del marxismo, “El Capital” de Karl Marx se convertía en suceso editorial en Alemania. Tres años más tarde, la palabra revolución volvía a escucharse en la plaza Tahrir de El Cairo, la huelga general reaparecía en Grecia y las calles de Barcelona se llenaban de “indignados”.

En definitiva estos 4 años transcurridos, bajo el abrigo de la crisis, no hicieron más que acrecentar la disputa por la herencia de un Mayo que no fue solo Francés, sino que, amplificándose a lo ancho y largo del mundo, terminara siendo un auge revolucionario mundial, un cuestionamiento global al orden imperialista surgido luego de la Segunda
Guerra Mundial.

Mirándolo a la distancia, la sentencia que el eurodiputado Daniel Cohn-Bendit pronunciara, reduciendo el Mayo solo a “una lucha anti-autoritaria”, hoy resultaría menos convincente. Al fin de cuentas, la fuerza objetiva del huracán de la crisis, desgaja a la Comunidad Económica Europea y la masa de desocupados no solo es una desautorización a “Dani, el rojo” sino a cualquier idea burguesa de progreso.

Del mismo modo, la solidez discursiva y material de quienes fueran los vencedores del Mayo, y de los reformistas que se acomodaron a ellos, está puesta en cuestión. El capitalismo que supo satirizar los grafitis de la Sorbona hasta quitarle su contenido revulsivo, hoy encuentra materia para su propia sátira en las burbujas inmobiliarias, en rescates estatales al capital financiero tan fabulosos como inservibles y en la postal de un joven ingeniero desocupado tunecino que se inmola porque le prohíben vender fruta en la vía pública.

“Abajo del adoquín está la playa”, rezaban las paredes del Mayo. Abajo del triunfalismo de la restauración burguesa que hoy se desquebraja y que había sido iniciada con el Thatcherismo, está la decadencia de un sistema irracional y despiadado que merece perecer.

Si el Mayo Francés fue una crítica a la enajenación y al fetichismo que genera la explotación capitalista, con su cortejo de injusticias sociales y desigualdades extremas, no hay motivo alguno para que esa crítica hoy no vuelva a encontrar nuevos adeptos. Si sus lecciones profundas fueron ocultadas, fue proque se trato de un desafío al poder burgues y no de una fiesta lúdica de jovencitos aburridos.

Los tiempos de la historia no son lineales. Mirar el mayo del 68 desde hoy, resulta más cercano que hacerlo hace cuatro años atrás. Los jóvenes que la crisis puso en movimiento en el Estado Español y en Estados Unidos, en Chile como en México y Quebec, es de esperar que empiecen a encontrar ciertas similitudes con los “sesenta y ochistas” franceses, como éstos las encontraron en sus antepasados, los “cuarenta y ochistas” de la revolución de 1848 y en los “comunards”, proletarios insurrectos de las barricadas de la Comuna de 1871.

El Mayo francés

Pero, ¿cuáles fueron las aguas que se agitaron en ese mes de aquel año convulsivo?

El mundo conocería uno de los movimientos huelguísticos más poderosos del Siglo XX en occidente.

Francia era una olla a presión a punto de estallar. Una sociedad conservadora y regimentada que crujía por dentro, con la misma intensidad que las máquinas en las fábricas donde los obreros estaban obligados a ritmos de producción demoníacos. Pero en la Francia “blindada” por el régimen bonapartista de De Gaulle se filtran los ecos de libertad que surgen en las colonias. En 1962 los estudiantes de la Sorbona izan la bandera del Frente de Liberación Nacional argelino. El asesinato del Che en 1967 y la guerra de Vietnam envuelven la atmósfera de un sentimiento anti imperialista destinado a crecer.

El 20 de marzo 300 activistas del Comité Vietnam Nacional rompen las vidrieras del banco American Express en París. Es la antesala de la ruptura mayor, que la juventud estaba haciendo con la tradición imperante y que los estudiantes simplifican con la consigna: “De la crítica de la universidad de clase, al cuestionamiento de la sociedad de clases”.
En ese cuestionamiento entra el Partido Comunista Francés, pilar del régimen burgués de la III República.

Por su pasado en la resistencia, el PCF es referencia para la clase obrera. Cuenta con 400.000 afiliados, 73 diputados y dirige a 2.000.000 de obreros afiliados a la CGT.

Adiestrado en décadas de estalinismo y seguimiento a las políticas contrarrevolucionarias de Moscú, el PCF y Marchais, Secretario General de la CGT, declaran que es “imprescindible combatir y aislar a los grupúsculos ´gauchistes´” (izquierdistas radicalizados).

Pero la solidaridad obrera para con los estudiantes que por miles combaten a la policía en las calles y levantan barricadas desborda los muros fabriles. Para contener, la CGT convoca a una huelga general para el 13 de mayo. Más de 10 millones de trabajadores acuden al llamado.
El PCF ha sido desbordado. Las huelgas y las ocupaciones de fábricas no cesarán hasta fines de mayo, momento en que De Gaulle llama a elecciones anticipadas y el PC logra imponer la traición entrando en el proceso electoral y dividiendo al movimiento obrero al negociar aumentos salariales y reivindicaciones fábrica por fábrica.

Las lecciones que Trotsky había sacado de la revolución española volvían a repetirse: la espontaneidad de las masas radicalizadas, en el fragor de la lucha, era insuficiente para poner a su frente una dirección que pudiera conducirlas a la victoria. La inexistencia de un partido revolucionario, fogueado en combates previos, fue el hándicap con el que contó la burguesía francesa para sostener la estantería de un orden que se desmoronaba sobre su cabeza.

El mundo post Mayo

Lo que vino después de las derrotas del proceso revolucionario de los ´70 ya es conocido. La contra revolución neoliberal pasivisó las demandas culturales y sociales, integrando de forma grotesca y edulcorada todo lo que podía ser integrado para convertirlo en mercancía (como el reclamo de libertad sexual y otras demandas democráticas) La individualidad creativa que en Mayo explotaba en pos de un objetivo común, la burguesía la convirtió en despreciable individualismo.

En un artículo de 2008, Francisco Fernández Buey decía que el eslogan más célebre del Mayo – “La imaginación al poder” – había sido bastardeado hasta ser convertirda en inofensiva frase pacifista.

Intentando restituir en el papel su sentido original -Buey explica- que éste era una declaración de principios en la entrada principal de la Sorbona de París, asediada por la policía: “Queremos que la revolución que comienza liquide no sólo la sociedad capitalista sino también la sociedad industrial. La sociedad de consumo morirá de muerte violenta. La sociedad de la alienación desaparecerá de la historia. Estamos inventando un mundo nuevo original. La imaginación al poder”.

La pregunta que debemos hacernos es quién escribirá esta vez la sátira de la época que nos toca vivir. Si el principio de la sátira no es principalmente el humor sino el ataque a una realidad que se desaprueba, esperamos que la juventud que ya es un fenómeno emergente en el mundo, se radicalice a punto tal de contagiar a millones de obreros que, marchando en su confluencia, cuestionen de raíz la sociedad existente y restituyan en la calles las consignas revolucionarias del 68.

Convertida en huelga política, los obreros y estudiantes marchaban al grito de ¡10 años han sido suficientes! (en referencia al régimen de De Gaulle).

30 años de restauración burguesa ya han sido más que suficientes.

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