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MINISTERIO DE TRABAJO

La larga cola de los despidos “no masivos”

En pleno centro de Buenos Aires, miles de trabajadores tramitan indemnizaciones. Crecen los despidos y las suspensiones, mientras los partidos patronales y los medios miran para otro lado.

Daniel Satur

14 de mayo 2009

En pleno centro de Buenos Aires, miles de trabajadores tramitan indemnizaciones. Crecen los despidos y las suspensiones, mientras los partidos patronales y los medios miran para otro lado.

La imagen impacta. Las caras nerviosas pueden confundir al casual transeúnte. No son personas expectantes por un nuevo puesto de trabajo. Mucho menos son postulantes en un casting de algún programa de televisión. En esa esquina de Callao y Bartolomé Mitre, en la ciudad de Buenos Aires, cada día se concentran centenares de trabajadores en busca de algún “arreglo de partes” que les permita recibir alguna indemnización más o menos “justa”.

Marina viene desde Merlo. Cuenta que desde hace 4 años trabajaba como vendedora en un minimercado de una estación de servicio. El jefe la semana pasada le dijo que las cosas no venían bien, y que lamentablemente tenía que dejarla afuera de la empresa.

Julio hace dos días seguidos que viene desde Lanús. Desde las 6 de la mañana hizo la cola. La primera vez no llegó a entrar, por excederse el “cupo” diario de personas a ser atendidas. Tiene 54 años, y desde hace 7 trabajaba en un negocio de artículos de electrónica, como técnico de mantenimiento. Ya hizo todo lo que tenía que hacer con el abogado que le proveyó el Ministerio de Trabajo: resignarse a aceptar el despido, y pelear por un monto “razonable” en concepto de indemnización por ser contratado. “Razonable para la empresa, obvio”, ironiza.

Los ejemplos, las caras y los testimonios abundan. Según empleados del “Ministerio de Trabajo”, alrededor de mil personas se atienden diariamente. Algunas van sólo a confirmar que han sido despedidos, aceptando los términos de la indemnización, y tramitando el seguro de desempleo (que ronda los míseros $400 por el máximo de un año). Muchas otras van a buscar algún tipo de arreglo con las patronales. El Ministerio hace las veces de mediador. Si al trabajador no le convencen los términos propuestos por la empresa, tiene todo su “derecho” a iniciar juicio. En ese caso, “el Ministerio ya no tiene más que hacer, todo irá por vía judicial”.

Botón de muestra

Mil personas por día, 5 mil a la semana, 23 mil al mes. No hay datos oficiales, pero el sinceramiento del personal del Ministerio desnuda cifras alarmantes. Entre enero y marzo fueron “atendidos” 60 mil trabajadores despedidos. En abril y mayo, dicen, ya se supera holgadamente ese número. Y esto sólo es una parte de los despedidos del país. En esta dependencia del Ministerio se atienden casos de Capital, y sólo del interior si las empresas que despiden tienen sede en Buenos Aires. Tampoco se atiende a todos los rubros laborales, ya que construcción y empleo doméstico son atendidos en otros lugares. Y si se agrega que las “conciliaciones colectivas” se tramitan por otra vía; el número de despidos a nivel nacional adquiere una dimensión difícil de calcular.

Hace unos días Hugo Moyano relativizó esta “masividad” a cuentagotas de despidos en Argentina. “No es lo alarmante que se plantea en otros países pero nos preocupa a todos (…) hay síntomas de despidos”, dijo al pasar, mientras su preocupación se centraba en el acto del 30 de abril, donde brindaría su apoyo incondicional al Gobierno de cara a las próximas elecciones. Mientras tanto, las grandes, medianas y pequeñas empresas continúan con la sangría de puestos de trabajo, haciendo pagar los primeros efectos de esta crisis capitalista a los trabajadores. La Unión Industrial Argentina ya anunció que las Pymes incrementarán los despidos en la segunda parte del año (Diario Crítica, 13/05/09).

Ir por la unidad

En la dependencia del Ministerio de Trabajo la cola se sigue alargando.“Sindicato, ¿qué es eso?”, dice Nadia, hasta hace unos días empleada administrativa de una consultora del centro de la Capital. “Una vez vinieron del sindicato de Comercio a preguntarnos si queríamos que nos representen. Pero nunca más volvieron. Se ve que en el medio arreglaron con la consultora”. Los que sí se acercan a la cola son quienes, haciendo uso de sus títulos universitarios, ven una buena oportunidad de negocios. “Ah, sí, abogados que te quieren asesorar, hay a rolete; eso sí, después se quedan con el 20% o más de la plata que recibiste”, sentencia Miguel, que acaba de ser echado de un comercio de calzados.

La realidad se mete por los poros de la ciudad, instalándose a una cuadra del Congreso Nacional. Pero en el Parlamento nadie discute ningún proyecto de prohibición de despidos y suspensiones, ni de reparto de las horas de trabajo con un salario equivalente a la canasta familiar, ni mucho menos la expropiación y producción bajo control de sus trabajadores de toda empresa que despida o cierra. La caravana electoral de los partidos patronales se puso en marcha, con listas llenas de empresarios, señores de la soja y burócratas sindicales.

La unidad entre ocupados y desocupados, entre efectivos, contratados y “en negro”, se hace cada vez más necesaria. Defender las luchas y las conquistas, ligando las demandas de quienes hoy ocupan fábricas, resisten despidos y suspensiones con las de los miles que hoy son expulsados de sus puestos, de forma individual y fragmentaria, adquiere una relevancia cada vez mayor. Y se pone a la orden del día que los trabajadores hagamos nuestra propia política, lejos de las salidas “conciliadoras” de las patronales y sus representantes políticos.

Colaboración: Viviana Uriona

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