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NACIONAL

LA ECONOMÍ POLÍTICA DE GUILLERMO MORENO

Lineamientos para “profundizar el modelo”: arbitrar entre los capitalistas, ajustar sobre los trabajadores

En un 2012 con los pronósticos de fuerte recaída de la economía mundial, cuidar el flanco externo se ha vuelto crucial para el gobierno. Para esto dio injerencia a Moreno en el control de las importaciones, con el nombramiento de Beatriz Paglieri en la flamante secretaría de Comercio Exterior.

Esteban Mercatante

2 de febrero 2012

En un 2012 con los pronósticos de fuerte recaída de la economía mundial, cuidar el flanco externo se ha vuelto crucial para el gobierno. Para esto dio injerencia a Moreno en el control de las importaciones, con el nombramiento de Beatriz Paglieri en la flamante secretaría de Comercio Exterior. En realidad hace ya un año que viene aplicando controles, exigiendo a los empresarios un dólar de exportaciones por cada dólar de importaciones, y haciendo tortuoso el ingreso de mercaderías a quienes no cumplan para conservar los dólares de las exportaciones. Esta línea queda ahora reafirmada como parte de la “sintonía fina”.

Los industriales, que habían retomado su idilio con el kirchnerismo, han encendido nuevamente las alarmas, poniendo el acento a la falta de criterios claros y de plazos previstos para la aprobación de las operaciones de importación declaradas. La FIESP, que nuclea a los industriales de Brasil, ha pedido una audiencia con Cristina Fernández para tratar la cuestión. Aunque tanto los brasileros como los argentinos se muestran inquietos por los anuncios oficiales, estos últimos también favorecen alguna protección estatal en el mercado interno, lo cual en cierta medida los ubica como buscando la cuadratura del círculo.

El gobierno reabre un frente de tensiones con los industriales empujado por el deterioro del último colchón que conservaba la economía argentina. El superávit fiscal y el superávit comercial, junto con el dólar caro (moneda devaluada), fueron las estrellas del crecimiento pos 2002. Si el dólar caro y los salarios devaluados) significaron superganancias para los empresarios, los superávits gemelos significaron grandes recursos para el Estado nacional. Por un lado, abundancia de dólares para pagar la deuda (renegociada en 2005) y soportar la salida de dólares por remesas de las empresas multinacionales y fuga de capitales. Por otro, superávit fiscal que permitió implementar lo que hemos llamado un “bonapartismo fiscal”, destinado tanto a ganar voluntades políticas como a arbitrar entre los distintos sectores capitalistas, disponiendo de la recaudación excedente como medio para compensar a distintos sectores capitalistas.
Todo esto cambió en los últimos años. La inflación viene restando competitividad a la economía argentina, aunque la caída del dólar a nivel mundial lo compensa parcialmente.

Hoy existe para los empresarios cierta tensión entre preservar la ganancia (ajustando los precios al alza) y mantener la competitividad. Ya hace casi tres años desapareció el superávit fiscal, empujado principalmente por la necesidad creciente de solventar con subsidios la ganancia empresaria, aunque la contabilidad creativa (de poner los excedentes de la seguridad social como parte del superávit fiscal) y los aportes del Banco Central hayan evitado que esto sea muy evidente.

La escasez de dólares es una de las evidencias más contundentes de la falta de transformaciones del “neodesarrollismo” kirchnerista, que poco asidero encuentra por fuera de los discursos presidenciales. El rol que juega la Argentina como proveedor para el mercado mundial de materias primas, que apenas conservó algunas industrias, la mayoría de ellas de ensamblaje, significa bajos niveles de eslabonamiento en casi todas las cadenas productivas. Tanto las multinacionales como los empresarios “nacionales” producen en el país con un elevado grado de componentes importados. Sólo el 12 por ciento de las importaciones son bienes de consumo. El resto son bienes intermedios e insumos varios (28%); maquinarias (20%); piezas y partes para máquinas (19%); combustibles (13%), y material de transporte (8%). El resultado de no haber revertido durante todos estos años la destrucción de la estructura productiva es que el crecimiento económico acarreó un aumento más que proporcional de las importaciones. Y la inflación, que hizo comparativamente más baratos los productos extranjeros, agravó los problemas en los últimos años.

El resultado es que el superávit comercial, que en los mejores años del kirchnerismo pudo soportar holgadamente la fuga de capitales y las remesas extranjeras ante la inacción oficial, con una generosidad inusitada viniendo de un gobierno que se proclama “nacional y popular”, ya no alcanza para todo esto. Menos aún si se pretende usar dólares atesorados por el Banco Central para pagar deuda pública. En 2011 el saldo externo (la suma del saldo comercial, el saldo de remesas, siempre negativo, y el saldo de ingreso o salida de capital) dio negativo por primera vez en los tiempos kirchneristas.

Con el control de las importaciones, se trata de atacar los efectos y no las causas. Así como los métodos de Moreno tuvieron éxito en desacelerar la fuga de dólares, al precio de encarecer el crédito y proyectar muchas dudas sobre la posibilidad de que este año pueda sostenerse el alto consumo de los últimos años, puede que esta política mejore un poco el superávit comercial, pero al precio de reducir el crecimiento económico. Es que frenar las importaciones en un monto significativo significa cortar los insumos en varias industrias. Con el agravante de que la sequía preanuncia menos dólares de exportaciones del agro, y los precios que se esperan son más bajos. Por eso, son varios los pronósticos que dicen que lejos del superávit de u$s 10 mil millones esperado por el gobierno, rondará más bien los u$s 7 mil millones. El antecedente de 2011 no augura éxito a Moreno: a pesar de su intervención, el superávit terminó muy por debajo de lo que se proyectaba a comienzos de año, alcanzando los $ 10.347 millones.

La “trampa” de la falta de dólares no va a resolverse mediante los torniquetes de Moreno, o sólo lo hará a costa de una caída de la economía cuyos efectos serán descargados por los empresarios sobre los trabajadores y se sumarán a los del ajuste en marcha. Se trata de un problema constitutivo de la inserción dependiente y semicolonial de Argentina, como mostraron a lo largo de toda la historia las recesiones forzadas por la escasez de divisas (los famosos ciclos stop & go). Sectores de la oposición patronal contraponen a los parches de Moreno la necesidad de volver a los mercados internacionales de deuda, logrando así los dólares que busca el gobierno con el plan Moreno y los recursos fiscales que permitirá el “sinceramiento” de tarifas. Es también a lo que aspiraba el ministro de economía Lorenzino, con poco eco por el momento en las filas oficiales. Esto significa en el mejor de los casos postergar el ajuste que el kirchnerismo está encarando hoy. Frente a estas alternativas es necesaria una alternativa política de los trabajadores que enfrente el ajuste y ataque la raíz del problema, cortando el drenaje de dólares, declarando el no pago de la deuda, nacionalizando los resortes fundamentales de la economía hoy en manos extranjeras, estableciendo un verdadero monopolio estatal sobre todos los movimientos de divisas y poniendo fin a las remesas de utilidades, concentrando los recursos en revertir la desarticulación productiva y organizar la producción en función de las necesidades sociales.

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